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Hipnosis 2023, un festival de bajo perfil pero con gran nivel | Reseña

Te compartimos nuestra experiencia e impresiones de lo acontecido en el festival Hipnosis 2023, este año con sede en el Parque Cuitláhuac, Iztapalapa.
dom 05 noviembre 2023 06:06 PM
Hipnosis 2023 festival
Yoshimi Battles the Pink Robots vio la luz en julio de 2002.

Cuando Wayne Coyne cuestionaba en 2002 si somos conscientes de que sólo damos vueltas en el espacio sobre una roca gigante y que no deberíamos tomar las cosas tan en serio, nunca imaginó que, décadas después, celebraría en grande y con estatus de clásico el 20 aniversario de la obra de la cual se desprende aquella premisa. Menos aún pensó que lo haría sobre lo que alguna vez fue un basurero de la Ciudad de México, ahora convertido en un parque ecológico recreativo.

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Pero antes de llegar a ese momento, mientras la roca giraba una vez más, en el Parque Cuitláhuac fue desplegada una oferta musical amplia y cuidadosamente curada para la edición 2023 del festival Hipnosis, la sexta en su aún joven historia.

Es claro que ya no se trata de un evento dedicado solo a los entusiastas de la corriente psicodélica y experimental, sino que abraza también una diversidad de estilos musicales que conviven y se complementan de manera deliberada y calculada.

La variedad y la calidad del cartel parecieran ser las consignas del festival, pese a que mantiene cierto perfil de underdog en su categoría. Quizá no hace tanto ruido ni genera un enorme despliegue publicitario como otros eventos musicales celebrados en esta temporada, pero eso no impide que cada año logre traer a artistas que cualquier otro festival querría tener. Algunos de ellos quizá no vendrían a México de otra manera.

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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz
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Fotos: Florencia Díaz

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Algo para todos los gustos

El Hipnosis 2023 fue como una especie de buffet: había una gran variedad para elegir y disfrutar, pero en realidad todo sabía muy bien y uno termina probando todo.

El menú de entrada con el post rock chileno de La Ciencia Simple y la contundencia de los regiomontanos Los Mundos, auguraba una jornada acorde al precio del boleto y una buena ecualización de sonido que fue consistente a lo largo de 12 horas, salvo algunos casos puntuales.

Durante las etapas tempranas del festival, que suelen ser ideales para dejarse sorprender por toda clase de artistas, el dúo francés de electro pop Agar Agar, con todo y sus problemas técnicos, se ganó la simpatía de un recinto aún semi vacío. Luego, Dumbo Gets Mad se hizo de una buena cantidad de nuevos fans con su propuesta de guitarras funky e irresistibles ritmos pop. Sin duda lo mejor de las primeras horas de la tarde.

Si bien el cartel de este año fue un poco menos rudo que el del año pasado, no faltó la representación del rock de alto tonelaje, y en esta ocasión estuvo a cargo de All Them Witches, quienes brindaron un set atascadísimo. Por momentos remitían al stoner rock más denso de Kyuss, con intensos pasajes instrumentales que sorprendieron por su duración y su alto grado técnico.

Luego llegaron los veteranos The Brian Jonestown Massacre, uno de los actos más esperados entre los asistentes. Con sus tradicionales sonidos blues, folk y country, emocionaron al respetable con potentes canciones lideradas por guitarras de doce cuerdas y un set que hizo justicia a su amplia trayectoria, con todo y la queja de Anton Newcombe, eterno vocalista y fundador del grupo, sobre el sonido.

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Mientras el sol dejaba ver sus últimos destellos antes de ocultarse, Panda Bear & Sonic Boom brindaban uno de los mejores shows audiovisuales de la jornada. Altin Gün fue otra de las grandes sorpresas del Hipnosis. Con su mezcla única de ritmos synth pop y neo psicodelia de origen turco —por extravagante que suene—, consiguió que todos movieran el esqueleto, incluyendo aquellos que esperaban la salida de Melody’s Echo Chamber en el otro escenario. Era imposible escucharlos y permanecer inmóvil; la música se adueñaba de los cuerpos de modo casi involuntario.

Para cuando Melody Prochet pisó el escenario izquierdo, bastó su sencillez y su calidez para desplegar un conjunto de canciones que embelesaron a fans y no tan fans, consecuencia de la hipnótica voz de la artista parisina. La hora de su recital se sintió como una fracción de ello.

Ya entrada la noche, Boy Harsher no tuvo problemas para trastocar el parque en un improvisado antro retro-futurista con infecciosos ritmos dance a los que pocos pudieron resistirse. Jae Matthews, en modo sacerdotisa cyberpunk, imprimió una de las presentaciones más enérgicas de la noche, y fue el preámbulo ideal para los últimos y más esperados sets del festival.

The test begins now

“Nadie de este lado quiere ver a Temples”, dijo uno de los asistentes, mientras muchos intentaban asegurar un lugar hasta adelante en el primer escenario, donde se presentaría más tarde The Flaming Lips. Después de todo, para muchos fue el principal y hasta el único motivo por el que habían asistido. Pero lo cierto es que la banda británica entregó un set digno que recorrió su atípica trayectoria, tanto su lado más alineado al rock psicodélico como aquel más inclinado al pop de sus últimos trabajos. Toro y Moi hizo lo propio en el segundo escenario.

El plato fuerte de la noche llegó, por supuesto, con la interpretación de Yoshimi Battles the Pink Robots en su totalidad.

Más de 20 años después, el reencuentro con estas canciones fue como una charla con un viejo amigo, en este caso, Wayne Coyne. Son piezas que han envejecido con nosotros, madurado en sus connotaciones y significados, y resistido muy bien el paso del tiempo. Escucharlas en directo y en su secuencia original resulta tan satisfactorio como cuando descubrimos la grabación a inicios del milenio.

Coyne, fiel a su estilo como showman, aprovechó toda oportunidad para interactuar con la audiencia. No escaseó toda la parafernalia típica de los Flaming Lips: pelotas gigantes, confeti, serpentinas, inflables alusivos al arte gráfico del álbum conmemorado. Miles de Instagram stories fueron concebidas con “Fight Test”, “Do You Realize?” y la pista que da nombre al álbum sonando al fondo. Con la interpretación de sólo tres clásicos más del catálogo labioardentoso, parecía criminal que el set tuviera que ser tan corto: una hora y fracción.

El after estuvo a cargo de Los Pirañas: una última y frenética dosis de baile al ritmo de sonidos colombianos mientras la mayoría desalojaba el parque y se despedía de otra edición de un festival que se ha convertido en uno de los preferidos de la capital mexicana.

Cosas chidas y detalles a mejorar

La nueva sede le sentó muy bien al Hipnosis. La logística, en general, fue más que adecuada: el acceso al estacionamiento y al evento mismo fue ágil y sencilla. No hubo mucha demora desde el momento del ingreso hasta la llegada a los escenarios. Hubo quienes tuvieron problemas para encontrar la entrada principal, pero se debió más bien al desconocimiento de la zona y la sede. Quizá un poco de señalización en las bardas que rodean al parque habrían ayudado a más de uno.

Tal como lo destacó el propio Wayne Coyne, el clima otoñal fue muy benevolente: no llovió, no hizo demasiado calor ni mucho frío. Y aunque hacia la tarde-noche el lugar ya estaba semi-lleno, no hubo saturación por sobreventa ni era imposible trasladarse de un punto a otro, lo cual se agradeció bastante.

La ya tradicional disposición de escenarios contiguos permitió disfrutar al público de prácticamente todas las bandas y artistas. Los horarios fueron puntuales y dinámicos: una banda tras otra, sin interrupciones, a la hora acordada. La brevedad de algunos sets, de 60 minutos la mayoría, fue inclemente pero comprensible.

Hubo ciertos problemas recurrentes con los visuales de las pantallas gigantes de ambos escenarios: desconfiguraciones y animaciones que se rehusaban a mostrarse. Y aunque no fue algo que distrajera demasiado o arruinara la experiencia, fue particularmente notorio en ciertas presentaciones, como la de Melody’s Echo Chamber. En este contexto, hay que tomar en cuenta que la propuesta visual y de iluminación juega un papel importante en la identidad del Hipnosis.

Por otro lado, aunque ya se convirtió en un estándar para este tipo de eventos, las transacciones con pulseras o tarjetas recargables tienden a complicar de forma innecesaria las compras al interior del festival. La verdad es que se extraña el uso de efectivo: anticuado pero mucho más práctico.

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