Las redes sociales han cambiado al mundo. Para bien y para mal. Han cumplido con muchas funciones benéficas como la democratización del internet o una mayor difusión de información noticiosa. No menos importante es la manera en que han contribuido a la conexión de la gente, ya sean viejos o nuevos contactos, todos encontrándose gracias a las facilidades que ofrece el mundo digital. En muchos aspectos, las redes sociales son un sueño.
Pero en muchos otros, son también una pesadilla al suscitar preocupaciones para las que nadie parecía estar listo y que se han expandido de manera desmesurada sin soluciones a la vista. El siguiente texto no pretende exhibir las redes sociales, sino algunos de sus mayores problemas para que todos contribuyamos como nos sea posible a que estos sean erradicados.
Banalidad
Aunque en los últimos años ha ampliado la duración de sus publicaciones, lo que ha dado un mayor margen de maniobra a los usuarios, es imposible olvidar que TikTok comenzó como una red para subir videos de 15 segundos como máximo. Esto provocó que muchos sacaran a relucir su ingenio en la creación de contenido novedoso, pero también que una buena parte de su comunidad la usara exclusivamente para mostrarse bailando.
La fórmula se popularizó porque algunos empezaron a emplear medidas extremas para garantizar visibilidad y seguidores. Éstas fueron de videos cada vez más sexualizados a filmados en contextos absurdos que sólo exhiben un franco desinterés por el mundo en que vivimos. Ejemplos de esto han sido las publicaciones de chicas danzando con escenarios catastróficos al fondo, siendo el de un incendio forestal uno de los ejemplos más virales de los últimos meses, o con niños de poblaciones marginadas que han sido señalados como una nueva forma de romantizar la pobreza.
En cualquier caso, la propagación de la práctica en esta y otras redes ha disparado el temor de que las nuevas generaciones se tornen cada vez más indiferentes a los problemas que aquejan al mundo más allá de las pantallas.
Toxicidad
Hay quienes aseguran que Instagram es la red más amable de todas, con imágenes que exhiben la felicidad del usuario y sin la hostilidad que caracteriza otros espacios digitales como Twitter. Puede que esto sea cierto, lo que para nada significa que la plataforma esté exenta de dilemas.
Estudios han demostrado que estas mismas propiedades han hecho de Instagram una de las redes más toxicas, pues los usuarios tienden a comparar sus vidas con las vistas en otras cuentas. Esto, hay que decirlo, cayendo en el engaño de las fotos, sin pararse a pensar que éstas no exhiben los problemas y preocupaciones que aquejan a cada persona en la vida real.
Los adolescentes tienden a ser los blancos más fáciles. Una de cada tres chicas confiesa haberse sentido mal con su cuerpo tras navegar en la red; el 14% de los chicos asegura sentirse peor consigo mismo tras hacer lo propio. Más grave aún es que cada vez más jóvenes manifiestan deseos suicidas tras pasar un rato en la red. Estas razones han provocado que Meta busque, sin éxito, medidas para reducir el tiempo de sus usuarios más susceptibles.
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Problemas de seguridad
La suscripción en las redes sociales es un trato de común acuerdo: no hay pagos monetarios, sino una entrega voluntaria de datos que deben ser resguardados con extremo cuidado. Confiamos ciegamente en que así es, hasta que llegan reportes como los de Peiter Zatko, exjefe de seguridad de Twitter quien clamara una enorme negligencia en el tratamiento de toda esta información. “Si estos problemas no se corrigen, los reguladores, los medios y los usuarios de la plataforma se sorprenderán cuando inevitablemente se enteren de su grave falta de seguridad básica”, declaró en febrero de 2022.
Estos peligros no se limitan a los datos los casi 240 millones de usuarios que componen la red social, sino que podrían resultar en la caída de la red e incluso en hackeos de las cuentas de las más importantes figuras como serían los distintos líderes sociales y políticos. Algo que, en el peor de los casos, podría ser aprovechado para incitar al caos.
Lo más preocupante es que los altos mandos de las redes suelen estar enterados de estos problemas, pero no suelen tomar medidas al respecto por las implicaciones económicas que éstas tendrían.
Exceso de poder
Con millones de usuarios en el mundo, muchos de los cuales son líderes políticos y de opinión que aprovechan los alcances de la tecnología, es comprensible que las redes sociales se hayan empoderado de manera indiscriminada. Tanto, que cada vez son más los que piensan que algunas de ellas han adquirido una fuerza desmedida.
El debate se intensificó cuando las redes más importantes vetaron a Donald Trump tras el ataque al Capitolio del 2021, pues fue visto como un atentado a la libertad de expresión. El nerviosismo se disparó cuando Facebook manifestó una postura de corte político contra los talibanes en Afganistán, alegando que el uso de la red social por parte del grupo "no será permitido mientras estén prescritos por la ley de Estados Unidos. E incluso si no fueron prescritos por la ley de Estados Unidos, tendríamos que hacer un análisis de política sobre si, no obstante, violan o no nuestra política de organizaciones peligrosas". Así lo declaró la vicepresidenta de política de contenido, Monika Bickert.
Han sido muchos los que desde entonces se preguntan, ¿por qué Mark Zuckerberg puede delimitar las libertades de expresión a su gusto? Después de todo, la plataforma tiene un código de reglas y sanciones que debe ser respetado en todo momento.
Las redes sociales llegaron para quedarse. Debemos aprender a vivir con ellas, lo que para nada significa conformarnos con sus errores, sino exigir que estos sean corregidos.