Esta jefa de personal y un reducido grupo de empleados –un contable, un encargado de recursos humanos y un técnico de seguridad– optaron por pasar la cuarentena en el hotel en el que trabajan, ubicado en el prestigioso distrito XVI de la capital francesa, cerca de los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo.
Aunque el hotel dejó de recibir clientes el pasado 17 de marzo, cuando se ordenó el confinamiento general de la población y el cierre de todos los comercios no esenciales, el establecimiento no podía quedarse abandonado.
"Hay un personal mínimo que debe encargarse de cancelar las reservas, realizar los reembolsos y velar por la seguridad del recinto", explica. "La dirección nos ofreció quedarnos para evitar ir y venir y tomar los transportes públicos. Es una manera de cuidarnos a nosotros y a nuestros compañeros", dice.
Para esta mujer, soltera y sin hijos, decidir fue fácil. "A todos nos ayudaba", dice. Además, pasar la cuarentena en un hotel con todas las comodidades, tiene sus ventajas.
Un mate mirando a la Torre Eiffel
Belén se despierta cada día en una suite espectacular de 32 m2 –más grande que su pequeño apartamento parisino– con techos altos y exquisitas molduras, minibar, control de temperatura individual y una televisión de pantalla plana con canales internacionales. El baño tiene bañera y ducha independiente.
"Cada mañana me tomo unos mates mirando a la Torre Eiffel", cuenta, feliz, esta porteña. Esa vista excepcional tiene, en tiempo normal, un costo, de entre 280 euros y 700 euros por noche, en función del tipo de habitación y la temporada del año.
Antes de entrar a trabajar, por turnos de ocho horas, hace una hora de ejercicio en el gimnasio del hotel. "¡Es maravilloso!", dice. "Por supuesto no vamos todos al mismo tiempo, pero la dirección prefería mil veces que nos quedemos en el hotel y usemos el gimnasio a que salgamos a correr", agrega.
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