Así se vivió la velada épica de The Hives en El Plaza Condesa
Sus conciertos apenas superan los 80 minutos. Tiene casi siete años que no lanzan un nuevo disco y aún así, The Hives no deja de sorprender, tal y como lo hicieron ayer por la noche en la Ciudad de México, durante su última presentación en nuestro país.
En punto de las 21:00 horas, la bomba sueca explotó. Los vasos comenzaron a volar de un lado a otro mojando a la gente, y a nadie le importó; como en sus presentaciones previas a esta –en El Plaza, el festival Pa’l Norte y el Foro Sol, como teloneros de los Arctic Monkeys –, abrieron la noche con “Come on!” y el recinto se cimbró.
Después de calentar el cuerpo y la garganta, el bajo distorsionado anunció “Walk Idiot Walk” y las casi 2 mil personas presentes descargaron su energía e hicieron segunda a Pelle Almqvist con los coros.
En una ráfaga de canciones pegajosas y riffs sucios, sello indiscutible de la banda sueca, sonaron “Paint a Picture” y “Go Right Ahead” para preparar el terreno para el gran clásico.
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Howlin’ Pelle Almqvist es el maestro y la cátedra se llama: “Cómo influir en las personas y ganarse al público”. Se escucha “Main Offender” y la energía se desborda. El Plaza Condesa se cimbra con los brincos y los gritos son ensordecedores. Pelle corre en el escenario, se mueve de un lado para otro, se sube a los amplificadores y brinca.
“No silencio, no silencio”. Como en sus conciertos previos en territorio nacional, repiten la fórmula para incitar y encender al público. Y funciona de nuevo. Almqvist es el ‘frontman’ de la vieja escuela: seguridad que raya en la arrogancia, encanto casi descarado. Su actitud es contundente como la línea de bajo y sucia como las distorsiones de las guitarras .
Con ese magnetismo natural, si Pelle dijera: “¡Destruyan el lugar!” no quedaría nada del escenario en 10 minutos. Si quisiera, podría.
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Ahí radica la genialidad de The Hives. Mientras otras bandas –ejemplo reciente: Arctic Monkeys–, se dedican a interpretar sus canciones con gran técnica, pero con la energía de una pila AA, los suecos dominan el escenario, grande o pequeño, con una brutal explosión de energía y potentecia en cada instrumento.
“Won’t Be Long” y “My Time Is Coming” completan el segundo tercio de un breve concierto. Esto aún no termina.
La agrupación toma posición de nuevo. Nicholaus Arson rasguea las cuerdas y bastan dos segundos para identificar el distorsionado y granuloso riff –ya clásico– de “Hate To Say I Told Say” y, una vez más llueve cerveza y El Plaza Condesa tiembla.
“Do what I want ‘cause I can and if I don’t, because I want to. Be ignored by the stiff and the bored, because I’m gonna”. En apenas dos líneas, describen perfecto la noche, y su música. Esta noche los asistentes hacen lo que quieren: beben, arrojan vasos, brincan, fuman de un cigarro mal enrollado y se desgarran la garganta con gritos potentes para ser escuchados por Pelle quien, arriba del escenario, controla y mantiene la atención del público.
La bomba sueca revienta de nuevo. Otro rasgueo conocido sale de los amplificadores, más limpio, más afilado, y estalla en el pecho; perfilando el final del concierto; The Hives lo advierte con “Tick Tick Boom”: “Yeah, I’ve done it before and I can do it some more”.
Tras un encore marcado por la interacción con el público, que por la ausencia momentánea en el escenario, el quinteto se divierte y ordena: “¡Griten!”, “Silencio” y de pronto la voz gutural de Howlin’ grita: “Take Back The Toys”. El final, lo tiene claro el público, está cerca, pero ¿a quién le importa cuándo estás satisfecho?
“Ustedes cantar para Hives y Hives cantar para ustedes. Buena transacción”. La gente corea el proverbial “Oeh Oeh Oeh Oeeeeh” y The Hives responde con “Return the Favour”. De pronto Pelle se deja caer. El emblemático ‘stage diving’ emociona a todos y el frontman, de espaldas, se deja llevar.
Con una reverencia, cierran un concierto breve, sí, pero contundente y potente marcado por los acordes distorsionados que hacen mover la cabeza hasta al más tieso y gritar hasta al más tímido. Las luces se encienden y nadie tarda en salir. Mañana es miércoles y hay que trabajar.
Es cierto: The Hives ya no es la banda promesa. No ofrecen material nuevo desde hace 12 años ni son los mejores músicos pero pero tienen algo que muchas bandas envidiarían: actitud. Y cuando sabes que el rock es actitud y no un género musical, te das cuenta que The Hives ya se ganó un lugar entre los grandes.