Dennis Rodman se había labrado a pulso la reputación del chico más malo de la NBA y no era bueno para ofrecer disculpas. A mediados de los años 90, cuando ya portaba el número 91 de Chicago Bulls, este defensivo era tan famoso por su impresionante promedio de rebotes como por las locuras que protagonizaba dentro y fuera de la cancha. Su personalidad era tan fluctuante como la durabilidad de los tintes de su cabello.
En la temporada 1997-1998, cuando Michael Jordan estaba desesperado por liderar a su equipo al histórico sexto campeonato de la NBA, necesitaba más que nunca que Dennis Rodman dejara sus locuras a un lado y diera un paso al frente por el bien de Chicago Bulls. “Dennis no había aceptado el rol”, recuerda Michael Jordan en el tercer episodio de la miniserie documental de Netflix The Last Dance. “Le dije: ‘Scottie no va a estar y necesitamos poder confiar más en ti. Yo necesito saber que cuento contigo’”.