Las conversaciones en torno a las criptomonedas casi siempre conducen a temas económicos, tecnológicos o de seguridad. No es el caso de Dogecoin , que en reiteradas ocasiones desemboca en su peculiar historia de origen. Y es que por extraño que parezca, la que hoy figura entre una de las más cotizadas del mundo nació como una broma del mundo digital que se salió de control.
Para entender el éxito de Dogecoin es necesario comenzar por los memes categorizados como Doge, que, como su nombre sugiere, implican perros. Es una historia algo retorcida que comenzó en 2005 cuando el término fue acuñado en un episodio de Homestar Runner y no tardó en popularizarse. Su consolidación llegó en 2010 con Kabuso, cuya bien conocida imagen en la que mira de reojo con las cejas levantadas le convirtió en el eterno referente de la etiqueta y el gran responsable de que la gran mayoría de los memes cánidos sean protagonizados por la raza Shiba Inu –o shibus– en actitudes humanas como miradas, gestos o uso de ropa y accesorios.
Como toda celebridad, la perruna estrella atravesó diversas controversias en las que se cuestionó su identidad –confirmada, hay que decirlo, por una investigación de The Verge –, se hicieron usos no autorizados de su imagen e incluso hablaron de un deceso que fue desmentido en redes sociales. Todo esto, mientras su imagen se hacía cada vez más recurrente dentro de la memecultura.
Este éxito inspiró a que el 28 de noviembre del 2013, el especialista en marketing Jackson Palmer, quien de tiempo atrás había seguido el desarrollo de las criptomonedas, publicara un inocente tuit en tono de broma: “Invirtiendo en Dogecoin, seguro que es la próxima gran cosa”.