“Me llamo Tokio. Pero cuando comenzó esta historia no me llamaba así”. Han pasado cinco años desde que escuchamos por primera vez estas palabras. En aquel entonces nadie habría imaginado que una serie española sobre un atraco imposible, protagonizada por ladrones vestidos de rojo, disfrazados con caretas de Salvador Dalí y con nombres de distintas ciudades, terminaría convirtiéndose en un fenómeno de carácter mundial. Uno cuyas propiedades incluso le llevarían a romper las barreras de la pantalla: La casa de papel. “Y ese día, el día que iba al matadero, apareció mi ángel de la guarda. Pero una nunca sabe a ciencia cierta cómo es el ángel de la guarda”.
La casa de papel: una serie para la historia
El suceso resulta aún más curioso si consideramos que las expectativas en torno al proyecto no eran del todo altas. Fue concebida netamente para las audiencias españolas e incluso pasó sin pena ni gloria en el canal local Antena 3 durante su transmisión original en mayo de 2017. Su rumbo sólo cambió cuando Netflix adquirió los derechos hacia finales de ese mismo año, pues unos meses después terminaría convirtiéndose en la serie de habla no inglesa más vista en toda la historia de la plataforma.
Y claro, en una de las series más representativas de su tiempo. Tanto así, que hoy día podemos asegurar sin temor a equivocarnos que existe un antes y un después de La casa de papel.
Me llamo Tokio. Pero cuando comenzó esta historia no me llamaba así
De España al mundo
Sobresalir en la pantalla chica actual no es tarea fácil. Después de todo, hablamos de un periodo que combina alta calidad y una amplia oferta de títulos, lo que ha resultado en el cruce de dos fenómenos como son una era dorada de las series y las llamadas Streaming Wars. A esto sumemos el claro dominio histórico de la industria estadounidense.
Si La casa de papel pudo lograrlo fue en buena parte por el trabajo de tantos shows ibéricos que le antecedieron y que sentaron las bases de una industria española con cada vez mayor impacto global. Un recorrido que comenzó con títulos como Los Serrano (2003), El internado (2011) e Isabel (2011) que incorporaron elementos de carácter nacional sin descuidar los valores más universales. La ruta desembocó en proyectos más ambiciosos como El tiempo entre costuras (2013), El ministerio del tiempo (2015), Vis a Vis (2015) y Merlí (2015) que hibridaron todo tipo de géneros para dar historias más complejas y beneficiadas además por valores de producción más elevados.
Esto no significa que el pico de popularidad de los atracadores fuera por inercia ni mucho menos por casualidad, sino resultado de una combinación sumamente peculiar. Una trama habitada por personajes que en todo momento exaltan su pertenencia al pueblo y su desencanto ante el pobre trabajo de las autoridades, y cuyo estreno coincidió con un contexto tan desafiante en el carácter global que invariablemente resultó en la identificación del mundo entero. O como diría Álvaro Morte, mejor conocido como El Profesor, se trata de una premisa que “tiene un tremendo sentido revolucionario. ¿Quién no se identifica con ese pez pequeño que puede contra el pez grande?”, declaró en entrevistas previas .
Símbolos de resistencia
Hubo un tiempo en que Álex Pina, creador de La casa de papel, se debatió sobre el rostro a utilizar para la ahora mítica careta. Sus opciones finales eran muy claras, el Quijote y Dalí, al considerar que ambas plasmaban fielmente la genialidad y la locura. Si se decantó por la segunda opción fue primordialmente por el bigote, que a juicio del creativo, “le da un aspecto todavía más pop”, declaró en una entrevista con Cine Premiere.
Nunca sabremos qué habría sucedido con la imagen del ingenioso hidalgo, pero la del artista catalán se ha convertido en algo más. Un referente de la serie, pero sobre todo un símbolo de resistencia contra las distintas injusticias sociales alrededor del mundo. Tanto así que el inconfundible rostro se ha hecho presente en todo tipo de manifestaciones en sitios tan variados como la misma España, Francia, Grecia, Chipre, Arabia Saudita, Irak, Colombia, Chile, Puerto Rico y México.
Sobresale además que estas marchas han potenciado sus respectivos mensajes con otros elementos característicos del show, los cuales fueron incorporados por su fortísima carga simbólica. Tal es el caso del mono rojo cuyo diseño remite al obrero y su color a la sangre, la revolución y el socialismo. Ni qué decir de los gritos y las leyendas en pancartas, con una sociedad cansada que continuamente se autoproclama como “la puta resistencia”.
Y el "Bella, ciao"… la canción popular usada como himno de la resistencia antifascista durante la II Guerra Mundial siempre ha estado presente en el imaginario colectivo italiano, pero fue La casa de papel la que le dio un carácter global con su mensaje de luchar o morir.
El final de una era
La incursión en el Banco de España se ha cobrado las vidas de Nairobi y Tokio, pero si hay algo que nos ha enseñado esta banda es que la lucha continúa. Aunque La casa de papel llega a su fin con su quinta temporada, la consolidación del legado apenas empieza.
Los primeros frutos de su impacto en la industria ibérica se han dejado ver desde hace algunos años con la confianza de titanes del streaming como Amazon Prime, HBO y el propio Netflix hacia otras producciones locales. El caso de esta última plataforma es especialmente destacado al decantarse por Madrid para su primera sede de producción europea, lo que además incluye el estreno de entre nueve y once series españolas al año, así como de cuatro películas originales.
Si hablamos de títulos concretos, basta decir que shows como Élite (2018), Patria (2020), 30 monedas (2020), El inocente (2021) y Sky Rojo (2021) quizá nunca habrían sido posibles sin La casa de papel. Y aunque es un hecho que ninguno replicó su éxito, todos han gozado de suficiente impacto internacional para garantizar la buena salud de las series españolas. A esto sumemos que se trata de un modelo económico y de producción mucho más fácil de replicar que el estadounidense, lo que bien podría repercutir en el florecimiento de otras industrias como la mexicana.
Y finalmente su lucha, inspirada en crisis sociopolíticas reales y llevada de vuelta a las audiencias en su círculo metanarrativo que sólo ha sido concebido exitosamente por un mínimo de proyectos en toda la historia del entretenimiento. Han pasado cinco años del estreno de La casa de papel y el orden global no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado como consecuencia de una pandemia que ha potenciado las diferencias económicas. Tal vez el Profesor y compañía ya no estarán ahí para encabezar la resistencia, pero su legado sí que parece destinado a continuar por muchos años más con un mundo unido al grito de ¡Bella, ciao!.