Una mujer se para frente a un micrófono, y procede a llenarlo de espuma, para después cepillarla mientras susurra toda clase de sinsentidos y nimiedades, durante minutos que parecen horas. Al principio, la escena es perturbadora; otra vez llegaste al lado oscuro de YouTube. Pero después de observar –y escuchar– durante unos minutos te das cuenta de que, por alguna extraña razón, tus sentidos se están estimulando. No es algo erótico, ni tampoco convencionalmente relajanta. No tienes idea de qué es… pero está funcionando.
Mejor conocida como ASMR, la respuesta sensorial meridiana autónoma es una experiencia sensorial en la que el cuerpo responde a ciertos estímulos visuales y auditivos con una sensación denominada “euforia de bajo grado”, que provoca un hormigueo que comienza en el cuero cabelludo y llega hasta la parte superior de la columna vertebral. Como consecuencia, el internet ya tiene un espacio considerable de videos de personas arrugando papel, susurrando, jugando con slime y haciendo toda clase de sonidos que oscilan entre lo satisfactorio y lo perturbador.
El ASMR es un fenómeno que no todas las personas experimentan, y que lleva poco más de diez años estudiándose. Y mientras la ciencia llega a conclusiones, cientos de YouTubers se están convirtiendo en celebridades por hacer videos que generan estos estímulos.
Pero, ¿cómo funciona el ASMR? ¿Qué dice de ti el hecho de que seas sensible a eso? Esto es lo que la ciencia sabe hasta ahora:
En un estudio realizado hace dos años se estudiaron las respuestas fisiológicas de la gente al ver videos de ASMR. Los grupos se dividieron en dos: las personas que dijeron experimentar ASMR y las que no. Las del primer grupo mostraron una reducción en el ritmo cardíaco y un aumento en actividad electrodérmica, lo que demuestra que la experiencia es calmante y excitante, respectivamente. Aunque ojo: es un tipo de estímulo muy distinto al que causaría la excitación sexual o la emoción de escuchar una canción muy buena.
Otro estudio exploró la actividad cerebral al ver este tipo de videos, y se descubrió una activación en la corteza prefrontal, una parte del cerebro relacionada, entre otras cosas, con la autoconciencia, el procesamiento de la información social y algunos comportamientos. También se detectó actividad en áreas relacionadas con la recompensa y la excitación emocional. Por lo tanto, se especula que este patrón replica el placer de la vinculación social. Sin embargo, este estudio no experimentó con gente que no tiene respuesta al ASMR, por lo que no se sabe si estos efectos también afectan a este tipo de personas.
Marilú ASMR, una de las principales youtubers mexicanas de ASMR.
Hay otros estudios que siguen en desarrollo, con teorías tan impresionantes que rayan en lo surreal. El doctor Craig Richard, de la Universidad de Shenandoah, señala que la propiedad en la que coinciden casi todos los videos de ASMR es que muestran una intimidad similar a la del vientre materno. Así, estas experiencias –que casi siempre consisten en personas dando atención personal, palabras reconfortantes y sonrisas– hacen que, literalmente, revivas lo que se siente ser amado.
Y las cosas en el experimento de Richard se ponen aún más extrañas. Según sus estudios, el ASMR podría ser el espejo de un ataque de pánico, mostrando un espectro de relajación totalmente opuesto. Si a esto se suman datos que ha extraído –en los que tres cuartas partes de sus sujetos usan ASMR para dormir, un tercio lo usa para “sentirse menos triste” y un porcentaje mínimo lo usa para lidiar con desórdenes de ansiedad y depresión–, el ASMR podría tener aplicaciones terapéuticas. Esto es tan provocador como revolucionario, pues implica que la comunidad médica un día podría obtener algunas de las experiencias bioquímicas relacionadas con el amor… pero a través de un video hecho por un total desconocido.
Sin embargo, todo esto es mera especulación, y aún hay muchas preguntas que resolver, como la razón por la que no todos lo pueden experimentar y si de alguna manera se puede detonar. Además, está el reto de estudiar un fenómeno que requiere silencio y soledad, y el hecho de que los sensores y máquinas que se usan para estudiar los estímulos podrían alterar la experiencia.