Mientras se maquilla los ojos y usa un poco de base frente a la cámara de su iPhone rosa, Diego Carreto reflexiona sobre la comunidad LGBTIQ+, especialmente sobre las relaciones entre hombres cisgénero gays. Al contrario de su voz, que suele ser suave y tranquila, sus observaciones son afiladas: “las relaciones de amistad entre varones homosexuales es casi inexistente” y, asegura que “no hay comunidad entre varoncitos gays”.
Abrazar el lado femenino sin temor al masculino: entrevista con Diego Carreto
Diego, el primer locutor de radio abiertamente gay en León, Guanajuato, una ciudad conservadora, ahora es creador de contenido. Durante la pandemia, comenzó a difundir videos en TikTok e Instagram y sus publicaciones sobre la historia LGBTIQ+ mexicana comenzaron a llamar la atención. Ahora, además de historia, también hace observaciones importantes sobre su comunidad y, entre otras cosas, reflexiona sobre la necesidad de relacionarse desde la ternura, la comprensión y la escucha.
Criado solo por su mamá que jamás lo restringió en sus comportamientos, gustos e incluso el acceso a su propio maquillaje, Diego creció en un ambiente libre que no coartó su orientación. Sin embargo, como muchos hombres gay en México, también creció muy solo y bajo el acoso escolar de compañeritos que no entendían su forma de expresarse.
Y cuando ya como un adolescente mayor de edad (además de neurodivergente) comenzó a relacionarse con otros jóvenes gay, se dio cuenta de que la comunidad que tanto añoraba tampoco lo trataba de la forma comprensiva que él esperaba. “Poco a poco fui viendo que realmente no hay comunidad entre varoncitos gays y nadie habla sobre eso”, dice en entrevista con Life and Style.
Hay varoncitos de la comunidad gay que le tienen mucho miedo a su lado masculino y, del otro lado, hay machitos que le tienen pavor a la feminidad.
Como creador de contenido también atraviesa esta falta de comunidad y apoyo. Sorprendentemente (o tal vez no), las críticas y ataques más duros que recibe en redes sociales son de hombres gay hípermasculinos, mientras que las personas queer y no binaries son más abiertas a escuchar y compartir opiniones.
Para él, la agresión de la que a veces es objeto es un comportamiento de supervivencia: ser gay en escuelas donde el bullying es el pan de cada día ya es bastante malo, pero ser gay “y demostrarlo” es aún peor. “Creo que la gran mayoría de los gays y las masculinidades dentro de la comunidad LGBTIQ+ más estereotipadas lo hacen por supervivencia, hay un contexto de vida detrás”.
Curiosamente, no ha encontrado espacios entre su generación para discutirlo y reflexionarlo en conjunto, pero sí ha hallado más eco entre personas más jóvenes —de entre 15 y 16 años— que de pronto lo buscan para abordar estos temas e, incluso, para formar redes. Precisamente, son estas nuevas generaciones quienes más siguen sus pasos, y sus publicaciones sobre historia LGBTIQ+ en México son las que tienen especial éxito.
“Al hablar de historia y tener una conexión con los héroes que todavía están presentes, vivos, nos hace ver que nuestros derechos han ganado terreno, pero no son logros de hace un mes. Es un movimiento que se ha construido y eso nos enorgullece y nos da sentido de pertenencia. Conocer nuestra historia y a quienes abrieron el camino nos hace sentir que nuestras existencias son mayores”.
Así, sin planearlo, Diego se ha convertido en un puente de diálogo intergeneracional en el que quienes nacieron con derechos ganados (pero con la necesidad constante de defenderlos) se encuentran con aquellos que iniciaron el camino de la libertad queer mexicana.