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El biohacking y la eterna búsqueda por optimizar la naturaleza humana

¿Hasta dónde llegaría nuestra especie por una vida más sana y longeva? La creciente popularidad del biohacking deja muy en claro la respuesta.
lun 03 mayo 2021 11:00 AM
Biohacking, la búsqueda por optimizar la naturaleza humana
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La prolongación de la vida es, y siempre ha sido, una de las mayores obsesiones del ser humano. La tendencia sólo empezó a ser posible cuando las condiciones de vida en alimentación e higiene mejoraron, así como con los cada vez mayores avances en la medicina. Pero las esperanzas de vida se han extendido tanto que, mientras algunos especialistas argumentan que eventualmente se llegará a un límite, otros recurren a técnicas cada vez más drásticas para extenderlas más allá de lo imaginable. Tal es el caso del biohacking.

El término, difícil de explicar hasta para los más doctos en la materia, es definido por el Merriam-Webster Dictionary como “experimentación biológica realizada para mejorar las cualidades o capacidades de los organismos vivos, especialmente por parte de individuos y grupos que trabajan fuera de un entorno de investigación médica o científica tradicional”. O lo que es lo mismo, técnicas que van de los poco ortodoxo a lo francamente experimental y que en muchos casos pueden ser realizadas por las propias personas en la comodidad de sus entornos, es decir, sin necesidad de ir a un médico o un laboratorio, lo que le ha valido ser rebautizada como DIY Biology (Biología hazlo tú mismo).

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Las prácticas más sencillas incluyen meditación, dietas o ejercicios, aunque en ocasiones llevadas a los extremos. Tal es el caso de Jack Dorsey, CEO de Twitter y uno de los biohackers más famosos del mundo, cuyas técnicas incluyen una sola comida al día y el ayuno intermitente que restringe número de calorías haciendo ayuno durante unas 12-16 horas seguidas y concentra el consumo de alimentos en las 8 horas siguientes.

No es el único, pues cada vez son más los empresarios que incursionan en la tendencia y que buscan promoverla en sus círculos más cercanos. Tal ha sido el caso de Silicon Valley, donde ha encontrado a sus mayores allegados y un fortísimo impulso hacia el resto del mundo gracias a la confianza inspirada por el sitio de mayor desarrollo tecnológico y que busca trasladar la lógica matemática al terreno de la salud.

“Los hackers usan principios de ingeniería para mirar a los sistemas”, asegura el CEO de Hvmn, Geoff Woo . “La diferencia es que hemos considerado la salud y el bienestar como algo intuitivo: ‘Me siento mejor después de hacer una sesión de yoga’. Probablemente, algo esté sucediendo, pero no lo estamos midiendo […]. La medicina siempre ha sido algo como, 'de acuerdo, estás en este rango, no estás sano. Si estás dentro del rango saludable, entonces nadie te dice qué hacer. Es como, ¿por qué no hay personas que sean cuantitativas en el rango saludable?".

A pesar de presunta solidez de sus argumentos, el biohacking no está exento de detractores que cuestionan los métodos utilizados al acusar una falta de pensamiento científico. Tal es el caso de Tim Caulfield, catedrático de investigación de Canadá en derecho y políticas de salud por la Universidad de Alberta, quien alega que estas dietas han sido utilizadas por generaciones y que su única novedad es la adición de tecnicismos tecnológicos como mejoramiento u optimización. Señala además que el aparente éxito del biohacking más convencional no se sustenta en estudios ni investigaciones de ningún caso, sino en casos aislados que no cuenta que no tienen ninguna validez científica.

¿Pero qué hay de las técnicas más extremas?

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De medidas radicales y humanos avanzados

Por más complejas que puedan ser las dietas o rutinas deportivas, el biohacking no sería tan popular si se sustentara solamente en estas prácticas. Y es que, en un mundo cada vez más avanzado, cada vez son más los que aprovechan las novedades científicas y tecnológicas en busca de vidas más sanas y longevas.

Esto incluye el consumo de suplementos alimenticios, antienvejecimiento y nootrópicos, también conocidos como drogas inteligentes. Más drástica es la crioterapia que busca retrasar el envejecimiento celular a partir del frío extremo, la neuroterapia que consiste en entrenar al cerebro en la regulación de sus ondas para garantizar un mejor funcionamiento, los tanques de privación que propician la meditación con la supresión de estímulos internos o los saunas de infrarrojo cercano que liberan el estrés de las transmisiones electromagnéticas con un mínimo riesgo de radiación.

Todas estas prácticas vienen acompañadas de una buena dosis de polémica, tanto por su efectividad como por su seguridad. Esto porque más allá de los potenciales efectos secundarios producidos por cualquier tipo de medicamento, el biohacking ha enfrentado importantes polémicas en los últimos años, como el deceso de Aaron Traywick, CEO de Ascendance Biomedical, en una cápsula de privación (2018) o la investigación judicial a Josiah Zayner, antiguo científico de la NASA y cuya popularidad se disparó tras inyectarse con tecnología de edición genética CRISPR, por practicar la medicina sin licencia (2019).

Más controvertida aún es la fusión humano-tecnológica como la realizada por Zoltan Istvan, emprendedor, futurista y transhumanista quien se implantó un chip cuyas funciones van del control de algunos dispositivos al monitoreo de la salud del usuario. Contrario a lo que dicta el cine de ciencia ficción, el proceso no requirió cirugía ni grandes tratamientos, pues sólo consistió en una inyección de aproximadamente 60 segundos. Un paso clave en la búsqueda definitiva de la vida sobre la muerte, pero que puede poner en riesgo nuestra esencia humana al trasladar la dependencia tecnológica al mismísimo cuerpo humano.

¿Una moda pasajera o el secreto para una vida más sana o incluso para una existencia inmortal? Sólo el tiempo lo dirá, pero en lo que esperamos por la respuesta, es un hecho que el biohacking seguirá dando mucho de qué hablar.

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