Desde el momento en que llegamos al corazón Iztacalco, la vibra ya estaba encendida. En Viaducto y la entrada de la puerta 6 del Deportivo, justo la que conduce al Estadio GNP Seguros , se sentía que no era una noche cualquiera. La emoción flotaba en el aire y se mezclaba con el bullicio de miles de fans que parecían haber esperado este momento toda su vida.
Oasis en CDMX: el reencuentro de hermanos que unió a varias generaciones

El paisaje humano era un tributo viviente al britpop de los 90. Bucket hats, camisetas con logos icónicos, bufandas y chamarras que evocaban las portadas clásicas de Oasis desfilaban por doquier. No eran meras prendas, eran símbolos de una era que la banda no solo honra, sino que actualiza con su propio sello.
Liam y Noel ya no son solo recuerdos, sino presencias vivas. Cada paso hacia la entrada estaba musicalizado por coros espontáneos, canciones brotando de bocinas y voces que se unían en un himno a un movimiento que marcó a toda una generación.

La tarde avanzaba entre viento repentino y esas lluvias pasajeras que se han vuelto parte del ritual de la CDMX . No duran más de 20 minutos, pero dejan un eco en la gente, como si extendieran la espera y aumentaran la intensidad del momento: nostalgia, expectativa y una emoción que crecía con cada paso.
El primero en aparecer fue Cage the Elephant, encargados de abrir el escenario para Oasis. Todo funcionaba con puntualidad, como si el Big Ben cronometrara el evento.
La banda salió con un set cargado de energía desde el primer acorde y su repertorio conectó rápido con gran parte del público. Al mismo tiempo, se notaba que esa otra parte de la audiencia, la que había apartado lugar desde temprano, no se iba a mover de donde estaba porque su misión era clara: estar lo más cerca posible de Oasis, pero incluso ese sector se dejó contagiar por la vibra de los de Kentucky, entendiendo que el britpop y el rock alternativo siempre han compartido raíces y caminos.

Tras la explosión inicial, sobrevino una especie de intermedio, un periodo de gracia donde el público se reacomodaba y la energía se transformaba de explosiva a expectante. Aunque el foro todavía no lucía a su máxima capacidad, la sensación era que la gente seguía llegando, a sabiendas de que lo verdaderamente importante estaba por comenzar. Ni la lluvia que ya había dejado su huella mermó el entusiasmo. Más que un obstáculo, se integraba al paisaje de la noche. Había precaución, sí, pero también una esperanza compartida, como si cada gota recordara que los conciertos en la CDMX siempre se viven con una intensidad extra. Este ambiente, a medio camino entre la paciencia y la euforia contenida, preparaba el terreno para el momento cumbre.
Y entonces, en punto de las 9 de la noche, con una puntualidad quirúrgica, la banda de Manchester apareció en el escenario. Lo que siguió fueron aplausos, gritos, alaridos que parecían liberar años de espera contenida. Desde el primer acorde, Oasis rompió con cualquier parámetro de lo que habíamos visto en presentaciones recientes en la Ciudad de México.
Tocar en esta ciudad es un arma de doble filo: el público recibe a los artistas con una carga emocional que asegura el éxito, pero al mismo tiempo exige una entrega que pocos logran. Sin embargo, Oasis se mueve en otra dimensión. La clave reside en el peso de su historia: más de 16 años de separación, un periodo en el que la certeza de verlos juntos de nuevo fue una quimera. Presenciarlos en México era atestiguar un "milagro" que muchos habían descartado como imposible.

A pesar de su característica actitud distante, con Liam y Noel manteniendo ese aire frío y casi impenetrable, hubo destellos de complicidad. Noel Gallagher incluso esbozó una sonrisa en un par de ocasiones, un gesto pequeño pero cargado de significado que desató ovaciones. No hubo invitados sorpresa ni variaciones en un setlist ya conocido a lo largo de la gira , pero la cuestión no era esa.
El verdadero foco fue la conexión inquebrantable entre Oasis y su público, un lazo que ninguna separación pudo romper.
Cada tema —desde “Acquiesce” hasta “Slide Away”— resonó con la fuerza de un himno compartido. No se trataba solo de escuchar canciones, sino de habitarlas nuevamente, de gritar cada palabra como si fuera propia. En ese sentido, el concierto trascendió la suma de sus éxitos: fue un ritual colectivo que reafirmó por qué Oasis nunca dejó de ser parte de la memoria emocional de tantas personas.
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Lo cierto es que a la banda de Manchester poco se le puede reclamar. El sonido fue impecable, las pantallas estuvieron a la altura y la ejecución tanto de los Gallagher como de la banda que los acompañaba cumplió con creces lo que el público esperaba. Más que un concierto, fue una complicidad compartida: Oasis sabía a lo que venía y México sabía lo que exigía de ellos.
Los momentos más altos llegaron con “Wonderwall”, “Don’t Look Back in Anger” y “The Masterplan”, esta última convertida en un clímax inesperado que desbordó la emoción colectiva. Y es que, más allá de la perfección técnica, lo que se vivió fue una anécdota épica. Haber estado ahí es algo que muchos guardarán como insignia: “Yo vi a Oasis en México, yo fui testigo del regreso de la banda que definió al britpop”.

Porque Oasis es, al mismo tiempo, una contradicción andante y un fenómeno irrepetible. Son haters de sí mismos, de la industria, del público incluso, y aun así logran lo que nadie más: convertirse en working class heroes que, con actitud distante y canciones inmortales, consiguen que miles se rindan ante ellos.
Haber estado ahí es algo que muchos guardarán como insignia: 'Yo vi a Oasis en México, yo fui testigo del regreso de la banda que definió al britpop'.
No hace falta llamarlo bíblico, como Liam Gallagher suele hacerlo, pero sí rozó esa perfección idealizada de lo que debe ser un concierto: una banda en plenitud, un público entregado y un instante irrepetible donde todo encaja. Al final, la música no siempre necesita conclusiones épicas ni explicaciones profundas. A veces basta con estar ahí, entender el momento, dejarse llevar y cantar cada verso como si fuera propio. Y eso, precisamente, es lo que Oasis volvió a regalar.

Setlist de Oasis en CDMX (12 de septiembre)
Hello
Acquiesce
Morning Glory
Some Might Say
Bring It Down
Cigarettes & Alcohol
Fade Away
Supersonic
Roll With It
Talk Tonight
Half the World Away
Little By Little
D'You Know What I Mean
Stand by Me
Cast No Shadow
Slide Away
Whatever
Live Forever
Rock N' Roll Star
Encore:
The Masterplan
Don't Look Back In Anger
Wonderwall
Champagne Supernova