El mundo evoluciona y se revoluciona constantemente, y a la par, el cine refleja ese proceso. Hace más de 20 años, las películas de Pixar dictaban mensajes de amistad, amor incondicional y de vencer miedos (no olvidemos las hazañas de Woody y Buzz en Toy Story o la búsqueda implacable del papá de Nemo en Buscando a Nemo). Sin embargo, en películas como Luca –la más reciente de Pixar, a estrenarse el 18 de junio de 2021 por Disney Plus– notamos un cambio en el discurso. La amistad, el amor y la valentía siguen ahí, pero sólo para convertirse en catalizadores para hablar de temas mayores, presentes en el día a día de la sociedad mundial actual: el racismo, la inclusión y la libertad. Estos mensajes, en pleno mes del orgullo LGBTQI+, en una era en la que –por más avanzados e iluminados que creamos que somos– abundan atentados contra gente negra, homosexual, asiática y cualquier otro grupo que se salga de ciertos parámetros, pero en la que, al mismo tiempo, cada vez son más las personas que se atreven a demostrar públicamente sus facetas más únicas o extrañas –quizá por la influencia de las redes sociales–, toman una relevancia especial.
Luca: un llamado de Pixar a la libertad
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Luca nos muestra a un niño monstruo marino (Jacob Tremblay) que, como todos los de su especie, al salir del océano se convierte en persona, pero sus padres siempre le han dicho que no lo haga para evitar los peligros de la tierra firme, y él es el estereotipo de niño obediente. Por azares del destino, Luca conoce a Alberto (Jack Dylan Grazer), un joven e intrépido monstruo marino que le enseña las maravillas de la vida en la superficie. Juntos viajan al “pueblo de los humanos”, con el único objetivo de ganar la carrera de Pocorosso y conseguir una Vespa y recorrer el mundo. Para hacerlo, tendrán que ganar un triatlón, y de paso, hacer todo lo posible para no estar en contacto con agua, pues eso haría que inevitablemente mostraran su verdadera identidad.
“Luca es un chico con mucha curiosidad y quiere explorar más allá de los límites”, comentó en conferencia de prensa Tremblay, quien presta su voz a Luca. “Pero aunque los humanos sean buenos y los monstruos marinos hasta cierto punto estén bien con ellos, sus padres son muy estrictos y quieren protegerlo”. Y en esos padres –interpretados por Maya Rudolph y Jim Gaffigan– vemos a muchos padres que conocemos: padres a los que les conflictúa tener hijos “diferentes”, no por un rechazo nato, sino por el miedo a lo que el mundo externo pueda hacerles. Así, niños homosexuales son incentivados a “dejar su homosexualidad en casa”, o bien, a “curarse”, niños negros no pueden tener amigos blancos y algunas muestras de autoexpresión por medio de la ropa o el aspecto físico están prohibidas en reuniones sociales.
“Creo que en el fondo, la mamá conoce a su hijo y sabe que probablemente va a explorar, pero sólo está tratando de protegerlo porque dejar a tus bebés salir al mundo y explorar es aterrador, aunque sepas que tienen que hacerlo. La cosa es mucho menos con los hijos, y más con los peligros del mundo al que se enfrentan” explicó Rudolph.
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A través de Luca vivimos ese miedo. Sin embargo, la llegada de Alberto nos hace entender que no está mal explorar el mundo, nuestros impulsos, y menos si lo que nos detiene es sólo el miedo, ya sea ajeno o de los demás. A lo largo de la película escuchamos un “¡Silencio, Bruno!”, una expresión que Alberto creó para callar a la voz interior que nos permite dejar el miedo atrás y simplemente atrevernos a ser nosotros mismos. “Es una de las lecciones más importantes que puedes aprender en la vida”, comentó Jack al respecto de la frase. “Es eliminar las dudas. Yo siempre he tomado decisiones de forma muy impulsiva; no me gusta pensar en las dos maneras en las que podrían salir las cosas”. Luca invita a perseguir los sueños en un mundo en el que la raza o el pertenecer a cierto segmento puede convertir el camino en una carrera de obstáculos.
Para evitar spoilers, no profundizaremos en los acontecimientos de la película. Sin embargo, conociendo la línea de Pixar, no es difícil imaginarse la línea: sí, hay mensajes de perseverancia, de amistades a prueba de todo, del triunfo del que menos probabilidades tiene de triunfar, pero uno de sus valores más importantes, en medio de una época tan violenta como activista, todos –sin importar de qué color seamos, como nos vistamos, qué nos guste– estamos compartiendo un mismo mundo, y nuestras diferencias no impiden que muchos coincidamos en sueños y metas: no importa si eres un monstruo marino o una niña humana, ganar la carrera de Portorosso puede ser una meta para todos, e incluso, podemos llegar a ella juntos.