La tendencia empieza a manifestarse a inicios del siglo XXI con Ray (2004), Johnny & June: Pasión y locura (2005) e incluso Soñadoras (2006) que, si bien es una obra de ficción, está fuertemente inspirada en Motown. Tuvieron que pasar de diez a quince años para su consolidación con títulos como Jersey Boys (2014), Letras prohibidas (2015), Bohemian Rhapsody (2018), Rocketman (2019), La madre del blues (2020), La voz del amor (2020), Estados Unidos vs. Billie Holiday (2021) y por supuesto Elvis. La primera tanda sentó las bases, pero fue la segunda la que descifró que la mejor forma de explorar a estos iconos, no sólo desde sus carreras, sino desde la colisión directa con el contexto sociopolítico. Centrémonos en estas últimas películas.
Racismo, mafia, SIDA y drogadicción son sólo algunos de los muchos temas explorados, lo que resultó en obras complejas, pero que batallaron por encontrar un balance entre el drama y la ensoñación del espectáculo. Unas se decantaron de lleno por lo social, otras por la música. El balance sólo llegó cuando un genio, muchas veces incomprendido, como es el caso de Baz Luhrmann entró en escena con la valiente y arriesgada exploración, no de un músico cualquiera, sino de una de las máximas leyendas de todos los tiempos: Elvis Presley, el mismísimo Rey del Rock.
Al rescate del mito
Más allá de las variantes de cada uno de los proyectos mencionados anteriormente, todos tienen un punto en común: la humanización de la estrella, quien deja de ser intocable para convertirse en una figura de carne y hueso aquejada por todo tipo de problemas y preocupaciones. Elvis no es la excepción a la regla, pero con la gran diferencia de que es capaz de hacerlo sin necesidad de caer en la desmitificación.
Para ello, Baz Luhrmann no tiene que hacer sino mantenerse fiel a los hechos, especialmente a todos aquellos que han estado tan peligrosamente cerca de ser silenciados. La pobreza que vivió cuando niño y que le obligó a crecer en humildes barrios habitados por gente de color en una era marcada por la segregación. “Y mira lo que pasa con los jóvenes”, asegura el cineasta. “Absorben todo tipo de cosas, especialmente alguien con un gran hueco en el corazón como Elvis, que tenía el amor condicional de su madre y siempre estaba buscando, buscando y absorbiendo”, dijo en entrevista .
Lejos de sucumbir ante el racismo, el muchacho absorbió y fusionó elementos del country con música afroamericana e incluso góspel, lo que resultó en una combinación profundamente poderosa que se tornó decisiva para su ascenso hasta lo más alto. Caso similar al de sus bailes, con movimientos nunca vistos hasta entonces. Y aun así, profundamente honesto, pues como también dice el cineasta Elvis “hizo todo lo posible para decir: 'Yo no inventé el rock and roll, sólo le puse mi propio toque'. Él dijo: 'No me llamen El Rey, no soy El Rey'”.
Y es precisamente por esto que lo fue y lo sigue siendo. Pero como todo rey, su corte incluía individuos que querían aprovecharse de su cercanía para usurpar el poder. En este caso, el coronel Tom Parker, el agente que lo diera a conocer al mundo para luego arrebatárselo. Primero en vida al prohibir sus giras mundiales y después al influir en su trágico deceso.
Una historia tan compleja exige actuaciones de primer nivel. La presencia de Tom Hanks como el mencionado agente es garantía de calidad; más arriesgada fue la elección del joven Austin Butler como Elvis Presley. El actor, quien ya había trabajado con otros grandes como Quentin Tarantino en Había una vez en Hollywood (2019) y Jim Jarmusch en Los muertos no mueren (2019) realiza una labor más que cumplidora, es tan sobresaliente que le valió el aplauso y el agradecimiento de Priscilla y Lisa Marie Presley.
Como toque final, un formato que deja atrás los convencionalismos del biopic y que deambula inusualmente cerca del fantástico, como si de un auténtico cuento se tratase. Una genialidad que sólo podía ocurrírsele a alguien tan creativo como Baz Luhrmann.