“Converse tenía grandes jugadores”, recuerda Michael Jordan en el quinto episodio de The Last Dance, la serie documental de Netflix y ESPN, “y me dijeron: ‘No podemos verte por encima de ellos’”.
Nike, empresa que en aquel entonces sólo fabricaba calzado especializado en atletismo, ni siquiera era la segunda opción de MJ. El veía con buenos ojos ser parte de Adidas, pero los directivos de la compañía alemana le dijeron que no atravesaban por un buen momento y que no estaban en condiciones de crear los tenis con las características que él necesitaba.
Decepcionado, Jordan sólo fue a la junta con Nike porque su mamá lo obligó a escuchar la propuesta de la marca fundada en Oregón en 1964. David Falk, agente de Michael entre 1994 y 2003, le propuso a la firma como condición para que su basquetbolista fuera a la junta que ellos aceptaran diseñar una submarca llamada Air Jordan.
Tras analizar el plan y escuchar que Nike le pagaría mucho más que a cualquier deportista —los otros contratos de estrellas de la NBA promediaban los 100 mil dólares; el de Jordan fue por cinco años y 500 mil dólares por año—, el padre de Jordan le dijo que sería un tonto si no aceptaba y su hijo firmó.