Nacer mujer en este país trae consigo un lastre que te acompaña toda la vida. Muchas de las microagresiones y las desigualdades que las mujeres enfrentamos día a día están tan internalizadas que se reproducen inconscientemente.
Quitando el velo a las barreras para la igualdad
Uno de los lugares en donde estos comportamientos comienzan a expresarse es en el colegio, en donde se produce naturalmente una contradicción entre niñas y niños, dando paso a que el “correr, gritar o llorar como niña” se asocie en los jóvenes cerebros con algo vergonzoso. Poco a poco, se endurecen los cimientos de “las cosas de niñas” y “las cosas de niños”, abriendo paso a roles de género que impactan las vidas de mujeres y hombres.
Que en México solamente tres de cada 10 profesionistas que estudiaron carreras relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas sean mujeres no es una coincidencia. Tampoco lo es que muchos hombres piensen que cosas como llorar, “ser emocional” o “ser amo de casa” sean incompatibles con su masculinidad.
Estos sesgos se hacen también presentes en el ámbito laboral. En México, solo el 46 por ciento de las mujeres de 15 años o más participan en la fuerza laboral. Sin embargo, en palabras de Caroline Criado Pérez, autora de La mujer invisible, “no existe una mujer que no trabaje; solo existen mujeres a quienes no se les paga por su trabajo”. Esta es una clara referencia a las labores de cuidado no remuneradas que se espera que las mujeres desempeñen y que llegan a representar hasta 40 horas de trabajo a la semana.
Un canto de igualdad:
Esta jornada extra impacta en el tipo de trabajos a los que pueden acceder las mujeres, que se ven orilladas a tomar empleos compatibles con sus responsabilidades familiares. Hay miles de mujeres, como mi madre, que merecerían un monumento reconociendo la increíble hazaña de malabarear solas un empleo y la administración y mantenimiento del hogar.
No existe tal monumento, sino todo lo contrario. En México, las mujeres ganan alrededor de 86 pesos por cada 100 que ganan los hombres, aunque realicen el mismo trabajo. Más aún: de las 100 empresas más importantes listadas en la Bolsa Mexicana de Valores, ninguna tiene a una mujer presidiendo sus órganos directivos.
¿Es esto parte de una conspiración de los hombres para evitar que las mujeres lleguen a posiciones de poder? Probablemente no, pero es imposible ignorar que el sistema bajo el que operamos está creado desde una visión masculina que presenta barreras para las mujeres y para grupos como las personas con discapacidad o LGBTIQ+.
Un canto de igualdad:
El resultado son instituciones, leyes o prácticas que perpetúan conductas como la falta de una distribución equitativa de las labores de cuidado y la codificación masculina de ciertos cargos o profesiones, además del mito de la meritocracia. Varias veces he escuchado a personas que están reclutando decir “que no reciben CVs de mujeres”, pero no puedo evitar pensar que rara vez se cuestionan el porqué. La respuesta no es que no existan esas mujeres, sino fenómenos como que las mujeres frecuentemente no postulan a un empleo si no cumplen con el cien por cien de las habilidades que se solicitan, mientras que los hombres sí lo intentan.
La foto que estoy describiendo parece desalentadora, pero aquí va el rayito de esperanza. Vivimos una época en la que más personas somos conscientes de estas problemáticas y cada vez más nos encontramos con conversaciones que nos pueden dirigir hacia la búsqueda de soluciones. ¿Encontraremos resistencia? Sin duda, pero también aliados. ¿Los cambios serán perfectos? Probablemente no, pero debemos seguir alzando la voz por las que ya no están, las que estamos y las que vendrán.
Acerca de la autora:
Es Internacionalista y actualmente trabaja como consultora de Género e Inclusión Económica en la Corporación Financiera Internacional (IFC). El destino, la curiosidad y la vida le han dejado algunos años de experiencia en el estudio de las desigualdades de género, buscando trabajar para cerrar brechas un paso a la vez.