Tenoch no rompió la tradición y nombró a su hija Atzin, que en náhuatl significa “agua venerable o sagrada”. “Sí, ya me preguntó por qué le pusimos así y le dije que porque era el agua de vida que había llegado a lavar mi corazón y hacerme mejor persona. Se emocionó mucho”, cuenta el actor.
Así como Tenoch reconoce la carga cultural de su nombre y el de su hija, también entiende que todo acto puede tener una connotación política. Trata de solo basar sus decisiones artísticas en la calidad del guión, pero confiesa que en ocasiones su rechazo a trabajar en ciertos proyectos ha tenido que ver con el subtexto de la trama que está cargada de planteamientos que van en contra de su ideología progresista y de conciencia de clase.
“Claro que me gustaría protagonizar una comedia romántica, pero la gran mayoría de las que hacen en México tienen una estructura muy racista y clasista. Y si no soy jodido, sufridor o ratero, no tengo posibilidad de aparecer. Sería revolucionario que una película de ese género tuviera a un actor como yo y, al mismo tiempo, también sería triste que así sea hasta tanto tiempo después, en un país donde 80 por ciento de la población tiene mi tono de piel”.
Está de acuerdo en que rechazar un papel o proyecto puede ser una declaración política. Ya le sucedió: “A un director le dije que no porque todos sus protagonistas eran blancos y los antagonistas, morenos. Me dijo que no era cierto y yo casi le saco la escala de colores de Pantone. Hasta me dijo: ‘Yo incluso tengo amigos morenos’. Ah, pues muchas gracias, güey, espero que no me cuentes dentro de ellos. Mira, no estoy diciendo que este sea un tipo vil, es reflejo de una cultura en la que vivimos tan inmersos que no alcanzamos a ver. Pero la verdad es que la principal razón por la que rechazo guiones es porque están mal escritos”.
Tenoch, quien ha figurado en la series Narcos: México y Blue Demon, admite que durante muchos años se contó a sí mismo la historia de ser un hombre que se abrió camino por cuenta propia. “Me creí lo del self made man, pero con el tiempo me di cuenta de que aunque vengo de la clase media baja, tuve muchos privilegios”. Entre ellos está, dice, haber crecido en una familia amorosa y tener un padre que lo obligó a inscribirse a clases de teatro y jugar futbol americano para mantenerlo centrado. “Sin esos privilegios mi vida hubiera sido otra, por eso hablo, porque hay mucho a los que solo les hace falta un empujoncito, una oportunidad”.
Ahora, desde su posición como actor reconocido, le molesta el discurso de aquellos que tienen movilidad social y se vanaglorian como ejemplo a seguir. “Estoy en contra del ‘echaleganismo’ y la meritocracia, porque hay gente que está tan hundida en el círculo de la pobreza que no podrá llegar ni siquiera a tener una oportunidad: 90 por ciento de los que nacen pobres, morirán pobres. Así son los datos, así de cabrón es el problema. Por eso no puedo cuando dicen: ‘Échenle ganas, que sí se puede’, o peor: ‘Pinches jodidos, si le chingaran como yo, saldrían adelante’. No es así”.
Tenoch cree que para progresar es necesaria una ruptura ideológica a nivel colectivo. “Nos han enseñado que hay un pastel y una fila en la que solo con tu esfuerzo avanzas más rápido de lugar. Como actor me ha tocado estar al frente de la fila y entendí que la vida no se trata de estar al frente, sino de romper la fila y hacer un círculo alrededor del pastel: así a todos nos toca un pedazo. Yo ya no creo en filas, sino en círculos de empatía y solidaridad”. Al escucharlo, le digo que suena más a periodista político que a actor. Sonríe: “El periodista debe encontrar la belleza dentro de la realidad. Eso lo llevo a la actuación y me doy cuenta de que los personajes que creo los construyo partiendo de la realidad. Por eso a mí me gusta interpretar a seres humanos rotos, porque ahí encuentro cierta belleza”.