Para Horacio García Rojas todo comenzó con la fantasía. "Crecí en los 80, justo cuando el cine de ciencia ficción y fantasía estaba despertando", recuerda con una energía que delata al fanático genuino. El actor menciona los clásicos que definieron a una generación: Alien, Star Wars, Blade Runner, Gremlins, Goonies, y fue en esa ola de imaginación desbordada que entendió el poder de los mitos, mucho antes de saber que él mismo se convertiría en uno.
Horacio García Rojas: ‘Batman Azteca’ y el poder de reescribir nuestra historia

"El primer libro que leí por gusto fue El Hobbit", confiesa. Esa puerta lo llevó a descubrir que la fantasía no era un escape, sino un espejo. "Entendí que para mí la fantasía era un espacio donde se podían explicar cosas que con la realidad no", reflexiona, citando cómo la leyenda de los volcanes le dio un alma al Popocatépetl y al Iztaccíhuatl.
La fantasía me ayudó a entender muchas otras cosas y me gustó mucho.
Ese amor por lo extraordinario lo llevó a soñar con ser dibujante de cómics, una vocación que eventualmente mutó hacia el teatro, pero que mantuvo intacto el deseo primordial: contar historias. Y es que, para él, todo está conectado. "México es realismo mágico", afirma con contundencia, citando Macario como su película mexicana favorita, una obra que, según él, "habla del hambre a partir de un mundo mágico para poder entender realmente lo que es tener hambre".
El manto del murciélago: De Adam West al choque cultural
Su relación con Batman , como la de muchos, comenzó con la colorida serie de Adam West, un héroe "jocoso, bailarín, dicharachero". Sin embargo, su verdadera epifanía llegó en una sala de cine.
"Después sale el primer Batman, que es mi Batman: el de Michael Keaton y Tim Burton", relata. La creación de esa Ciudad Gótica oscura, donde el crimen ebullía por la corrupción y las carencias sociales, lo volvió loco. "Sale este héroe que era más oscuro, más serio, y me encantó".
Esa fascinación se profundizó con las novelas gráficas, donde descubrió el núcleo del personaje. "Entendí que el Caballero de la Noche también habla de dolor y pérdida. Es un humano cuyo génesis es el dolor, y a pesar de tenerlo todo, la soledad es tan grande que tiene que encontrar en la justicia la manera de ser y estar".
Es precisamente esa complejidad la que hace que el proyecto de Batman Azteca: Choque de Imperios sea tan personal y potente para él. "Cuando entendí que el contexto era la caída de México-Tenochtitlan, un momento pivote para la historia de América, me emocionó aún más que el propio Caballero de la Noche", admite.
Para Horacio, esta no es una simple adaptación, es un acto de reivindicación. "(Este Batman) Es un superhéroe moreno. Se parece al 75% de los habitantes de este país y a la gran mayoría de los habitantes de este continente. Eso quiere decir que nuestro arraigo indígena o nuestra afrodescendencia es más fuerte".
El sonido de la Noche y la discusión necesaria
Construir la voz de Yohualli ("noche" en náhuatl) fue un proceso de deconstrucción y reapropiación. Comenzó, como cualquier fan, jugando frente al espejo, pero pronto entendió que debía encontrar algo propio. "Es un Batman joven que está descubriendo que la venganza no es el camino, sino la justicia", explica.
Se adentró en la cosmogonía mesoamericana, donde la noche era un espacio que los guerreros no habitaban. "Él tiene que aprender a habitar la noche, y entiende que la noche tiene otras tonalidades, otras cualidades y, por ende, otra voz".
El proyecto ha desatado una polémica inevitable sobre la apropiación cultural y la hispanofobia, un debate al que Horacio no rehúye. "Yo celebro que se esté hablando del tema, porque nos permite reflexionar sobre lo que pasó hace 500 años y cómo esas huellas siguen presentes", declara. Para él, la película es una plataforma para dialogar sobre racismo, clasismo y la necesidad de reinterpretar la historia desde una perspectiva propia. "Si alguien quiere dialogar, estoy abierto. Pero es un diálogo frontal, sin juicios morales ni superioridades".
Su postura es clara: esta es una historia contada por mexicanos, con una idea nacida en México, que utiliza un ícono global para hablar de su propio contexto.
El mensaje para la industria es igual de directo: confíen. "Hablemos de capitalismo", reta. "México es el tercer o cuarto país que más consume animación". Para él, el éxito masivo de proyectos animados en el país demuestra que hay un público ávido de estas historias. Invoca a Guillermo del Toro, un ícono que apuesta por el medio, como un llamado a que otros sigan ese camino y apoyen al talento local.
Al final, Batman Azteca trasciende el entretenimiento. Es una invitación a que las nuevas generaciones cuestionen su identidad, exijan más propuestas similares a la industria y se sientan orgullosas de su cultura. "Me emocionaba porque este país es de color. Y Batman Azteca está llena de color".