"Nos quedamos un poco vacíos de nuevo, estamos acostumbrados a que el hotel siempre tiene mucho funcionamiento. Ha sido una experiencia muy bonita, casi 100 días con pacientes, ha sido especial, emocionante", reconoce Hugo Figueroa, encargado de la recepción de 45 años.
La recepción del hotel, donde en marzo llegaron decenas de pacientes diarios en ambulancias y autocares, empieza a recuperar su aspecto habitual.
En la parte más alejada a la entrada, junto al comedor de los desayunos convertido durante unos meses en oficina del personal sanitario, se ven todavía las batas azules de protección en un colgador y cajas de equipamiento médico que una enfermera está ordenando y recogiendo.
En la calle, fantasmagórica cuando el hotel se medicalizó para auxiliar un sistema sanitario desbordado por el virus, ha vuelto el rugido de los coches y los vecinos por las aceras.
Motivo de alegría
"La situación epidemiológica ha cambiado, hemos avanzado mucho en todos los sentidos. Y cerrar el hotel, ahora, es un motivo de alegría", asegura la doctora María Pérez-Hervada, que durante unos meses cambió su consulta en el cercano centro de atención primaria Montnegre por este establecimiento.
En este periodo, ha vivido de primera mano la evolución de la pandemia y los efectos del severo confinamiento decretado desde mediados de marzo en España, donde el coronavirus ha causado más de 28,360 fallecidos.