En la ciudad antes llamada Distrito Federal, Camilo Lara se hizo músico. Entró a trabajar a la radio antes de los 16 años y desde entonces ha encontrado músicas en las calles de la todavía antes Tenochtitlán. A esos sonidos, a las olores, a la prisa de vivir en esta ciudad es que la cabeza del Instituto Mexicano del Sonido rinde tributo con su nuevo disco, D.F.
Es imposible separar ciertos sonidos de sus lugares de origen. Al escuchar que se compran colchones, tambores, uno de inmediato piensa en la capital mexicana. Lo mismo pasa con ciertos platillos: quesadillas, tortas y, sobre todo, gorditas.
Hace años, a todo esto se le sumaba una aerolínea ahora extinta, una urbe más auténtica y menos pretenciosa. En ese tono, platicamos con el productor y músico, quien junto a Dan The Automator, de Gorillaz, Graham Coxon de Blur, Sergio Mendoza, Duckwrth, Bia, Cuco, Banda Misteriosa y La Perla, de Colombia, hacen de este nuevo álbum en verdadero tributo.
Desde 2016 que la ciudad ya no se llama D.F. ¿esto…?
¿Me estás preguntando que si no me llegó el memo? (Risas)
Iba a decir que todos seguimos diciéndole así a nuestra Ciudad...
Cuando cambió el nombre del D.F., en el Reforma salió un anuncio que decía: Adiós D.F., hola CDMX. Lo recorté y lo puse en el refrigerador. Todos estos años, el papel del periódico se ha ido haciendo gris. La verdad es que yo le sigo diciendo D.F. a la ciudad. Sé que habla muy mal de mí, pero es como cuando los “nuevos pesos”; nunca le pude decir nuevos pesos a los pesos. Entonces, la idea era hacer un disco que tuviera la ciudad que a mí me gusta. Si le pudiera hacer una carta de amor a la ciudad que a mí me gusta se llamaría D.F. Hay muchas cosas que la voracidad de la modernidad se llevó. También trajo unas muy buenas, pero otras espantosas. Es un homenaje al tiempo en el que empecé a usar los camiones, andar en la calle, descubrir la cumbia y La Lagunilla. Ese era mi D.F.
¿Qué músicas escuchabas en ese entonces y que todavía te conforman?
En esa época escuchaba más cosas que no tienen tanto que ver con lo que estoy oyendo ahora. Pero mucho de el disco se inspira en cosas que para mí tenían olor a D.F., como Los Xochimilcas o Café Tacvba, que aunque no eran del D.F. siempre quisieron serlo (risas), re Rockdrigo y que eran súper ultra chilangas. Me gustaba la idea de canciones de barrio. Hasta hice una canción de comida, “Dios”, que nunca pensé en hacer una canción de comida.
Un músico chilango, chilango como Camilo Lara, ¿tendría la aspiración de, así como Rockdrigo, tener su estatua en el metro Balderas?
Ay, cabrón… No sé… Mira, ahora durante la pandemia estuve corriendo en Chapultepec y pasaba por las estatuas de los compositores. Yo creo que si Guti Cárdenas se viera a sí mismo, tal vez no estaría muy feliz; pero, es súper bonito ver a Guti Cárdenas, al maestro Manzanero y hasta a Alex Lora. A mí me asombra. Todos ellos vivieron en el D.F. y tuvieron sus historias. El Flaco de Oro la hizo aquí… Es una ciudad que rentamos un rato. ¿Cuántos generaciones de gente muy importante vinieron, pasaron, se murieron, les hicieron una estatua? O no se las hicieron… hay dos opciones…
La canción Dios, que habla de las gorditas… ¿será que, para Camilo Lara, dios se podría aparecer en una gordita como dicen que la Virgen apareció en un azulejo del Metro?
¡Ándale! (risas). La gordita es la expresión última de la mano mexicana, apapachadora y apachurradora. Sí, es el momento de Dios y el Diablo. ¿A quién quieres más, a tu papá y a tu mamá? Son de esas preguntas en las que siempre quedas mal. Creo que la idea de eso te lleva al mismo lugar: es la misma masa, la misma carne y la misma comida sólo que más o menos frita.
¿Y qué hay de los sonidos de la Ciudad de México para el proceso creativo? En “Se Compran”, literal, tomas el audio de la gente que compra fierro viejo…
Mucho de lo que hago tiene que ver con ese momento, el traslado, y en el estudio simplemente lo termino. Siento que no sería la misma persona si hiciera eso en Suecia. Para lo que yo he hecho, es parte fundamental de quien soy y lo que me gusta. A la distancia y después de muchos años, me doy cuenta de que mi foco es la ciudad y la música con la que crecí. Me clavo mucho también en poner atención a los vinilos o rescatar cosas que me gustan o buscar cosas nuevas.
En ese sentido, ¿cómo funciona la parte de productor, en la que vas descubriendo nuevos talentos y trabajando con los consagrados? Por decir algo, lo mismo has trabajado con Lila Downs y Los Ángeles Azules que con Beck y Nora Jones…
Todo tiene un componente de lo que me gusta y lo que soy. Tiene un sabor. Hay gente a la que le gusta y a la que no, pero eso eso. No es que, como productor, termine haciendo lo que es mi voluntad en los disco que produzco, pero, como visión, tiene un ángulo más para mi lado. Como productor debes tener un ángulo como de editor y ahí se diluye o que tú haces, pero hace sentido con tu propio trabajo. Si no, te vuelves un genérico que hace cualquier cosa.
Cuéntame de la parte gráfica del nuevo disco.
Este arte es un códice de artista llamado Urbano Mata. Está conformado por viñetas que explican la Ciudad de México en tres niveles: el cielo, la tierra y el agua. En el cielo está el internet, Mexicana de Aviación, el Ángel de la idependiencia. En la tierra están los Oxxos, los tacos al pastor, el temblor, la violencia y el culto al dinero. Y en el agua, Xochimilco, los lagos entubados y los desechos que vienen de las dos previas. Es un arte que tomo mucho tiempo en ser pensado y hecho. Tuve la fortuna de encontrar a Urbano Mata, que entendió la idea de ideogramas, y el otro es Óscar Reyes, que me ayudó a cerrar la idea. El vinilo es un códice gigante.