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OPINIÓN | En el arte están todos nuestros misterios, por León Krauze

El escritor y periodista León Krauze busca una respuesta a la especial conexión del ser humano con el arte.
sáb 01 marzo 2025 12:00 PM
Ilustración del perfil de una persona con el fondo en forma de cielo estrellado y en medio de su cabeza otra persona flotando.
León Krauze escribe una columna de opinión sobre la relación del arte y su impacto en la vida humana.

Desde que el ser humano plasmó su mundo en los muros de las cuevas, como ocurrió en Altamira, donde se descubrieron algunas de las primeras manifestaciones artísticas que conocemos, el arte ha sido un faro en tiempos de incertidumbre. Hoy, en un mundo digitalizado donde domina la inmediatez, el arte nos ofrece un espacio para contemplar y reflexionar. Nos invita a detenernos, observar, sentir y pensar.

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En mi novela La Gran Desaparición, exploro el poder transformador de la pintura. André, un guardia del Louvre, enfrenta un misterio mágico: los personajes de las pinturas más hermosas del mundo comienzan a desaparecer. “La Mona Lisa”, epicentro del relato, simboliza el impacto del arte en nuestras vidas. Cada año, más de 10 millones de personas visitan el Louvre, y cerca del 80 por ciento lo hacen principalmente para verla. Sin embargo, en nuestra obsesión por capturar su imagen con teléfonos, olvidamos detenernos y observarla realmente. Este fenómeno refleja cómo las pantallas median nuestra experiencia artística, reduciéndola a pixeles.

A medida que André se adentra en el misterio, descubre que el arte puede ser mucho más que contemplación: las pinturas lo guían hacia el verdadero propósito de su vida. Este viaje personal no solo resalta el poder del arte para transformar a un individuo, sino que también invita al lector a reflexionar: ¿no podría el arte hacer lo mismo por todos nosotros? En un mundo saturado de estímulos vacíos, el arte puede ser una brújula para ayudarnos a conectar con nuestras emociones, nuestros valores y nuestro sentido de trascendencia.

Este viaje personal no solo resalta el poder del arte para transformar a un individuo, sino que también invita al lector a reflexionar: ¿no podría el arte hacer lo mismo por todos nosotros?

Aquí resuena Walter Benjamin, quien en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica advierte que la reproducción técnica roba al arte su “aura”, su esencia única y original. En un mundo lleno de imágenes digitales, corremos el riesgo de desconectarnos de su verdadero significado. En mi historia, el desvanecimiento de los personajes en las pinturas es una metáfora de este peligro: el arte pierde su magia cuando dejamos de apreciarlo en su forma más pura.

El arte es testimonio de nuestra capacidad creativa, prueba de que somos más que simples productores y consumidores. Cada obra es una ventana a la mente del creador, una invitación a ver el mundo desde otra perspectiva, a explorar realidades alternativas y cuestionar nuestras propias percepciones.

En tiempos de crisis globales, el arte nos recuerda nuestra humanidad compartida. Trasciende fronteras y culturas, hablando un lenguaje universal de formas, colores y sonidos. Nos une en la apreciación de lo sublime y reafirma que compartimos la capacidad de crear y admirar belleza.

El arte también es un espejo de la sociedad, reflejando sus valores, miedos y esperanzas. Los artistas contemporáneos abordan temas como el cambio climático, la desigualdad o la crisis de identidad, invitándonos a reflexionar y actuar. El arte callejero, por ejemplo, transforma las ciudades en galerías abiertas, democratizando la expresión artística y cuestionando qué es el arte y dónde pertenece.

Más allá de su valor estético, el arte es un refugio. Nos sana y renueva en momentos de estrés y ansiedad.

Más allá de su valor estético, el arte es un refugio. Nos sana y renueva en momentos de estrés y ansiedad. Crear arte permite procesar emociones difíciles y encontrar paz interior. Contemplar una obra puede ser una forma de meditación, un instante de conexión con algo más grande que nosotros.

Sin el arte, perderíamos nuestra alma. Es vital aprender a contemplarlo, a estar realmente presentes. En cada obra, si prestamos atención, podemos encontrar respuestas a los misterios que nos rodean… y quizás, al verdadero propósito de nuestras vidas.

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ACERCA DEL AUTOR

León Krauze nació en la Ciudad de México en 1975. Cuando era niño soñaba con ser pintor o jugar futbol de manera profesional. Terminó siendo periodista. Actualmente es colaborador de The Washington Post, El Universal y editor de la revista Letras Libres. En 2005 publicó El vuelo de Eluán, su primera novela de fantasía. Todavía se sienta frente al caballete.

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