Si amas el cine y la bicicleta, 'Velódromo' es para ti
Este Día Mundial de la Bicicleta te proponemos ver la película chilena 'Velódromo'. El filme de Alberto Fuguet es sobre Ariel Roth, un ciclista cinéfilo que vive bajo su propio código.
“Esto va a ser sobre mí. Bienvenido a mi planeta. No es grande, pero al menos gira”, dice Ariel Roth, protagonista de Velódromo (2010), mientras aceita la cadena de su bicicleta y la cámara hace un close up a su rostro, detrás de una llanta que gira.
Una década después del estreno de esta película del director y escritor chileno Alberto Fuguet, ahora yo podría decir que esto va a ser sobre Velódromo o sobre Ariel Roth, ese diseñador gráfico que se desvela viendo películas y series en su laptop y adora pedalear de noche por las calles de Santiago.
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Pero en realidad, aunque este texto sea una honesta y bien intencionada invitación a ver este comedia de humor negro sobre la crisis de los treintas, en el fondo va a ser sobre mí. ¿Acaso no son eso las películas que amamos? ¿Nosotros mismos? ¿No son algo muy cercano a nuestra biografía, sólo que camuflada por personajes que atraviesan nuestros dilemas, problemas, miedos y esperanzas?
Ariel Roth dice que “no le pide mucho a la vida, ¿acaso eso es mucho pedir?”. Este treintañero solo quiere que no lo molesten. Disfruta como nadie tener tiempo para hacer las cosas que ama. Desea vivir a su ritmo y anhela placeres y triunfos simples; no aspira a más lujos que tener un departamento pequeño (propio, para vivir más tranquilo) y pasar tiempo con él mismo y los suyos, que no tienen que ser muchos.
A veces tu vida es como esa gente que ve tele toda la noche, pero no ve manda. Haces zapping
Un día, su mejor amigo, presionado por la mujer, le dice a Ariel que la amistad entre ellos se tiene que terminar porque "Marcela cree, creemos, que no eres una buena influencia”. Al otro día, Ariel le cuenta lo que pasó a su chica y ella le dice —primero en broma, luego de forma pasivo agresiva y después a gritos— que su ex mejor amigo y su mujer tienen razón, que ella y él “llevan calidad de tiempo juntos" y jamás le ha pedido que vivan como pareja en su departamento, y también le reclama ser “medio autista”, y que su “computadora le importa más que su pene”. Así, en un solo día, Ariel se queda solo, otra vez.
Mi bici es quizá mi mejor amiga; no le hablo, pero hemos vivido momentos intensos juntos
Vi Velódromo por primera vez una noche de invierno en mi laptop, hace varios años, en mis veintes. Cuando terminé, sentí que Alberto Fuguet se había robado no mi vida pero sí buena parte de mi alma, que la había filmado sin mi permiso y que me debía derechos de autor. Ariel Roth, interpretado por Pablo Cerda, sentía como yo, estaba enojado como yo, y le gustaban las misma chicas y películas que a mí.
La voz en off de Ariel era algo potente, como eso que yo pensaba pero no decía en la vida, en el trabajo, frente a los demás. Era un inconforme y reconocí en él a un tipo que no sólo no tenía miedo a estar solo, sino que le gustaba la soledad, se nutria de ella, y afrontaba con valentía y quizá también con un poco de locura las consecuencias de ser honesto y congruente.
Eres como eres, Ariel; no estás buscando lo que todo el mundo quiere
Con mi llegada a los treintas, supongo que cambié; quizá la metáfora de mi vida es que ahora ando más en moto que en bici. No sé en el fondo cuán distinto soy, pero sí creo que ahora busco más conversar con personas que con películas. Quizá por eso me he resistido a ver Velódromo de nuevo. Temo que deje de gustarme, que la odie o, peor, que sienta extraño a Ariel. Sería como perder a un hermano mayor. Pero como sólo hay una forma de saberlo, volveré a ver la película en este instante.
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Pasó una hora y cincuenta minutos desde el punto y aparte que leíste hace sólo tres segundos. Velódromo me sigue gustando. Mucho. Sin embargo, esta vez juzgué por ratos a Ariel, sus decisiones morales, de pareja, de trabajo, su impaciencia, su falta de tacto… pero pese a todo esto, lo seguí sintiendo cercano, como una foto vieja de mí mismo. Porque si algo tiene esta película es que se ve como quien mira un álbum familiar o quien lee un diario. Se siente como una confesión demasiado personal, escrita a puño y letra, con la que sin embargo también es posible sentir pena ajena y propia al mismo tiempo. No es incompatible.
No sé si tengo talento, pero si lo tengo no voy por ahí diciendo que lo tengo. Eso lo encuentro francamente patético
Velódromo sigue siendo importante para mí, pero conecté con ella por distintas razones. La primera vez que la vi tuvo eco en mí por lo fiel que era Ariel a sí mismo; es decir, a su propia estética y filosofía de vida. En aquel entones, puse el foco en el estoicismo de ser diferente, de vivir bajo tu propio código; esta vez, en cambio, puse la mira en el paso del tiempo, en la crisis de los treintas, en las manías de soltero, en las nuevas amistades con personas improbables y también en las buenas mujeres perdidas y otras peligrosas de las que me salvé a tiempo.
Confirmé que el cariño por la película y los temas que explora, esos que me engancharon aquella primera vez, siguen ahí con la misma potencia: la solitaria y simple felicidad de un hombre que ve películas y pedalea y, en el fondo de todo esto, como motor, el ideal de aspirar a un éxito distinto. Singular.
Mi madre era psicóloga y me dio muy buenos consejos, pero no sé si logró que yo confiara tanto en mí como ella en sí misma
Busqué a Alberto Fuguet, hace muchos años, después de ver Velódromo. Lo entrevisté por teléfono, más por interés propio que periodístico. Hablamos de literatura y cine, pero en realidad —como busco a mis iguales— todo fue un pretexto para preguntarle cuánto de él había en Ariel Roth. “Se parece mucho más a mí de los que estoy dispuesto a confesarte”, respondió.
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Esta confesión a medias y leer comentarios de otros cinéfilos que también habían conectado con la película —formando una especie de “hermandad cósmica”, como la define Fuguet—, me generó una paz rara, no sentida antes: era bueno saber que había otros como uno, que sienten y piensan y viven como uno.
Veo mucho, quizá demasiado. No voy a decirles cuántas películas veo a la semana
Siempre he creído, aunque ya muchos otros lo han dicho antes y mejor que yo, que las películas nos conectan y que además nos muestran nuestros límites: los gustos cinematográficos van mostrando el contorno de nuestra esencia. Estoy seguro que son un buen parámetro para saber si es posible una relación real entre dos personas: el cine —el bueno, el de verdad— es la vida capturada en una pantalla, así que cuando dos personas tienen puntos disímiles sobre una misma película, en realidad tienen diferencias existenciales y estéticas (pero escríbanme si conocen a una pareja funcional en la que uno sea fanático de Michael Bay y el otro de Francois Truffaut).
Tengo 34. Casi 35. Mal
Velódromo es una película que divide, en gran parte por lo irreductible del carácter de Ariel Roth, que resulta repelente a algunos y fascinante a otros. Pero no habría otra forma, es un filtro, una película pequeña y muy personal que conecta solo con unos cuantos, los necesarios. Y si has llegado hasta este punto, quizá seas uno de ellos, de nosotros.
Una década después del estreno, veo el póster enmarcado de Velódromo que tengo en casa, firmado por Alberto: “Para Salvador, que tiene su propio planeta”, y recuerdo el viaje de trabajo que hice el año pasado a Santiago de Chile. Esa tarde caminé mucho, al ritmo de las canciones del soundtrack (“Subterráneo”, de Shogún, y el cóver de José Biggs de “Raindrops keep falling on my head”). Anduve despacio, sin prisa, por las calles del barrio Providencia, hasta llegar al parque Uruguay, en donde se filmaron algunas de las escenas de la película.
Ariel, ¿has tenido un Sr. Miyagi? Sí, yo mismo
Aunque ha pasado un año, viene a mí, con fuerza, esa alegría especial que sentí al sentarme en una banca que formó parte del planeta de Ariel Roth. Me quedé ahí mucho rato, pensando y viendo a la gente pasar, hasta que anocheció. Estaba viviendo a mi ritmo, sonriendo a ratos con la misma felicidad con la que Ariel pedaleó solo y en círculos. Porque de eso se trata Velódromo, de darse cuenta que el ritmo propio es importante, que hay otros iguales a nosotros allá afuera, y que uno mismo es suficiente.
Breve diccionario 'chileno'
Velódromo está disponible de forma gratuita y legal en la plataforma chilena Onda Media . Antes de verla, te comparto un diccionario del “chileno” al español para que entiendas todos los diálogos, weón.
Pendejo: Joven o inmaduro Pega: Trabajo ¿La dura?: ¿En serio? Mina: Chica o mujer Flaite: Malandro Huevón (Weón): Güey (Wey) Po: Pues La raja: Poca madre Me carga: Me molesta Latero: Jodón Popola: Novia ¿Cachai?: ¿Entiendes?