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¿Cómo revolucionarán los tatuajes eléctricos el arte corporal?

Aunque todavía queda mucho camino por recorrer, el futuro del tatuaje luce literalmente deslumbrante.
jue 06 mayo 2021 12:32 PM
Tattoo master making tattoo on customer's leg
Tattoo master making tattoo on customer's leg

El tatuaje es más que una moda pasajera. Los registros señalan que la práctica comenzó en el neolítico y que ha sobrevivido ante la necesidad humana de expresarse, lo que va desde las creencias religiosas y las grandes hazañas, hasta la forma de pensar o la identidad propia. Esta misma evolución ha provocado cambios en diseños y técnicas que ahora parecen destinados a dar un nuevo salto con el desarrollo del tatuaje eléctrico.

Los orígenes del también llamado e-tattoo o tatuaje digital se remontan al 2003 cuando un grupo de investigadores de la Universidad de Tokio diseñó la primera piel eléctrica flexible. Esto porque, a diferencia del tatuaje convencional, estas modalidades no requieren de agujas ni tintas, al tratarse de una delgadísima piel sintética adherible equipada con circuitos eléctricos. Actualmente la mayoría de sus usos se limitan a la medicina, como biomarcadores para señalar el ritmo cardiaco, la presión arterial y los niveles de azúcar. Algunos de ellos ni siquiera son eléctricos, sino que reaccionan a los componentes químicos de fluidos corporales como el sudor. Aun así, la tendencia promete cambiar en un futuro no muy lejano.

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Así lo creen centenares de artistas que de momento recurren a los efectos visuales para demostrar el enorme potencial del tatuaje eléctrico como arte decorativo. Esto porque muchas de las tintas empleadas adquieren brillos neon cuando son sometidas a una luz negra, pero el potencial tecnológico abre posibilidades que por ahora parecen inimaginables y que van del más simple brillo en un punto concreto a los destellos intermitentes que recorren la silueta de la ilustración corporal más elaborada.

Espectaculares, pero poco eficientes, al menos por ahora. Uno de los mayores desafíos de la tecnología actual es la durabilidad, pues incluso los adhesivos más elaborados como el desarrollado de manera conjunta por el Instituto Italiano de Tecnología (IIT) y el University College de Londres (UCL), que consiste en un diodo emisor de luz orgánico verde ultrafino (OLED) fabricado sobre papel de tatuaje temporal comercial, pueden ser fácilmente retirados con un poco de agua. Esto tal vez resulte funcional si se persiguen fines médicos, pero no sería rentable para aquellos que desean grabarse una imagen de forma permanente.

No menos debatible es que, al tratarse de adheribles prácticamente desechables, la comercialización de imágenes arquetípicas sería inevitable, al menos en las primeras etapas de desarrollo. Esto haría que uno de los fines primarios del tatuaje contemporáneo, como es el reflejo de la identidad, se perdiera en su paso al eléctrico.

Esta es la razón por la que el tatuaje eléctrico apunta cada vez al terreno subdermal (por debajo de la piel) con miras a posibilidades que van más allá de la iluminación. Tal es el caso de Electronic Ink, un producto imaginado –mas no desarrollado– que consiste en un implante capaz de plasmar toda clase de diseños con el respaldo de aplicaciones, lo que permitiría la experimentación, los cambios de imagen, los retoques e incluso el borrado temporal o permanente. O lo que es lo mismo, ¡adiós al nombre de tu ex! Este mismo concepto especula con la posibilidad de trasladar la hora, recordatorios o notificaciones del celular a la piel, convirtiendo así al tatuaje en todo un wearable.

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Aunque claro, también existe la posibilidad de tintas cada vez más avanzadas como la concebida por la Universidad de Duke y que contiene nanocables de plata flexibles, conductores de electricidad y capaces de imprimirse en la piel. Sus pruebas incluyeron la conexión de una luz LED que se encendía cuando se aplicaba energía a través del material impreso. De nueva cuenta, una innovación contemplada para el terreno médico pero que bien podría llegar al artístico para dar uno de los saltos más memorables de toda su historia.

Y es que, si el tatuaje pasó de ser una práctica ancestral a una expresión artística que a su vez pasó del peor de los rechazos a la mayor de las aceptaciones, no existe razón para pensar que no podrá evolucionar en un mundo cada vez más tecnológico.

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