Los obstáculos para ellas no han dejado de llegar en todo este tiempo, al grado de que cuando se enfrentaron a la selección de Estados Unidos, el entrenador Ken Eriksen bromeó: “Hoy sólo tenías que tocar un himno nacional.” (dado que todas, menos una de las representantes de México, son nacidas en la nación de las barras y estrellas). Una “broma”, por lo menos, desafortunada.
La gente nos decía cosas por no hablar el idioma o por no haber nacido en México
Es importante resaltar que, sin estas jugadoras, México nunca hubiera tenido la oportunidad de participar en el softbol olímpico. Ellas dieron la cara por México, teniendo una actuación decorosa e histórica en la que lograron el cuarto lugar, al vencer de manera convincente a Australia e Italia. Sashel Palacios, con todo y las críticas, también dijo: “Tenemos que enfocarnos en el panorama completo: estamos jugando para nuestras familias que no tuvieron la oportunidad que tenemos hoy de practicar este deporte y llevarlo a este nivel”.
Esta historia nos lleva a preguntarnos: ¿Los atletas realmente tienen que haber nacido en el país que van a representar? Y aún más: ¿Alguien tiene que haber nacido en un país para sentirse parte de él o para sentirse orgulloso de tener esa nacionalidad?
A título personal les cuento la historia de mi abuela: ella nació en Youngstown, Ohio, Estados Unidos, ella emigró a los 19 años a México, en 1951, ya casada con mi abuelo, él mexicano, ella sin hablar un fluido español y embarazada. Puedo confirmar, hoy día, que ella se sentía más arraigada a este país que muchos nacidos en él, y que sabía más de su cultura, tradiciones e historia que muchos mexicanos. Hasta el último día de su vida le daba coraje si le entregaban un menú en inglés en un restaurante, y decía que ella era más mexicana que el nopal. Identidad que se le llama a esto.
Sabemos que un caso emocional no es el mismo caso que las atletas mexicoestadounidenses de sóftbol que participaron en los juegos olímpicos; aunque esto nos da un buen contexto para entender que ellas pueden sentir orgullo por el país en el que sus antepasados nacieron, y tienen el derecho a representarlo al igual que cualquier otro mexicano.
Los otros que representan a una nación que no es la de su cuna
Ahn Hyun-soo ganó cuatro medallas olímpicas, como patinador de velocidad por Corea del Sur, en los juegos olímpicos invernales de 2006. Sin embargo, al no recibir apoyo por parte de la Asociación de Patinaje de Corea del Sur, Ahn comenzó a competir por Rusia y ganó tres medallas de oro más y otra de bronce en Sochi 2014.
También podemos hablar de Giovanni Lanaro, quien participó en Río 2016 en salto con garrocha. Nació, se crió, se educó y se entrenó en el sur de California. Si bien es estadounidense, su madre nació en México y la selección mexicana sólo requiere que tengas herencia mexicana para poder competir por ellos. "¿Qué tiene de malo estar orgulloso de competir por México?",dijo a Los Ángeles Times. "No veo nada malo en ello"; y con razón.
¿Qué tiene de malo estar orgulloso de competir por México?
Muchos atletas van a los juegos olímpicos representando a otros países porque sus federaciones pueden destinarles más recursos o porque hay más oportunidades que en su país de nacimiento.
Otro ejemplo más reciente es el de Lamont Marcell Jacobs, quien nació en El Paso, Texas -una comunidad profundamente binacional entre mexicana y estadounidense-, pero recibió la oportunidad para competir en los 100 metros planos representando a Italia, país que ha sido su casa por muchos años. James acaba de ganar el oro en esta competencia tan importante del atletismo.
Jonathan Ruvalcaba, es mexicano de Guanajuato y actualmente compite por República Dominicana para cumplir sueño olímpico en clavados.
Pensemos que el espíritu de las olimpiadas va mucho más allá que sólo representar a tu país: encarna competitividad, amistad, trabajo en equipo, deportivismo, respeto y globalidad.