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"La migración es un trauma del que no te recuperas": Audry Funk

La mexicana Audry Funk presenta su sencillo "Barrio y diáspora", un retrato de la vida del migrante.
dom 06 junio 2021 06:00 AM

Con el sencillo "Barrio y diáspora", la cantante Audry Funk continúa su lucha por un mundo más honesto e igualitario, ahora desde el punto de vista del migrante. Platicamos con la cantante sobre este nuevo material, que ya está disponible en las principales plataformas de streaming.

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¿Cómo fue el proceso de creación de “Barrio y diáspora”?
Llevo mucho tiempo haciendo música, desde los 15 años (estoy por cumplir 34), pero mucha parte de mi carrera la hice en México, hasta que hace ocho años migré a Estados Unidos –vivo en el Bronx, Nueva York–, y claramente la música nunca se ha ido de mí. Hacer música es mi sustento emocional. Aquí he conocido a mucha gente del circuito de la música, y en la pandemia se me fue toda la chamba, al igual que a mucha gente. Fuera del lado malo, a muchos nos hizo bien porque pudimos colaborar con gente a la que le decíamos “ay, luego hacemos algo”, y el “luego hacemos” nunca llegaba. Un amigo argentino, Diego Cebollero, me mandó una pista y me dijo “Audry, yo siento que esto es para ti”. El proceso anterior fue que subió a Instagram una milonga que él compuso, y un compa de Brooklyn, Jett Carter, lo tomó e hizo un video. Lo escuché y dije “sí, es para mí”. Es un track muy poderoso porque es alguien de Brooklyn, alguien de Argentina y yo de México, y todos estamos viviendo en esta diáspora neoyorquina.

Y Jett es de familia africana, ¿cierto? En todos hay algo de migrantes.

Claro, todos vivimos en este contexto. Me encanta decir que es banda que viene de África y se pone ropa de su país pero no deja de usar Air Jordan . Esta mezcla es Nueva York. Es lo que vivimos. Comer chile relleno con queso dominicano… esto es lo que nos ha fundamentado a muchos migrantes. Tanto a los que nacieron aquí como a los que llegamos. Quería retratar esto porque desde hace mucho hablo de temas feministas, pero también de decolonialidad. El ser una mujer mexicana, morena, racionalizada en este país, me ha cambiado la visión de mí misma y de lo que me atraviesa. Quise hacer una historia de lo que me atraviesa a mí y a otras personas, a las y los migrantes. Nos enfrentamos a cosas diferentes, pero hay puntos de convergencia.

Tú eres la voz de la canción, pero, independientemente de que estés reflejando una situación que representa a miles de personas, este proyecto involucra a dos artistas en situaciones similares. ¿Qué tanto los involucraste en la letra?

Los involucré en todo. Fue una creación colectiva en la que todos tuvimos palabra. Jett no habla español pero le tradujimos todo. Cuando Diego escuchó la letra me dijo: “Esto es justamente lo que yo he sentido durante todo este tiempo y me lograste sacar las palabras sin yo siquiera hablar”. Fue muy bonito porque todo fue en equipo, pandemia-style. Por Zoom, mails… fue un proceso largo pero exitoso porque salió.

¿Cuál fue el reto, precisamente, al grabar en esta situación?

Lograr la mezcla. Fue muy retador porque si lo hubiéramos hecho in-situ hubiera sido un proceso más light. Este lleva y trae, mail tras mail, fue difícil. Luego nos mandaron el master, que también fue otro proceso engorroso. No lo sacamos hasta tener algo que nos gustara a todos. Para mí no fue tan difícil porque yo ya estaba acostumbrada a trabajar así: grabo mi voz en mi casa y la mando a México, pero esta vez éramos más.

Te fuiste a Estados Unidos relativamente grande, a los 24. No es como llegar, digamos, a los 5, cuando la identidad migrante se vuelve parte de tu naturaleza. ¿Cómo es esa transición de ser etiquetada como mexicana y luego pasar a ser migrante? ¿Qué tanto se vuelve parte de tu identidad en el día a día?

Yo viví en otros lugares. Hice un año de la universidad en Chile, viajé mucho por largas temporadas a España porque mi hermana estaba ahí y yo buscaba cosas que hacer, pero siempre existía un regresar. Ahora, cuando me doy cuenta de que esta vez este regresar puede pasar o no, que voy a ser “mexicana en Nueva York” por quién sabe cuánto tiempo, porque sigo sin saber si quiero regresar o no, fue muy duro. Fueron dos años de depresión súper intensa. Tenemos que hablar también de eso porque en nuestras culturas no es algo que se tome en cuenta, y la gente te dice: “Pero ya estás aquí, chíngale”. Y sí, yo sé que tengo que hacer cosas, pero mi salud mental está mal y no le encuentro sentido a la vida y no sé qué hacer. Descubrí que la migración es un trauma del que nunca te recuperas y aprendes a vivir con él. Aprendes a aceptarlo, entenderlo, te rifas el físico con él, pero nunca estás completamente presente; siempre hay un: “cuando vivía en México…”. Siempre hay una añoranza del terruño, pero también cuando regresas –si tienes la oportunidad, porque hay gente que no la tiene– ya tampoco te hallas en ese lugar. Te fuiste mucho tiempo y no entiendes cómo avanzó la vida en el lugar del que tú eres. Cuando eres migrante, eres migrante; es una condición que nunca dejas de ser. No eres mexicano, ni gringo, sino una tercera identidad. Es una identidad de la que poco se habla pero existe.

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¿Qué te hace sentir en casa?

Mi idioma. Juntarme con otras mexicanas. Me junto con otras mexicanas que hacen arte y tenemos mucho en común, pero también escucho música que escuchaba de morrita. Ni siquiera ranchera, sino Antidoping o cosas que me gustaban. Con eso recuerdo quién soy y qué me formó. También la comida; intentar cocinar cosas con lo que tienes acá, aunque no sea igual. Esas son cosas con las que abrazo mi identidad.

Llegaste a Estados Unidos como indocumentada. ¿Qué te hizo tomar esa decisión?

La juventud y la estupidez. A mí me trajeron a tocar aquí un concierto y conocí a la persona de la que me enamoré. Comenzamos a hablar y me dijo; “yo creo que la única manera en que tal vez funcionemos es si tu te vienes acá”. Y yo estaba agotada de México porque no me estaban haciendo caso en mi carrera. Ya tenía cierto nombre pero no veía hacia dónde crecer. Había terminado la universidad y no sabía qué hacía. La típica crisis de los jóvenes de “¿y ahora qué? Ah, trabajo. Son cinco mil pesos al mes”. Y pensé: de irme a intentar allá a buscarme oportunidades económicas para hacer más música, a estar aquí tronándome los dedos esperando a ver qué va a ser de mí, además de cultivar el amor… pues vas. ¿Qué puede salir mal? Las mejores aventuras de la vida comienzan con un “chingue a su madre”. No tenía ninguna propuesta, no sabía nada, estuve aquí cuatro años hasta que me casé con mi compañero. El quiso casarse luego luego pero yo primero quería ver si funcionábamos.

La música latina está en uno de sus mejores momentos, al grado que la escuchan en lugares donde ni siquiera es común que se hable español. ¿A qué crees que se deba?

Justo por el fenómeno de la migración. Tenemos una presencia que no puede ser ignorada. En esta ciudad, por ejemplo, el segundo idioma que más se habla es español, y no sólo mexicano, sino de las culturas caribeñas, centroamericanas y sudamericanas, y con eso viene la música. Pienso en Snoop Dogg cuando colaboró con la banda MS: eso es un híbrido causado por la migración y la diáspora. Es el hecho de que el mercado gringo está aceptando la música latina, y la música latina está saliendo al mundo, porque al final la cultura gringa controla la industria. A la gente en Alemania, por ejemplo, le encanta mi música. ¿Cómo te vas a imaginar que un pueblito que se llama Rudolstadt vas a llenar un venue de trescientas personas? Y eso a niveles como el mío, que soy independiente.

En "Barrio y diáspora" usas una frase muy sencilla pero poderosa: “el mundo es de quien lo construye”. ¿Tú qué mundo estás construyendo con tu música?

Uno más honesto, más justo, más igualitario para las personas sin privilegio. Eso es lo que intento construir. Por eso lo nombro: para que exista.

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