Cuando una persona invierte al menos siete millones de pesos en un coche, lo mínimo que espera es máxima calidad, acabados lujosos y un diseño personalizado. Por ello, comprar un auto de lujo puede ser una experiencia tan personalizada como hacerse un traje a la medida en una sastrería.
En 2011, Martin Josephi Jr. empezó a ver algunos Aston Martin rodando en la Ciudad de México. Fueron importados, uno a uno, por sus dueños, pues hasta entonces no había ningún distribuidor autorizado por la firma inglesa para vender los costosos modelos en el país. Entonces se le ocurrió que podría abrir una boutique de la marca en el país. Después de todo, conocía bien el negocio, pues años atrás su padre había traído varios autos de marcas italianas de lujo a México, Lamborghini entre ellas.
Josephi voló por primera vez a Reino Unido en 2012 para negociar con el corporativo la distribución de la marca en el país, pero la inseguridad y la estabilidad económica preocupaban a la marca inglesa. De ese primer viaje, regresó con las manos vacías. “Me dijeron que querían explorar otros mercados”, cuenta.
Me dijeron que querían explorar otros mercados.