¿Cómo te afectó la muerte de tu padre?
Aún no termino de procesarla. Lo que sí es que perdí a uno de mis lectores más agudos y precisos, que me daba las mejores retroalimentaciones. Siempre leía mis textos de principio a fin. Me hace mucha falta en ese sentido. Él nunca dejó de educarme.
¿Y qué hay de la educación y la disciplina física?
Esa la desarrollé yo. Como todo mundo me madreaba en la colonia por mi altura y lo güero, me tuve que poner mamado y ser el más madreador de todos, porque sino me iba muy mal.
Siempre he creído que la organización es mucho más importante que lo que hagan los gobiernos. Los vacíos de poder siempre se llenan y qué mejor que seamos los ciudadanos.
¿Esas experiencias físicas extremas se traducen en tu literatura?
Claro, se van a mi forma de escribir. Pelear hace que empieces a leer señales. Te das cuenta por dónde viene la amenaza, cómo defenderte. Empiezas a tener más picardía. Yo me iba a la escuela en camión desde los 10 años y me guardaba un cuchillo en la manga, para poder sacarlo rápido, porque llegaban a madrearme por ser un niñote, pero con un cuchillo emparejaba la cosa. El barrio fue la mejor experiencia que pude haber tenido, y también el monte. Son lugares en los que aprendí y me permitieron escribir tanto El salvaje como Salvar el fuego.
Mucho de lo que pasa en Salvar el fuego es si no biográfico, bastante autorreferencial.
Es que tiene que estar empapada por lo que pasa en tu vida personal y la vida social, por lo que pasa a tu alrededor. Si llueve en el mundo, llueve en mi novela, si a mí me duele la rodilla, a uno de mis personajes también. No es que me afecte la realidad, me influye.
¿Cuáles serán los efectos de la pandemia de Covid-19?
La violencia se va a agudizar. Lo que me preocupa es que no se puede estirar tanto el pacto social y estoy cansado de esperar que el gobierno nos resuelva la vida. Soy anarquista, entonces que chinguen a su madre porque los políticos no me representan gran cosa. Siempre he creído que la organización es mucho más importante que lo que hagan los gobiernos. Los vacíos de poder siempre se llenan y qué mejor que seamos los ciudadanos, los buenos.
La disciplina y la perrez
Los escritores son sus obsesiones, ¿cuál es la tuya?
La cacería. Empecé por una pulsión desconocida y aún es la razón por la que cazo. La sentí a los tres años. A esa edad ya sabía que lo que me gustaba eran las mujeres y la caza. Iba en el kínder y estaba feliz de que hubiera niñas a mi alrededor; por ellas me hice escritor, porque yo era muy tímido y escribiendo me di cuenta de que organizaba mejor lo que quería decir. A los tres, también estudiaba a los animales y les tenía un amor profundo. Sé que como cazo, a mucha gente le parecerá una contradicción.
Para poder hacerla en el deporte o en la vida, necesitas gran disciplina, y esa la aprendí ahí. Si quiero llegar al máximo nivel debo de tener disciplina y rigor.
¿Te resulta difícil en estos días justificar la cacería?
Es que no saben de qué se trata. Piensan en un tipo que mató con un rifle a un elefante, pero cuando les explico el proceso —yo solo cazo con arco—, dejo en claro que siento que pertenezco a la naturaleza gracias a ese ritual. Cazar no significa contemplar, sino ser parte activa de la naturaleza y saber de dónde viene mi comida. Yo sí sé lo que sufrió el animal al morir y por eso jamás desperdicio carne en un restaurante, porque era una vida valiosa; yo no dejo ni un camaroncito. Muchos piensan que la cacería es un deporte, pero no, es un rito. Es terrible matar a un animal como para considerarlo un deporte. Se siente muy cabrón. Pero cazar es lo único que me permite conectar con quien soy.
El basquetbol es otra de tus pasiones. ¿Qué te atrae de él más allá de lo deportivo?
Para poder hacerla en el deporte o en la vida, necesitas gran disciplina, y esa la aprendí ahí. Si quiero llegar al máximo nivel debo de tener disciplina y rigor. También jugué futbol en las reservas de Pumas, pero mi pasión no era como la de mi vecino, Alfredo Tena, que llegó a ser capitán de la Selección Nacional. En él veía la disciplina para estar en primera línea, pese a sus muchas limitaciones técnicas. Aprendí que esas limitaciones no importan tanto, lo fundamental es tu empuje. Esa perrez es lo que admiro de atletas como Michael Jordan o Rafael Nadal, y de escritores como Gabriel García Márquez, Octavio Paz y William Faulkner.