En el papel, Candyman bien podría ser ubicado en la selecta lista de asesinos que conquistaron a las audiencias en los 70, 80 y 90, al lado de otros nombres icónicos como Michael Myers, Jason Voorhees, Freddy Krueger o Ghostface. Todos son referentes del slasher, se caracterizan por su imbatibilidad y protagonizan franquicias que siguen expandiéndose hasta nuestros días. Muchos elementos en común, pero ninguno de ellos evita que el hombre del gancho y las abejas parezca ubicarse en un reino muy distinto, más cercano a la auténtica pesadilla que a la popularidad.
Candyman: todo lo que debes saber antes de invocarlo
Este posicionamiento en el imaginario colectivo puede atribuirse a las variantes en su construcción. El grueso de los asesinos mencionados aparece en historias con moraleja que abordan los excesos juveniles, siendo esta la razón por la que una chica inocente –mejor conocida por el tropo de final girl– suele ser la única sobreviviente. Estas nunca fueron las intenciones del afroamericano, cuyo objetivo central es explorar las crisis raciales y de clases del pasado y la manera en que éstas se mantienen vigentes hasta nuestros días.
Se debe también a su realismo extremo. Mientras el slasher tradicional gira en torno a jóvenes de clase media/alta, Candyman nos introduce en zonas marginadas de Chicago que son aquejadas por la violencia, pero también por la falta de servicios más básicos como la seguridad y la limpieza. En edificios derruidos y que deambulan cerca de lo inhabitables, pero que aun así albergan un amplio número de personas al tiempo que sus paredes son usadas para recordar al personaje.
A esto se suman además sus bases narrativas. La cinta muestra a una estudiante cuya tesis se centra en la figura de Daniel Robitaille, nacido a fines del siglo XIX como el hijo de un esclavo, y quien terminó convirtiéndose en un artista de renombre y que era muy solicitado para pintar retratos de blancos ricos. Sus problemas comenzaron al enamorarse de la hija de una de estas familias y engendrar un hijo con ella, pues el padre de la fémina ordenó su linchamiento, que terminó de manera brutal: la mutilación de su mano derecha y su posterior cobertura con un panal de abejas que le llevó a ser pinchado hasta la muerte. O algo así, ya que su vengativo espíritu azota a todo aquel que se atreve a repetir su nombre y tiene especial presencia en Cabrini Green, un proyecto residencial del mundo real que terminó convirtiéndose en epicentro de crimen, pobreza y decadencia.
Se trata de una brillante adaptación al cuento The Forbidden de Clive Barker, pero reforzada además por dos leyendas urbanas: Hookman y Bloody Mary. La primera le valió su icónico garfio y la segunda le permitió aparecer cuando alguien mencionaba su nombre cinco veces frente a un espejo. Y como toque final un crimen de la vida real como fue el asesinato de Ruthie Mae McCoy perpetrado en 1987 cuya imposibilidad puso en jaque a las autoridades de Chicago, hasta que éstas descubrieron que el asesino había entrado por el espejo del baño que conectaba directamente a otra habitación. Irónicamente esto ocurrió muy cerca de la previamente mencionada Cabrini Green, la zona en donde se desarrolla la película original.
Un suceso tan escalofriante que sigue impactando hasta nuestros días, al grado que recientemente inspiró un reto en TikTok que implicaba buscar pasajes tras los módulos de espejos y que resultó en más de una sorpresa oculta entre las paredes. Pero sobre todo, una construcción tan atinadamente sustentada en pesadillas contemporáneas que hoy día son muchos los que siguen pensando que Candyman no sólo existe, sino que se mantiene en una continua búsqueda de nuevas víctimas.
Y como toque final los valores simbólicos del espejo y la abeja. El primero suele aludir a la dualidad y la autorreflexión, pero aquí se refiere a los misterios ocultos al interior de uno mismo; el segundo es vinculado con la vida, pero en este caso es distorsionado para abordar la muerte. El resultado es uno de los personajes más perturbadores jamás creados y que abre violentamente su camino para demostrar que los horrores del mundo real no son tan lejanos a los vistos en pantalla. Una exhibición de metarrealismo llevada al extremo.
Menciona su nombre… otra vez
Han pasado poco más de veinte años desde la última aparición cinematográfica de Candyman en "El día final" (1999) y las posibilidades de que el personaje fuera retomado parecían cada vez más remotas. Después de todo, lo descrito anteriormente no resultó en un personaje popular a niveles masivos, sino más bien de culto entre algunos sectores de la audiencia.
Pero el retorno se concretó, apoyado un poco por la ola de nostalgia que domina al entretenimiento actual, pero sobre todo por el hastío de la comunidad afroamericana plasmado en toda clase de marchas y movimientos como Black Lives Matter. Un esfuerzo encabezado por Jordan Peele, escritor y director de ¡Huye! (2017) que se mantiene como la máxima exponente del terror racial contemporáneo, pero que en esta ocasión centra su atención en la el guion y la producción.
"Mi conexión es bastante simple", explicó recientemente . “Fue una de las pocas películas que exploró algún aspecto de la experiencia negra en el género de terror en los 90, cuando yo era pequeño. Para mí fue un ejemplo icónico de representación en el género y una película que me inspiró”. Bajo esta premisa, no sorprende que el proyecto no sea una continuación directa de la tercera entrega, sino una secuela espiritual de la cinta original.
El creativo no está solo en sus esfuerzos, ya que cuenta con el invaluable apoyo de Win Rosenfield en el guion y la producción. Su labor en El infiltrado del KkKlan (2018) deja muy clara su postura en la lucha social.
Por su parte, la dirección queda en las talentosas manos de Nia DaCosta, encomendada a este anticipado y desafiante proyecto tras su fascinante ópera prima Little Woods (2018), neowestern protagonizado por Tessa Thompson y Lily James, sobre dos hermanas que deben tomar decisiones extremas para mejorar sus vidas ante un sistema que se ha olvidado de ellas. No menos importante es que su trabajo también llamó la atención de un titán como Marvel Studios, que la incorporó a sus filas para la realización de The Marvels (2022), secuela de Capitana Marvel que tratará de ascender a Carol Danvers (Brie Larson) como piedra angular de la franquicia.
Mención aparte para el mismísimo Candyman, quien volverá a ser interpretado por el mítico Tony Todd. Su hipnótica interpretación fue determinante para el éxito de la trilogía original, para la construcción de uno de los personajes más emblemáticos en toda la historia del género y para el ascenso del llamado terror negro, del que es considerado por muchos como su mayor exponente. Aunque su ausencia del proyecto habría sido sencillamente imperdonable, el histrión asegura que “si nunca hubiera hecho otra película de terror, podría vivir con eso, y llevaría este personaje. Pensé que desaparecería. Después de 30 años, estamos de regreso con un nuevo capítulo fascinante y poderoso".
Esta combinación de talento, aunada a las exigencias sociales del mundo actual, hace pensar que la cruenta historia del afroamericano condenado por odio racial está lista para dar el salto definitivo a lo más alto del género. ¿Y por qué no? A la expansión de un mito popular concebido y expandido netamente desde la ficción. Aunque claro, la conclusión absoluta de este círculo sólo puede completarse con un pequeño y escalofriante desafío: repetir el nombre prohibido cinco veces frente al espejo, ¿te atreves?