Alex Ferreira y su alucinante truco de vivir del arte
'Tanda', el nuevo disco de Alex Ferreira, es una conversación sobre el cambio, la naturaleza, la defensa de los mares, el amor, la ciencia, y el truco alucinante de cantar canciones.
Desentrañar 'Tanda', el nuevo disco de Alex Ferriera, significó una conversación sobre el cambio, la naturaleza, la defensa de los mares, el amor, la ciencia, y el truco alucinante de cantar canciones.
¿Qué es la música? ¿Cómo describir lo que nos hace sentir, lo que nos hace pensar? ¿Qué diría un científico sobre ella? ¿Y un filósofo, y un escritor, y un músico? Es curioso que Alex Ferreira alguna vez pensara que, de no componer canciones, haría cualquiera de estas profesiones. Y es curioso no porque exista una amplia lejanía entre esas disciplinas –que ya habría que ver–, sino porque, de alguna manera, al desentrañar su nuevo disco, Tanda, ha tocado temas pertenecientes a cada una.
Al otro lado del teléfono hay una voz que carga, por partes iguales, tranquilidad y sabiduría. Quizá lo que se escucha es su vida misma y su camino. Nació en media isla, como llama a República Dominicana, y salió hacia España buscando nuevas músicas. Pasó diez años en el Viejo Continente haciendo caminos, tocando con músicos como Jorge Drexler , quizá bailando en las orillas. Y luego llegó a México, hace siete años.
En uno de los miles de kilómetros que separan estas tres naciones, en algún momento de esos tantos años dedicados a la música, un domingo cualquiera, el caribeño se encontró con lo que es: un cantautor que mezcla todos los lugares en los que ha vivido, un defensor del mar, un cantante que siempre se exige, un artista que sabe que la casa no se trata de un lugar y que el corazón no se rompe.
Hay algo en las letras de Ferreira, una aparente simpleza que en realidad carga las complejidades de la verdad. Escuchar su música, es, en cierto modo, escuchar parte del mundo. Por eso, hablar con él sobre sus creaciones deriva en temas complejos como el cambio constante, la naturaleza y su defensa, el amor, la ciencia, y el truco alucinante de cantar canciones y vivir del arte.
Para quienes escuchamos tu música, Tanda llegó como un bálsamo o un apapacho durante la pandemia. Por ejemplo, “No Se Rompe” y la frase “lo que parece un siglo pasa en un santiamén”. Tu música ha acompañado a tus fans durante un año, pero, para ti ¿cómo te acompañó?
Ha sido raro, como me imagino que lo ha sido para todos. Por el lado de lanzamientos musicales que van acompañados de conciertos y giras, todo se puso raro. “No Se Rompe” tenía algo peculiar; hablaba de un lado más sensible que las otras canciones y la teníamos como una canción que formaría parte del disco pero no iba a ser un single. Al final, la sacamos como sencillo por la situación. Pero en general, muy bien. Más que feliz y afortunado de estar bien, de que mi familia esté bien. En fin, como todo el mundo, sobrellevando la situación.
Me da la impresión de que Tanda es un álbum que se reconcilia con el amor. Sí, está “Lo Tuyo no Tiene Madre”, que quizá es un punto final para el desamor y la ruptura, pero luego viene “El Titubeo”, como el ligue, o “Un Cariñito”.
De alguna manera sí. Es un disco que tiene una manera de ver el amor. En el caso de “El Titubeo”, quizá es la canción que tiene más humor sobre las que he hecho. El disco tiene más humor que los anteriores e incluso canciones tristes como “Lo Tuyo no Tiene Madre” tiene su lado de humor frente al dolor. Me imagino que cuando alguien le dice a otro que lo suyo no tiene madre es lo último que le dice justo antes de reconciliarse con uno mismo. El disco tiene muchas cosas y estoy feliz de mostrarlo ya en febrero. Soy muy fan de los discos y me gusta cómo fluye una canción con otra. Tanda trae un orden y un mood en el que se ayudan las canciones.
Habías contado que “Tanda” no significa nada, sino que apunta a la fonética. A mí me recordó a ese muteo que haces en la guitarra de muchas de tus canciones, ¿musicalmente tiene que ver con esto?
Estoy más centrado en la fonética de la palabra, en cómo suena más que en su significado. Este es un disco cargado de percusión, poliritmia, influencias afro-antillanas. Quería que fuera una palabra que sonara como un golpe, como una percusión o como cuando muteo la guitarra, que me ayuda rítmicamente cuando estoy tocando solo. Por eso tiene ese título y luego ya me di cuenta de que Tanda en México significa una cosa y en otros países otra. Me gustaba la palabra, que me parece abierta, con dos as que suenan casi como una palabra africana.
Parece que este nuevo álbum tiene mucho de México, donde ya tienes unos años viviendo. ¿Cómo te ha influenciado la ciudad, a la vez que tomas ritmos caribeños?
Lo que escuchas en el disco es la verdad de lo que soy. Soy del Caribe, de República Dominicana, también viví 10 años en España y ya llevo siete años viviendo en México. Cada vez más, la música que hago tiene la libertad de fusionar las culturas. En este disco se nota: “Una Fecha en el Calendario” es una canción basada en el barrio donde vivía en ese momento; lo de las jacarandas se veía desde la ventana de mi casa. Cuando soy sincero, sale México, sale España, sale Dominicana y a veces mis influencias anglosajonas. En definitiva, eso es lo que soy: un cantautor que mezcla eso. No puedo ser completamente dominicano o de otro lugar; a fuerzas tengo que ser una fusión de influencias.
Una de las frases en “Una Fecha en el Calendario” es “la casa no se trata de un lugar”. ¿Tiene que ver con eso?
Exactamente. Y también, la casa, a veces, es una persona o una idea o la familia. No necesariamente tiene que se un lugar hecho de concreto, con un techo.
Hablando de casas, estuviste un rato de la pandemia en Samaná (República Dominicana). Ahí tocabas en medio de la naturaleza , frente al mar… ¿Eso cómo te alimenta, tanto como artista como persona?
En ese momento me fui a Dominicana porque todo era muy incierto en cuanto al virus. Conseguí viajar y, por esta idea de que somos los humanos quienes nos infectamos a nosotros mismos, intenté irme a un lugar donde hubiera menos gente que en la Ciudad de México. Me fui al campo a reconectar con la naturaleza. Tengo una relación con la música que es muy espiritual. Llevaba dos meses encerrado en México, en plena paranoia, desinfectando toda la comida que pedía, alejándome de todo el mundo para bien, y necesitaba que me diera el sol en la cara. Lo que hice fue regresar a mi país.
El último año has dedicado mucho esfuerzo a la defensa de la naturaleza y el mar…
Este año, esa es una de mis lecciones y mi llamado, una de las cosas que quiero hace más consciente. Todo empezó porque fui a una playa en Samaná, a la cual no hay cómo llegar si no es por mar –no hay calles ni carreteras–, y encontré plástico. Tengo muchos años yendo a este lugar, es como mi playa secreta y paradisiaca a la que nadie llega, no hay ni señal de teléfono y cuando me quiero sentir en ningún lugar voy ahí. Encontré plástico y hasta pilas, cosas que se me hacían absurdas que estuvieran ahí. Entonces, estando en Samaná, me empecé a juntar con gente que trabaja por el Medio Ambiente, activistas, y me nutrí de información. Eso me llevó a ser más activo. En las redes sociales, siempre soy yo y mi música, lo que pienso y me gusta, pero pienso que la plataforma de un artista tiene que servir para darle voz a quienes quizá no la tienen. El tema del plástico, medio ambiente, calentamiento global y sinnúmero de injusticias del mundo hay que hablarlas, hay que compartir información y ver cómo uno, desde su rincón, puede ayudar a mejorar.
Publicidad
Encuentro una metáfora en que, así como tú vas a Samaná para reconectar, buscando un momento de paz y estar tranquilo, la gente que escucha tu música va a ella buscando lo mismo. ¿Qué piensas de esto?
Es algo que me han dicho mucho y me lo tomo como un halago. Se me hace algo bonito porque yo también tengo mis discos y mis cantantes a los que acudo cuando necesito paz y serenidad, que en estos tiempos es algo muy valioso. Me lo tomo como un halago, siempre y cuando no se duerman. Cuando me dicen que ponen mi música para dormir, ahí ya puede que sea demasiado.
Si regresamos a Tanda, también a Canapé y El Afán, siento que escribes de forma simple. No en el mal sentido, sino que se cuenta el cuento fácil: las rimas son adecuadas y a la vez sorprendentes.
Es curioso que me lo digas porque justo ahora estoy intentando ser todavía más simple. Cuando dices “simple”, me lo tomo también como algo bueno. Las canciones más bonitas y que perduran en el tiempo son las que son súper simples. Siempre se me ha hecho más interesante decir algo complejo de una manera simple que decir algo simple de forma compleja. A ti te parece que estoy ahí, pero yo quisiera simplificar más todavía. A veces me paso dos horas, tres o cuatro, con una canción; pegándome la cabeza contra la pared intentando encontrar algo que me emocione. Ahora ya ni siquiera lo busco: trabajo 25 minutos y me voy a otra cosa porque si no entro en un bucle que no es saludable. A veces me preguntan sobre mi proceso creativo y digo que, algo que me hubiera gustado saber antes, es que uno no debe ser su peor enemigo. También lo veo como una manera de evolucionar, entretenerme, no repetirme.
En ese sentido, ¿cómo ha cambiado tu forma de hacer música desde Un Domingo Cualquiera (2010)?
Una cosa que pasó cuando me fui a Europa es que quería alejarme de todo lo que fuera latino, de lo que representaba haber nacido en media isla, en medio del Caribe. Me fui con muchas ganas de irme, con ganas de conocer, aprender, a probar suerte. Con los años, lo que ha pasado es lo contrario. Aprecio de dónde vengo, lo que soy. Quizá agarro algo de lo que recogí en otro lugar e intento sembrarlo en otra tierra, encontrar un sonido más propio. Sí me siento más cómodo, ya sé que cosas mías son buenas. Por ejemplo, Cinema Tropical (2015) es un disco electrónico que saqué porque me encanta la electrónica, pero ese ejercicio me dio la oportunidad de darme cuenta de que yo no soy ese tipo de artista. El tiempo te ayuda a saber para qué eres bueno y entender que no eres bueno para todo.
Pienso que eres bueno en verbalizar lo que la gente siente; hablando sobre encontrar las palabras adecuadas, a veces compartir emociones es muy difícil. ¿Tú cómo lo logras a través de las canciones? ¿Por qué la gente se identifica con lo que escribes?
A mí se me hace fácil al ponerlo en una canción. Pero tampoco soy la persona más romántica del mundo ni el que mejor sabe cómo enamorar a una chica. En el mundo de la canción sí me siento un poco más libre, pero, a veces uno piensa que el que habita la canción es el mismo de la vida real y no siempre es así. De hecho, mi chica me dice que soy más romántico en canciones que en la vida real.
El amor, que como decías, no sólo puede ser una persona, sino la familia, la casa, ¿de qué forma crees que se necesita en estos tiempos?
Ahora que pienso en lo que hemos pasado los humanos en el último año, a fuerzas tenemos que aprender algo. A veces veo películas de guerra o me leo un libro con una historia épica me pregunto cómo sería vivir una cosa así, y lo estamos viviendo ahora. El humano vuelve a cometer errores. Y hay una parte de la humanidad que aprende. No lo veo como una cosa individual, sino que como especie algo bueno tiene que salir. Vamos a seguir cometiendo errores. Es un proceso de mucho años, pero en los libros de historia va a haber un antes y un después. Pero la clave va a ser entender al prójimo, no ver todo blanco o negro, sino que hay una escala de grises. Sobre el virus, y volviendo al tema de la naturaleza, hay que entender que es nuestra relación con el entorno.
En el video de “Un Cariñito” presentas el personaje de Rosaly, a quien ya has descrito como feminista, activista y capaz de sentir el dolor del otro. Siento que tiene que ver con lo que mencionas…
El video es algo curioso porque la canción se iba a llamar “Para Impresionarte”. La letra se me hacía muy jocosa y a la hora de hacer el video, le di la canción a Julio Llorente, quien me hizo un acercamientocompletamente diferente, mucho más nostálgico. Me presentó a estos dos personajes (Diego y Rosaly). Hicimos el video y cuando lo vi, le cambié el nombre a la canción, ya era “Un Cariñito” por cómo estos chicos representaron la canción. Rosaly es una chica venezolana con la que me identifico mucho. Los venezolanos y dominicanos tenemos una cosa caribeña en común y siento que esa mujer del caribe es muy interesante. Rosaly es el nombre de la actriz, pero nosotros nos inventamos para darle un sentido a la canción; entre Julio y yo escribimos el background de los personajes. Es algo que siempre me dicen: que debería intentar escribir cosas y esa fue una oportunidad para escribir algo que no fuera una canción.
Alguna vez contaste que si no fuera músico, serías científico o filósofo. Ahora yo le pongo escritor también. No encuentro estas cosas tan desligadas a la música.
No, yo tampoco. La ciencia, la filosofía y la música viven en el mismo universo. Pero a mí todavía me falta mucho por aprender como músico, como escritor de canciones, que es otra cosa; un poeta y alguien que escribe canciones no es lo mismo, y la literatura, la novela, se me hace más difícil. Pero, quién sabe, a ver si en un futuro me da tiempo. La ciencia se me hace bellísima y me inspira muchísimo; es la manera de entender lo que nos rodea.
Los formatos de CD y vinilo de Tanda, de Alex Ferreira, pueden ser preordenados en alexferreira.com