Ya pasó la peor semana de Facebook. Fueron muchos los medios que emplearon esta etiqueta para detallar lo ocurrido entre el 4 y el 8 de octubre de este año, cuando la compañía comandada por Mark Zuckerberg padeció un apagón de seis horas y enfrentó las acusaciones de una exempleada por anteponer los intereses de la compañía a la responsabilidad moral general. Un doble golpe que atentó contra la credibilidad y la economía del emporio tecnológico, pero que lejos de ser un punto catastróficamente bajo en su historia, representa una nueva marca en la larga crisis que le aqueja desde hace ya varios años. Y es que admitámoslo, la red ya no es lo que era…
Zuckerberg contra el mundo
Esto no quiere decir que Facebook haya dejado de ser un gigante, sólo que ahora es uno aquejado desde diversos frentes, siendo el más afectado el de la privacidad. Nadie puede negar que las nociones de protección de datos son algo nuevo. Tanto así, que la primera ley de privacidad en línea de los Estados Unidos apenas entró en vigor en enero de este año. Poco antes, Facebook publicó en su blog corporativo que “no vendemos los datos de las personas” y que cuenta con las herramientas necesarias para que sus usuarios accedan y eliminen su información sin distinción del lugar de residencia.
Esto no libera de responsabilidad a Zuckerberg, quien tiempo atrás aprovechó los huecos legales y la naturaleza de su red social para hacerse con los datos de millones de personas en todo el mundo. Estimaciones básicas realizadas en 2018 aseguran que Facebook ingresa un aproximado de $33 USD anuales por la información de cada usuario , que multiplicados por sus 2 mil 890 millones de usuarios en el mundo da un gran total de 95 mil 370 MDD. Estas cifras, sin embargo, varían dependiendo de factores sociopolíticos como la educación y la capacidad económica, que entre mayor sean resultan más atractivas para los anunciantes.
Anunciantes. Esta última fue una palabra clave para Facebook, pues sus voceros la aprovecharon por años para decir que el negocio de la red social no estaba en la venta de datos, sino en la prestación de un servicio a compañías que querían llegar de un modo personalizado a sus potenciales clientes. Algo así como el primer eslabón del mundo megacorporativizado visto en Minority Report: Sentencia previa, donde una rápida lectura de las pupilas era suficiente para ofrecer productos en concreto y dirigidos de modo específico a cada persona. Más grave aún fue que estos mismos datos fueron utilizados de forma no autorizada por la consultora Cambridge Analytica para definir la estrategia de Donald Trump en su campaña electoral de 2016 donde terminó ascendiendo como presidente de los Estados Unidos.
Todo esto desembocó en una audiencia histórica de Mark Zuckerberg frente al senado norteamericano. Por sentar las bases de las leyes de protección de datos actuales, pero también por demostrar que el poder del empresario había crecido a niveles sin precedentes con una influencia decisiva para moldear el mundo en que vivimos.
El poderoso Facebook
¿Cómo se mide el poder de una persona? Hay quienes lo relacionan con el dinero o las propiedades. Otros con la influencia que se tiene sobre las personas y muy especialmente sobre los gobernantes. Pues como bien dijera Maquiavelo, “jamás persona alguna de humilde estado ha ganado gran poder sólo por medio de la fuerza, pero sí sólo con la astucia”.
Pocos civiles pueden presumir tanto peso entre las élites como Mark Zuckerberg, con una red social de alto impacto en la constitución de los gobiernos de todo el mundo. Más sobresaliente aún es que el influjo no es directo, sino más bien sutil, lo que le permitido avanzar y asentarse ante los ojos del mundo sin que muchos se percaten siquiera de ello.
El empresario ha reiterado hasta el cansancio que no es republicano ni demócrata, pero esto no impidió que Facebook jugara un papel determinante en la campaña presidencial de 2012 de Barack Obama y en la de 2016 de Donald Trump. Tanto así, que lo hecho en la red social ha sido estudiado hasta el cansancio por diversos analistas políticos e incluso hay quienes piensan que los resultados pudieron ser distintos sin el factor tecnológico que permitió llegar a más votantes de un modo cada vez más personalizado.
El propio Zuckerberg es consciente de este ascenso y no duda en manifestarlo, lo que incluso le ha llevado a desafiar de manera indirecta acuerdos internacionales. Ejemplo de ello es el recién reinstaurado gobierno talibán en Afganistán, cuyos deseos de utilizar Facebook y otras redes para abrirse al mundo fueron condenados por la compañía. "No será permitido mientras estén prescritos por la ley de Estados Unidos”, aseguró la vicepresidenta de política de contenido, Monika Bickert . E incluso si no fueron prescritos por la ley de Estados Unidos, tendríamos que hacer un análisis de política sobre si, no obstante, violan o no nuestra política de organizaciones peligrosas".
Un discurso que generó nerviosismo en las altas esferas políticas de las principales potencias mundiales, quienes temen que Mark Zuckerberg y Facebook se consideren por encima de los gobiernos y las constituciones.
Irónicamente estos temores ya habían sido manifestados por el no menos controvertido Donald Trump, quien reiteró hasta el cansancio que su expulsión de ésta y otras redes sociales era inconstitucional. Esto poco ha importado al gigante tecnológico, que el pasado 5 de mayo confirmó que las cuentas de Facebook e Instagram del exmandatario continuarán suspendidas y que la sanción definitiva será revelada en un plazo no mayor de seis meses según “la gravedad de la violación y la perspectiva de daños futuros”, declaró . Esto ha provocado medidas extremas en el republicano que, aun fuera de la Casa Blanca, podrían golpear duramente al emporio.
Los chicos nuevos del barrio
Facebook no fue la primera red social y aun así es imposible negar que buena parte de su éxito actual se debe a su ya largo historial. Después de todo, han pasado casi 20 años de su fundación, destacando además que lejos de estancarse, ha buscado evolucionar para continuar triunfando entre las nuevas generaciones. Algo que parece complicarse cada vez más ante los nuevos competidores.
Primero el incómodo: TRUTH Social, que marca la incursión de Donald Trump en el terreno de las redes sociales. El político aseguró en comunicado de prensa que “vivimos en un mundo donde el talibán tiene una alta presencia en Twitter mientras que su presidente americano favorito ha sido silenciado […]. Todos me preguntan por qué no hay nadie que haga frente a las grandes compañías tecnológicas. Pronto lo haremos”. Los detalles de la plataforma no han sido revelados y sólo se sabe que la primera versión estará disponible por invitación entre noviembre y diciembre. Analistas políticos y tecnológicos dudan de su impacto masivo, pero no de su constante acoso a través de contenidos politizados.
Los mayores dolores de cabeza vienen desde TikTok, que recientemente fue anunciada como la app más descargada de todo el mundo en el 2020, seguida de Facebook, WhatsApp, Instagram y Facebook Messenger. O lo que es lo mismo, del emporio Zuckerberg. Una hazaña mayor si consideramos que la función de esta red oriental se limita a compartir videos no mayores de un minuto, pero que responde al deseo de inmediatez de las nuevas generaciones. Algo que, admitámoslo, Facebook no tiene del todo.
En busca de soluciones
Estos problemas en conjunto han provocado que Mark Zuckerberg busque toda clase de opciones para garantizar la subsistencia de su emporio. La más importante de todas y como ya es una tradición para la compañía, es a través de la innovación tecnológica a partir del metaverso. Un concepto surgido de la ciencia ficción ochentera y que consiste el cruce de una triple realidad –física, aumentada y virtual– en un espacio compartido en línea. Su uso no es del todo nuevo, pues ha sido vinculado con videojuegos y blockchain, pero su salto al terreno de las redes sociales todavía está pendiente.
Aunque Facebook lo ha contemplado por años, la pandemia lo convirtió en un proyecto urgente al considerar que la interacción digital actual se había tornado insuficiente. Esto porque hoy día la convivencia se apoya en simples plataformas, mientras que el metaverso apuntaría a la multidimensionalidad que daría espacios más complejos e inmersivos. Y con ello, interacciones más cercanas a la realidad. Se contempla que el proyecto sea plenamente funcional en un periodo no mayor de cinco años.
Este cambio en el modelo ha abierto la posibilidad de un renombre que presuntamente será anunciado en un futuro muy cercano, aun cuando la compañía no ha confirmado nada alegando que no declaran sobre “rumores o especulaciones”. Los especialistas tecnológicos alrededor del mundo dicen que, en caso de concretarse, el nuevo título debería apuntar de lleno al metaverso como forma de promocionar la transición e incluso el entendimiento del concepto. La respuesta en las redes sociales no se ha hecho esperar, con millones de usuarios del todo el mundo sugiriendo toda clase de nombres para el renovado emporio: Bookface, Facegram o Zuckerverse por nombrar algunos. Ahora sabemos que se llamará Meta.
Aunque claro, también hay quienes piensan que el metaverso y el rebautismo no son más que una estrategia mercadológica para limpiar la maltrecha imagen de Facebook tras varios años consecutivos de señalamientos y escándalos. Un esfuerzo que podría ayudarle ante el usuario general, pero no así ante las autoridades. Así lo considera el analista de Internet de Atlantic Equities, James Cordwell, quien considera que “los legisladores y los políticos son lo suficientemente inteligentes como para no dejarse engañar por un cambio de marca”.
El futuro de Facebook es tan complicado como impredecible y la única certeza es que las acciones de Mark Zuckerberg en los próximos meses no sólo repercutirán en su compañía, sino en toda la industria tecnológica.