Escuchar música o, incluso, resolver un problema matemático no estimula tanto el cerebro como una cata de
En dicha publicación, Shepherd asegura que degustar el vino "involucra más a nuestro
que cualquier otro comportamiento humano". Y es que sugiere que a diferencia de una ciencia como las matemáticas, que utilizan una fuente específica de conocimiento, la cata de nos involucra de una manera más completa.Esto es porque las
abarcan todos los sentidos, desde el tacto cuando abres la botella o tomas la copa; la vista, desde la que se analiza la apariencia y el color; hasta el olfato para distinguir los aromas y, por supuesto, las sensaciones en la boca. Todo en conjunto es procesado por nuestros cerebros y, para terminar, se comparte la información de manera hablada o escrita.Y eso no es todo, de acuerdo con el autor, el proceso es más complicado, pues "no solo te pones vino en la boca y lo dejas ahí. Lo mueves y luego lo tragas, lo que es un acto motriz muy complejo". Además, una de las partes más complejas y el argumento central del
es que cuando bebemos vino, nuestros cerebros necesitan crear los sabores para que los disfrutemos.Su analogía para explicar esto es el color, él asegura que “los objetos que vemos no tienen color, la luz los golpea y rebota. Es cuando la luz golpea nuestros ojos que activa sistemas en el cerebro que crean color a partir de esas diferentes longitudes de onda. Del mismo modo, las moléculas en el vino no tienen sabor ni sabor, pero cuando estimulan nuestros cerebros, el cerebro crea sabor de la misma manera que crea color". Sin duda, es un libro que hay que analizar detenidamente.