Indecisa sobre aceptar el protagónico en esta historia, que exigiría escenas de sexo explícito con el actor Gustavo Sánchez Parra, le marcó a su madre, Joaquina Rosenda, a su natal Porfirio Díaz, Oaxaca, para que la aconsejara.
“Me dijo que no entendía mucho, pero que yo siempre había tomado buenas decisiones: ‘Así que si lo quieres hacer, hazlo, pero no con miedo, porque sino no lo vas a hacer bien. Párate maciza, fuerte’”,
Protagonizó Año Bisiesto, ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes y que también le dio a Mónica el Ariel a Mejor Actriz; pero no pudo recibirlo personalmente porque protagonizaba una obra en París y, en su lugar, fue su madre quien recibió el galardón.
Una década después, Mónica ha vuelto ha ganar el Ariel, esta vez en el rubro de Coactuación Femenina, por su papel en Asfixia (2019), drama de la cineasta Kenya Márquez en la que interpreta a Conchita, trabajadora de una farmacia que, pese a la violencia que sufre por parte de su pareja, sueña con casarse. Aunque es un drama, Mónica demostró que la comedia forma parte de su rango como actriz.
“A partir de Año Bisiesto se me encasilló, pero también me gusta hacer reír y cuando leía al personaje de Conchita estaba muy emocionada porque tenía muchos matices, pero profundos para no caer en el cliché”.
También evita los estereotipos. Su carrera, a diferencia de muchos actores que alternan con la televisión —sobre todo ahora con la sobreoferta por las plataforma de streaming—, ha transcurrido sólo en cine para ser congruente con su discurso y no traicionar su historia. “Hace mucho tiempo me ofrecían en una novela o serie una trabajadora doméstica, pero que explotaba a otra trabajadora domestica y yo pensaba que no tenía razón para hacer un personaje así”.