El seleccionador de España, Luis Enrique, se mostró convencido de que los penaltis "no son una lotería" y declaró antes del choque de octavos de final contra Marruecos que había dicho a sus jugadores que lanzaran 1 mil penales de entrenamiento cuando estaban en sus clubes. O no le hicieron caso o no funcionó, ya que los tres primeros jugadores españoles que lo intentaron fallaron sus tiros.
Pablo Sarabia, que había entrado en el campo al final del partido precisamente para eso, estrelló el balón en el poste, mientras que Carlos Soler y Sergio Busquets vieron como el portero marroquí detenía cómodamente sus disparos, dando el pase a Marruecos a los cuartos de final. Los españoles, que también cayeron en la misma tanda de penales ante Rusia hace cuatro años, tuvieron una actuación inexplicable para un equipo que cuenta con algunos de los jugadores de mayor talento técnico de este deporte.
El aspecto más notable de ambas tandas de 2022 fue la escandalosa mala calidad de los lanzamientos. Los seis penaltis fallados por los equipos perdedores se lanzaron sin mucha potencia y la mayoría sin una dirección clara hacia la esquina, una estrategia que dejó a aficionados y expertos rascándose la cabeza y dio a los porteros victorias fáciles.
La empresa de datos Nielsen Gracenote ha analizado todos los penales lanzados en las cinco últimas Copas Mundiales, incluida la de Qatar, y ha descubierto que los tiros rasos a la derecha (50%) o a la izquierda (68%) son los que menos éxito tienen, e incluso esas cifras no tienen en cuenta la distancia a la derecha o a la izquierda.
Como era de esperar, los disparos al área superior, ya sean amplios o centrados, tienen un porcentaje de conversión del 100%: 20 intentos en este estudio. Aunque pueda parecer que hay más riesgo en ir alto, sólo cinco penaltis han golpeado o se han ido por encima del larguero en ese tiempo, mientras que siete han golpeado en un poste o se han ido desviados.
Alan Shearer, exdelantero de la selección inglesa, tuvo un brillante récord de penaltis, conseguido normalmente lanzando el balón alto hacia una esquina, de modo que, aunque el portero se lanzara hacia él, no tenía ninguna posibilidad de detenerlo.