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Turquía para sultanes: un viaje inolvidable para descubrir culturas milenarias

Entre lujo y comodidad, maravíllate con los encantos de Estambul y Capadocia en una aventura que combina historia, cultura y gastronomía.
lun 30 septiembre 2024 06:00 AM
Fotos de un viaje por Turquía: dónde hospedarse, dónde comer y qué visitar
Construida a finales del siglo XVI, la Mezquita Nueva es uno de los más de 3,000 templos musulmanes de los que presume Estambul.

Olores a especias y café, cúpulas doradas que se alzan hasta el cielo, calles serpenteantes dominadas por los gatos, el bullicio de los comerciantes y los rezos melancólicos y profundos que reverberan alrededor. Esto es Estambul, ciudad de sultanes y mercaderes, un puente entre dos mundos divididos por el Bósforo que ha narrado la historia de civilizaciones durante milenios.

Sobre el Cuerno de Oro, el histórico estuario natural que protegió a griegos, romanos, bizantinos y otomanos, los pescadores lanzan sus líneas y los transeúntes se detienen para admirar la vista justo al momento de la adhan, uno de los cinco llamados diarios a la oración en el mundo islámico. Sin importar fe, cultura o nacionalidad, escuchar los cantos coránicos que al unísono brotan desde los innumerables minaretes de la ciudad es una experiencia profundamente conmovedora.

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Así nos recibe la Mezquita Nueva (1597-1665), uno de los más de 3,000 templos musulmanes de los que presume esta antigua capital de tres imperios distintos. Al atravesar su patio rodeado de pórticos, con columnas, arcos y una fuente de abluciones destinada a la purificación de los fieles, la arquitectura barroca otomana revela cúpulas, azulejos de Iznik con motivos florales y geométricos y vitrales que a su vez iluminan sus extensas alfombras turcas.

A unos pasos se encuentra el Bazar de las Especias, uno de los mercados más antiguos y famosos de Estambul. Inaugurado en 1664, aquí se puede encontrar una amplia gama de especias como comino, canela, menta, cúrcuma, romero, tomillo, clavo, pimienta y azafrán, además de hierbas, frutos secos, semillas, infusiones florales, dulces turcos y un largo etcétera. Pasear por los pasillos de este laberinto de sensaciones es una experiencia repleta de aromas exóticos, colores vibrantes y sabores intensos, así que no hay que temer probar el clásico té de manzana y todas las muestras que se ofrecen en cada uno de los locales.

Escondido en el segundo piso del zoco, el restaurante Pandeli cumple más de un siglo recibiendo a personajes como Mustafa Kemal Atatürk, fundador de la actual República de Turquía, o la reina Isabel II de Inglaterra. Aunque los protagonistas aquí son sus menús para compartir (mezes) y sus vistas a la plaza Eminönü.

Otra estrella es el Hünkar Begendi, un platillo otomano cocinado con cordero, berenjenas asadas, salsa bechamel, arroz pilaf, especias y menta que tiene su origen en una historia de amor entre el sultán Abdülaziz I y la emperatriz francesa Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III.

Con paisajes que desafían la imaginación y una historia que resuena a través de los siglos, Turquía es un puente entre continentes donde lo antiguo y lo moderno se abrazan eternamente.

Para la digestión, no hay nada como un tradicional y bien cargado café turco en la icónica Kurukahveci Mehmet Efendi, empresa fundada en 1871 y famosa por su café de molido fino preparado en cezve (cazo cafetero). Este café se mezcla con agua fría y se calienta lentamente, sin filtrar, para crear una bebida espesa con espuma en la superficie.

En Turquía, el café siempre ha sido un importante elemento cultural y social. Es un símbolo de hospitalidad e incluso una herramienta para evaluar un compromiso matrimonial, cuando el novio debe tomar un café con sal frente a la familia de su prometida.

También está la tradición de leer la fortuna en sus sedimentos. A pesar de contar con una guía de símbolos, decido que los garabatos en mi taza indican la buena suerte antes de continuar hacia el elegante barrio Nişantaşı.

Hogar del premio Nobel de literatura Orhan Pamuk, ahí se encuentra una de las avenidas más caras del mundo, con boutiques y marcas de lujo como Louis Vuitton, Chanel, Dior, Gucci, Prada, Hermès, Rolex, Cartier, Fendi o Burberry. En ese momento, el atardecer resplandece sobre el Cuerno de Oro y Estambul comienza a transitar hacia la noche.

Los puestos callejeros de castañas asadas y elotes hervidos encienden sus luces y la música comienza a subir de tono en los bares donde abunda el humo de los narguiles.

Fotos de un viaje por Turquía: dónde hospedarse, dónde comer y qué visitar
El hammam o baño turco, uno de los grandes orgullos del país, se transforma en mucho más que una experiencia en el The Peninsula Spa & Wellness Centre.

Una buena forma de hacer frente a esta faceta de la ciudad es revigorizarse en The Peninsula Spa & Wellness Centre, una lujosa instalación en el nivel inferior de este hotel de cinco estrellas.

En un ambiente tranquilo, refinado y dominado por el mármol blanco, ofrece servicios de relajación y bienestar como el tradicional hammam (baño turco), que incluye vapor, exfoliación corporal y masaje con espuma.

Para rematar, en una de las terrazas del hotel, el restaurante Gallada fusiona sabores turcos y asiáticos bajo la dirección del aclamado chef Fatih Tutak. Su menú incluye dumplings de kebab, rape al horno de leña con pasta negra y yogurt y postres como pastel de dátiles Medjool con té masala y crema batida de búfalo. Un final perfecto para el primer día en Medio Oriente, o bien el inicio de una larga noche.

Con o sin descanso, el siguiente día se aprovecha desde temprano, pero nunca sin un buen desayuno turco: menemen (cazuela de huevos) y börek (hojaldre de carne), así como otro café levantamuertos. Solo entonces estamos listos para visitar uno de los mercados más grandes y antiguos del mundo.

Fundado en 1461, el Gran Bazar cubre 30 hectáreas con cerca de 60 calles y unas 4,000 tiendas de joyas, textiles, alfombras, cerámica, artesanías, especias y cuero. Desde entonces, este bazar se ha distinguido por ser un centro comercial, cultural y social donde el regateo es una práctica diaria. Pero no confíes en tus habilidades mexicanas para el comercio, hablamos de profesionales del mercadeo; por ello, también es común encontrar imitaciones y réplicas de productos a precios accesibles. (Consejo de novato: no existe tal cosa como un descuento en el oro).

Aun así, llegamos cargando bolsas de regalos a otro punto neurálgico de la ciudad: el parque Sultan Ahmed. Rodeados por algunas de las maravillas arquitectónicas más importantes de Estambul, decidimos comenzar en el Hipódromo de Constantinopla, una antigua pista de carreras usada por los bizantinos donde aún se yergue un obelisco egipcio y la puerta de entrada a la Mezquita del Sultán Ahmed.

Icono de la ciudad, la también llamada Mezquita Azul (1609-1616) fue la primera en tener seis minaretes fuera de La Meca, lo que causó controversia en su momento.

Fotos de un viaje por Turquía: dónde hospedarse, dónde comer y qué visitar
El estrecho del Bósforo no solo divide una ciudad, Estambul, sino que también marca la frontera entre Asia y Europa.

Sus cúpulas azules resguardan alfombras rojas, caligrafía islámica y más de 20,000 azulejos de cerámica de Iznik que decoran sus paredes de mármol blanco. Una deslumbrante muestra de la grandiosa arquitectura otomana.

Justo enfrente, cruzando los jardines, se asoma la fachada de una de las edificaciones más antiguas y representativas de esta milenaria urbe. Con casi 1,500 años de historia, Santa Sofía ha servido como templo religioso y museo desde tiempos bizantinos y otomanos hasta llegar a nuestros días. Hoy, el primer piso funciona como mezquita y solo se permite la entrada a los musulmanes, pero en el piso de arriba se pueden observar inscripciones islámicas y mosaicos bizantinos.

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Un buen lugar tomar un descanso es la terraza del restaurante Deraliye, donde las vistas de las gaviotas que sobrevuelan el Bósforo, Santa Sofía y la Mezquita Azul solo se pueden comparar con el menú del chef Necati Yilmaz: hummus, mutabbal (berenjenas), muammara (pimiento), mucver (calabacín), cordero tandoori y nırbaç de cordero con garbanzos y albóndigas. El postre es levzine, una mezcla de polvo de almendra y pistache con halvah de miel.

A unos metros se encuentra la entrada al Palacio de Topkapi, el principal centro administrativo y residencia de los sultanes entre 1465 y 1856. Construido por Mehmed II tras la conquista de Constantinopla, hoy día su museo contiene una rica colección de artefactos, manuscritos y tesoros del Imperio Otomano.

Sus edificios opulentos incluyen el Harem, el Tesoro Imperial, la Sala del Consejo, la Biblioteca y la Cámara Sagrada, entre otros.

A continuación, en el muelle cercano, nos espera un pequeño yate de lujo con el que disfrutaremos del Bósforo. Desde el mar, el horizonte urbano traza las siluetas de palacios, mezquitas, fortalezas, puentes, mansiones y edificios modernos en un solo escenario, una postal para la memoria. Finalmente, desembarcamos en el puerto privado del reconocido restaurante Feriye, que combina la tradición y modernidad de la cocina turca con platos refinados como confit de pato, la lubina a la parrilla y mezes variados creados por el chef Birkan Erköylü. Mientras el sonido del adhan marca el fin de una cena memorable, junto a nosotros, la Mezquita de Ortaköy y el Puente del Bósforo se iluminan para encandilar la noche.

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Sin problema, podríamos pasar más de una semana descubriendo Estambul. Pero un corto vuelo de hora y media desde aquí nos lleva hasta Capadocia, en Anatolia, una zona estratégica famosa por sus formaciones rocosas creadas por la erosión, hogar de culturas como los hititas, griegos, romanos, bizantinos, selyúcidas y otomanos, y una de las primeras regiones del mundo en adoptar y expandir la fe cristiana.

Aquí, durante los siglos III y IV, los suelos areniscos permitieron que los cristianos de la época romana tallaran y habitaran verdaderos suburbios que hoy se pueden visitar, como el Museo al Aire Libre de Göreme, donde se conservan monasterios, iglesias rupestres y frescos bizantinos; el castillo rocoso de Uçhisar y la ciudad subterránea de Özkonak, con amplios miradores para admirar los valles.

Luego nos dirigimos a Avanos, conocida por su tradición alfarera, para ver de cerca un taller artesanal de cerámica en el que se combinan influencias de la porcelana china con la estética otomana.

También visitamos Konak Jewellery, un gran ejemplo de la tradición joyera de Capadocia y su conexión con la Ruta de la Seda. Aquí se utilizan piedras preciosas y semipreciosas autóctonas como la turquesa y la zultanita, cuyo color varía desde un verde kiwi en la luz del día, pasando por tonos de champán y rosa salmón bajo iluminación artificial, hasta un rosa frambuesa bajo la luz de las velas.

Fotos de un viaje por Turquía: dónde hospedarse, dónde comer y qué visitar
Además de por su arquitectura selyúcida, Capadocia es también un destino gastronómico de primer nivel.

Al anochecer, el hotel boutique Yunak Evleri nos recibe con habitaciones talladas en las rocas y la autenticidad de las casas-cueva con el lujo moderno de un hotel cinco estrellas. Sin embargo, la noche es joven cuando decidimos cenar en Nahita, el restaurante de Argos in Capadocia, famoso por su interpretación moderna de la cocina anatolia.

El restaurante también sirve vinos Nahita Dokya, elaborados con uvas cultivadas en estos suelos volcánicos, así como cocteles exclusivos.

De la mano de Cem Mülüs, líder del equipo de recepción de Argos, bajamos a la bodega subterránea del hotel, donde degustamos algunas de las varietales autóctonas de Anatolia como kalecik karası y emir.

Con paisajes que desafían la imaginación y una historia que resuena a través de los siglos, es un puente entre continentes donde lo antiguo y lo moderno se abrazan eternamente.

Aquí el lujo no solo significa comodidad y opulencia, sino una puerta al descubrimiento de culturas milenarias; un viaje que enriquece el espíritu a través de las artes, la exquisitez gastronómica, la conexión con la naturaleza y el bienestar personal. En esta tierra de sultanes y leyendas, el lujo se redefine como una conexión profunda con la esencia misma de la vida.

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THE PENINSULA ISTANBUL: ELEGANCIA Y CONFORT

A menos de una hora del Aeropuerto de Estambul, The Peninsula Istanbul es una estancia de ensueño de la lujosa cadena hongkonesa. La entrada, flanqueada por imponentes leones de Fu, da paso a un elegante lobby con techos de doble altura y una amplia terraza con vistas al Bósforo.

Las habitaciones combinan elegancia moderna con toques tradicionales turcos y están equipadas con camas premium, baños de mármol con duchas de lluvia, bañeras profundas, productos Molton Brown y Ferragamo y tablets para controlar cortinas, luces y sonido.

El spa del hotel, una lujosa instalación ubicada en el nivel inferior, ofrece un ambiente tranquilo y refinado con servicios de relajación y bienestar que incluyen una piscina interior de 25 metros, salas de tratamiento, hammam (baño turco), saunas, vapor y gimnasio. Es el lugar ideal para relajarse y revitalizarse después de un día explorando la fascinante ciudad de Estambul.

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The Peninsula Istambul.

TURKISH AIRLINES: UN VIAJE DE LUJO

Viajar en la clase business de Turkish Airlines transforma el vuelo de 12 horas entre Ciudad de México y Estambul (con una pequeña escala en Cancún sin bajar del avión) en una experiencia cómoda y placentera. Los asientos se convierten en camas planas, complementadas con pantallas de 16 pulgadas, audífonos con cancelación de ruido y conexión Wi-Fi.

Además, la experiencia culinaria a bordo incluye platillos de influencias mediterráneas y una selección de vinos turcos e internacionales.

En el Aeropuerto de Estambul, el Turkish Airlines Business Lounge ofrece un espacio para relajarse y recargar energías antes del vuelo de regreso (13 horas, directo a CDMX).

Con zonas de descanso, salas de TV, suites con duchas, estaciones de trabajo, masajistas, barras de comida turca e internacional, simuladores de vuelo y golf, carritos de vinos y bebida y hasta un museo de la FIFA, este lounge es un oasis de lujo y confort. Es el lugar perfecto para terminar un viaje y prepararse para el siguiente sin caer víctima del jetlag.

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