Todos los esfuerzos que rodean el lanzamiento de productos como los nuevos modelos Portugieser servirían de poco sin un factor que para Christoph Grainger-Herr, CEO de IWC, es clave. “En el centro de todo está un diseño que sigue siendo moderno, relevante y atemporal, y que funciona para cualquier grupo de edad”, asegura. “No hay nadie a quien no le guste un buen diseño. La comunicación, la distribución, los materiales, cómo hablamos de la colección, todo eso cambia con el tiempo porque los gustos, las expectativas y los hábitos de las personas también cambian. Pero en el corazón de todo está un diseño hermoso”.
Los relojes de IWC para vivir una aventura perfecta en altamar
En el caso del Portugieser, esta reflexión se sustenta en un hecho inobjetable: es la colección con mejores ventas de la firma suiza, que en 2020 la renueva y anuncia una colaboración con la marca italiana de yates de lujo Solaris Yachts. “Portugieser es la expresión de lo que representa IWC: ingeniería creativa combinada con la idea de que un reloj es un instrumento para la muñeca con excelente legibilidad. Es lo que siempre hemos sido”, añade Grainger-Herr en entrevista con Life and Style.
La historia le da la razón. El reloj que inspiró la línea Portugieser tenía una estética tan pura como los actuales, pero nació a contracorriente. La anécdota que cuenta IWC es que, a mediados de la década de 1930, dos hombres de negocios portugueses encargaron a la manufactura un reloj de pulsera con la precisión de un cronómetro marino. Era una solicitud extraña porque la moda en esos días eran los guardatiempos pequeños y de estilo art déco.
En 1939, los relojeros de la marca encontraron una solución ingeniosa: pusieron el mecanismo de un reloj de bolsillo para cazadores muy preciso en una caja redonda de 41.5 milímetros de diámetro, un tamaño considerable para la época. La esfera, abierta y limpia, se diseñó como los relojes de cubierta que IWC hacía para la Real Armada Británica y que eran muy fáciles de leer, pues también se usaban como instrumentos de navegación. Así nació la referencia 325, con números arábigos aplicados, manecillas delgadas tipo feuille, realce simple y pequeño segundero a las 6 horas.
“Eso sentó las bases del ADN del Portugieser y su diseño se volvió un clásico”, dice el CEO. “Lo hermoso de una colección como esta es que, aunque sus códigos se remontan a más de 80 años —con un desarrollo progresivo—, su diseño es contemporáneo y no se siente vintage. Todos los Portugieser lucen tan modernos ahora como el de 1939, y esperamos que así sea durante los próximos 100 años”.
La elegante sencillez y las dimensiones del 325 lo convirtieron en un producto adelantado a su era, tanto que para los años 80 apenas se habían producido unos cientos de ejemplares. IWC lo resucitó en 1993 para conmemorar su 125º aniversario y lo bautizó Portugieser por aquellos portugueses. Dos años después, presentó otro modelo muy importante en la evolución de la colección.
“El verdadero diseño decisivo del Portugieser es el de 1995, ese cronógrafo relativamente joven que se ha vuelto muy emblemático en la industria relojera”, afirma Grainger-Herr. “Tiene un equilibrio perfecto entre elegancia clásica y deportividad, y no envejece”.
Con esa base, años más tarde comenzaron a elaborar modelos más complicados. El primero, en 2003, fue el Portugieser Calendario Perpetuo y después, en 2010, el Portugieser Yacht Club, el primer cronógrafo sport elegant de la casa, basado en un reloj de 1967. Todos ellos se tomaron en cuenta en la alineación de 2020, además de algunas sorpresas.
ESTRELLAS DE MAR
Nuestro recuento de la colección empieza con el Portugieser Automático 40, que recupera la estética de la referencia 325 con el segundero pequeño a las 6 horas y un diámetro de caja reducido (40 milímetros). El mecanismo, como los de todas estas novedades, se fabricó totalmente en la manufactura de IWC. Hay cuatro versiones en oro rojo o acero.
El Portugieser Automático clásico mide 42 milímetros y tiene segundero pequeño e indicador de reserva de marcha a las 3 y las 9, respectivamente. Hay dos versiones nuevas: una de oro rojo con esfera azul, y otra de acero con esfera burdeos. En el caso del Portugieser Cronógrafo, con caja de 41 milímetros y mecanismo automático, hay tres: una de acero con esfera burdeos, otra de acero con esfera verde y la tercera de oro rojo con esfera azul.
En cuanto a los relojes complicados, destaca el Portugieser Calendario Perpetuo 42, que por primera vez tiene un movimiento hecho por IWC. La marca tuvo una aportación esencial para esta complicación en los años 80, cuando su ingeniero Kurt Klaus creó un módulo que permite ajustar todas las indicaciones del calendario perpetuo —fecha, día, mes y año bisiesto— con la corona (por lo general, se hace con varios pulsadores). Está disponible con caja de 42 milímetros en acero, oro rojo o Armor Gold, y calibre automático.
Asimismo, hay dos ediciones limitadas de guardatiempos muy especiales: el Portugieser Tourbillon Calendario Perpetuo y el Portugieser Tourbillon Rétrograde Cronógrafo, con indicación de fecha retrógrada.
“Las piezas complicadas muestran el ADN relojero y la credibilidad de IWC, pero también enfatizan la idea de que tenemos una colección completa de instrumentos náuticos de pulsera, en especial cuando ves el Portugieser Calendario Perpetuo, con la precisión de su fase lunar, o el elemento de navegación del Portugieser Yacht Club Luna y Mareas”, comenta Grainger-Herr. “Son funciones reminiscentes de los instrumentos que tiene el capitán de un barco, pero compactadas en estas maravillas para la muñeca”.
Entre todas estas estrellas de mar sobresale el Portugieser Yacht Club Luna y Mareas, el primer reloj de la casa que incorpora, a las 6, un indicador de mareas que señala la llegada de la próxima marea alta o baja, complementado con un indicador doble de fase lunar, a las 12, que se ha mejorado para mostrar las mareas vivas (especialmente fuertes) y muertas (mucho más débiles). Su caja mide 44.6 milímetros y es de oro rojo con esfera azul. Está equipado con un mecanismo de carga automática.
Por último, en la tercera generación del Portugieser Yacht Club Cronógrafo debuta un brazalete de acero o de oro rojo y acero. Es un guardatiempo muy masculino, con caja de 44 milímetros en acero o acero y oro rojo, y movimiento automático. Tiene la configuración propia de los cronógrafos de IWC con el pequeño segundero y la fecha a las 6 y un totalizador a las 12, aunque por su carácter deportivo, este último combina contador de horas y minutos.
La renovación de los Portugieser Yacht Club ha inspirado otra colaboración de IWC con Solaris Yachts, que desde 1974 construye yates de lujo. Durante años, los clientes de Solaris han podido adquirir un reloj edición especial de IWC, pero ahora existe la opción de equipar los yates con instrumentos meteorológicos —barómetros, higómetros y termómetros— con el diseño de los modelos de IWC.
La entrevista con Grainger-Herr ha sido vía Zoom, como corresponde en época de cuarentena. El CEO piensa que un producto como el Portugieser se ajusta a un momento como este, porque representa un tipo de lujo sutil y discreto. “Es un instrumento de calidad, todos los mecanismos está hechos en nuestra manufactura, lo que habla mucho de quiénes somos como relojeros”, señala. “Representa el tipo de consumo que tratamos de promover al salir de esta situación: comprar algo con diseño atemporal y muy bien hecho, producido y vendido con responsabilidad en términos del impacto social y ambiental, y duradero por su calidad”.
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“Estamos en una industria que habla sobre tener confianza en el futuro y una actitud positiva, sobre la ambición humana y nuestra capacidad para soñar”, finaliza Grainger-Herr. “Como industria, tenemos que transmitir optimismo y crear cosas con las que la gente se sienta bien. Un gran diseño unido a un excelente trabajo artesanal, con una forma muy responsable de hacer que ese objeto dure para siempre, es un mensaje muy alentador”.