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Como cuando discriminas a un ser querido

La discriminación en México no es un tema únicamente de la academia o la política pública. Omar Martínez, de Racismo MX, profundiza sobre cómo nos afecta en distintos niveles personales y sociales.
mié 20 marzo 2024 11:27 AM
Ilustración de una mano con un ojo al centro y una lágrima de sangre.
La discriminación en México afecta distintas esferas de la vida pública y privada.

Hasta hace no más de tres años aproximadamente, oír hablar de discriminación me parecía un tema perteneciente a la academia o a la política pública (qué pena reconocerlo en público), como si yo, siendo un hombre homosexual y de piel morena, nunca hubiera vivido ningún tipo de agresión o discriminación por mi sola condición de ser. Fueron motivos terapéuticos, reflexivos y también coincidencias de la vida los que me hicieron ser consciente de las diferentes características que podrían hacerme vulnerable en ciertos contextos, como mi orientación sexual y la tonalidad de mi piel.

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Así, como parte de mis decisiones profesionales, entré (de inicio como voluntario) a trabajar en RacismoMX , una organización de la sociedad civil que busca combatir el racismo en México, comenzando un camino de constante aprendizaje respecto a la discriminación, y el racismo en particular, desde una perspectiva más cercana y, sobre todo, más consciente. Descubrí que la mayoría de las personas no nos damos cuenta de que somos discriminadas en múltiples momentos del día a día porque lo tenemos tan normalizado que perdimos la capacidad y necesidad de sentirnos mal. Pensamos —y nos han hecho pensar— que señalarlo es un síntoma de debilidad.

Otra sorpresa apareció cuando, buscando entender comportamientos y necesidades (a pesar de que yo ya había trabajado en espacios laborales con audiencias y consumidores), me encontré con realidades y experiencias de vida que, por mucho que tratemos de homogeneizar, siempre tendrán características únicas que las diferencian. Que la comunidad LGBTIQ+ no es solo un colectivo, sino una suma de individualidades que la enriquecen de una forma enorme; que no existe una sola experiencia de ser mujer, ni se es mujer de una sola forma, o que México tiene fuertes raíces afrodescendientes.

Pero la reflexión que hasta el día de hoy valoro más en mi encuentro con la discriminación es que nunca afecta a un solo grupo social: el machismo/sexismo/patriarcado no afecta únicamente a las mujeres; las LGBTfobias no afectan solamente a las personas de la diversidad sexo genérica; el racismo no afecta solamente a las personas de naciones originarias, afrodescendientes ni morenas y el capacitismo no afecta solo a las personas con diversidad funcional.

Un día cualquiera, mientras intercambiaba opiniones y reflexiones sobre el racismo existente en México, mi pareja, sin adentrarse mucho en el tema, me dijo que si de alguna forma yo era discriminado por motivos raciales a él también le dolía. Poco después, escuché esta misma reflexión de boca de una mujer activista afrodescendiente, quien expuso que la razón de pronunciarse contra el machismo, además de verse afectada, era por cuidar el dolor de su hermano y su padre si a ella le pasaba algo.

Todos esos sistemas estructurales de discriminación antes mencionados tienen efectos más allá de los grupos poblacionales a quienes se dirigen las violencias: el machismo puede dejar a padres sin hijas, a esposos viudos, a hijos sin sus madres; las LGBTfobias también afectan a las madres, a los tíos y primas, a los compañeros de clase o de oficina de las personas víctimas, y el racismo afecta a las parejas, a los padres y a las familias de las personas racializadas.

Pero así es la humanidad y la sociedad mexicana. Diversa en sus tonalidades, en sus idiomas, en sus culturas y en sus orientaciones; sin embargo, hoy muchas personas siguen queriendo cerrar los ojos ante esta realidad, al crear un anuncio comercial, al emitir una opinión en televisión, al negar oportunidades laborales, al restringir el acceso a determinados espacios, o simplemente discriminando y reproduciendo las agresiones que ya hemos normalizado con insultos y demás expresiones.

El día de mañana, estas acciones no solo pueden alcanzar a esas mismas personas que las han ejercido, sino que incluso esas acciones han alimentado y reproducido esas discriminaciones para algún día discriminar a sus propios seres queridos.

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