Pero hacerse de la victoria no fue nada sencillo. En otoño, a diferencia de lo que ocurre en primavera, la noche en Francia se extiende durante 13 horas, más de la mitad de la duración de la carrera francesa. Si la noche en Le Mans es siempre una de las fases decisivas de la carrera, en 1968 tuvo horas extra de emoción, aderezadas con lluvia.
Algo similar ocurrirá en esta edición. Mientras que a mediados de junio, cerca del solsticio de verano, los días son más largos en el hemisferio norte, gracias a lo cual, los vehículos solo ruedan en la oscuridad solo unas ocho horas de las 24 que dura la carrera; en la nueva fecha de septiembre, la noche durará casi cuatro horas más y los equipos tendrán solo unas 12 horas de luz. Esto traerá varias consecuencias para los equipos y Pascal Zurlinden, director de competición de Porsche, uno de los equipos que participarán en la carrera de resistencia, nos habla de ellas.
El ritmo rápido
Una noche más larga significa más tiempo con menos temperatura ambiente. Un aire más frío significa más saturación de oxígeno y, en consecuencia, una combustión mejor y más eficiente de la gasolina. La temperatura media durante junio, según las estadísticas de los últimos 30 años, es de 16.8 grados, mientras que la media en septiembre es exactamente de un grado menos. Una regla de oro: si la temperatura ambiente cae cinco grados Celsius, la potencia del motor aumenta 1%.