Cuando Daniela Muñoz Jiménez habla, el entorno se vuelve más calmo. Con paciencia, la médica indica a sus pacientes qué medicinas deben pedir, escucha sus inquietudes y responde cuáles son los efectos secundarios que podrían sentir; sonríe y termina la consulta. Una tras otra sin perder la paciencia ni esa tranquilidad en la voz. Lo mismo sucede cuando hablamos: la serenidad y detalle con los que contesta mis preguntas da una buena idea del por qué tantas personas buscan a esta doctora que dedica toda su fuerza y energía a hacer “que no duela existir”.
La libertad de vivirse trans: entrevista con Daniela Muñoz Jiménez
Daniela es la fundadora de TransSalud, un proyecto que inició a mitad de la pandemia con la idea de proveer servicio de salud digno y a distancia a personas trans, una población que normalmente es poco tratada (y maltratada) en el servicio público y que, en una situación excepcional de emergencia sanitaria global, se vio aún más vulnerada. La necesidad hizo que el proyecto creciera como la espuma. En un inicio, la idea era atender a entre cinco y seis personas a la semana; en realidad eran cinco o seis a diario y, de enero de 2021 a la fecha ya son 2,300 pacientes.
Además, al principio era la única que proveía de atención médica en la Ciudad de México pero, tres años después son ya 30 especialistas procedentes de 13 países los que colaboran con la iniciativa. “TransSalud nace de la necesidad y del dolor de una comunidad entera. Gran parte de los emprendimientos de Latinoamérica suceden a través de una necesidad, a través de un dolor”, dice en entrevista para Life and Style. “Creo que TransSalud explotó porque reúne la oferta perfecta de una demanda: atención a costos accesibles. Y accesibles entre comillas, porque aunque cueste 280 pesos, hay personas que me dicen que ahorraron dos meses para poder pagar la consulta”.
¿Dónde y cuándo aprendimos como humanidad a odiar lo que no conocemos?
Daniela, que también es filósofa, habla sin tabúes sobre el dolor: el dolor de transicionar, el dolor de la injusticia, y el dolor de enfrentarse a un mundo que constantemente cuestiona las existencias trans. Pero se le dibuja una sonrisa cuando habla sobre la libertad de ser trans y sobre su compromiso radical para que las injusticias que atraviesan a su comunidad no sean tan lacerantes.
“El tiempo es el gran remedio del dolor humano porque lo cambia y lo ajusta todo. Las personas cambian con el tiempo, sanan dolores, sanan heridas. En mi caso, también ha sido importante la insistencia en mostrarle a mi familia que sí soy feliz, que sí soy libre. Claro que he tenido caídas, pero han valido el esfuerzo y lo han visto mi papá, mi mamá, mis hermanes y eso les hizo darse cuenta de que no todo estaba perdido”.
Me dedico a gastar mi tiempo de vida al servicio de mis utopías y una de ellas es entregar un mundo que no duela.
Y precisamente en este tiempo de sanar, de crecer, de idear, de crear y acompañar, Daniela y el equipo que la rodea —incluido su papá que también es médico y se unió a dar consultas— han ido más allá: además de consultas clínicas, también impulsan acceso a servicios educativos y una bolsa de trabajo para la comunidad a través de la vertiente Transsversidad, con alianzas con empresas como Google, Coursera o Platzi, entre otras, o acercando información sobre cursos en universidades como Harvard o la UNAM.
Con su trabajo, se está convirtiendo en una mujer histórica que toma el relevo de la lucha de las abuelas trans mexicanas —como Emma Yessica Duvali o Denisse Valverde— que pusieron el cuerpo para ganar espacios y derechos.
Hoy, las activistas como Daniela defienden lo ganado y con su trabajo pelean visibilidad, respeto y el derecho a una existencia sin miedo.