La rivalidad fue el combustible que proyectó a Kobe Bryant hacia su primer campeonato de la NBA. En el año 2000, con tres temporadas en los Lakers y tras la llegada del entrenador Phil Jackson –ganador de seis títulos con Chicago—, Kobe sentía la presión por dejar de ser la promesa del baloncesto y explotar su talento en la realidad.
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La expectativa de su equipo, que no ganaba un título desde 1988, era del tamaño de la sombra de su 'compañero' Shaquille O'Neal, quien desesperado por conseguir su primer campeonato lo presionaba para mejorar, al grado de llegar a los golpes en un entrenamiento. Fue en esa pelea cuando entendió que el fuego que los movía era el mismo.
“Querías ese campeonato”, confesó Kobe años después, entrevistado por Shaquille. “Comprendí que ese objetivo te consumía y que hablábamos el mismo idioma”, confesó.
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En el cuarto partido de la serie final contra los Pacers de Indiana, cuando Shaquille fue expulsado en el tiempo extra por acumulación de faltas, Bryant asumió el rol que todos esperaban. Le dio una palmada a O'Neal, le dijo que él se haría cargo y los llevó a la victoria, por dos puntos de diferencia (120-118).
El 19 de junio, en el sexto partido, levantaron el trofeo y se abrazaron como hermanos. Para su fortuna, fue solo una tregua, pues esa fricción fue dinamita positiva que los hizo conseguir otros dos campeonatos de forma consecutiva.
