En el punto más alto de su secuencia de lanzamiento, los brazos extendidos hacia arriba y la pierna derecha levantada, Fernando Valenzuela miraba al cielo antes de soltar una pichada devastadora, una y otra y otra vez. Tenía apenas 20 años ese joven robusto, de cabello alborotado, hijo de campesinos sonorenses de Navojoa, cuando se robó los románticos corazones de los amantes del beisbol, un deporte con tanta historia y relatos que escribir uno nuevo y original era una tarea titánica. Hizo falta un Toro para abrir, en 1981, un capítulo llamado Fernandomanía.
Fernando Valenzuela: un Toro que cambió más que el beisbol
Con su poderosa zurda, el Toro de Navojoa no solo escribió su propio capítulo en la historia del beisbol, también fue un catalizador de políticas que ayudaron a millones de migrantes en EU.
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Su “érase una vez” pudo no escribirse varias veces: Mike Brito, el scout que lo reclutó para los Dodgers de Los Ángeles desde la Liga Mexicana, no estaba aquella tarde de verano en el estadio para verlo a él sino a un parador en corto, sin embargo quedó prendado del lanzador zurdo que devastaba a sus rivales. Aunque varios equipos lo tenían en la mira, fue el equipo californiano el que, en 1979, puso sobre la mesa 120,000 dólares para hacerse de sus servicios.
Valenzuela no se suponía que jugaría tan pronto en Grandes Ligas , pero luego de que Bobby Castillo, un pitcher angelino con récord mixto, le enseñó a lanzar el screwball (una bola que rompe al lado contrario de una curva tradicional) el equipo lo ascendió al roster mayor.
En 1981, tampoco estaba considerado para ser el abridor del equipo, pero 24 horas antes del primer partido de la temporada, Jerry Reuss, uno de los ases de Dodgers, se lesionó y Bauer Hooton no estaba en condiciones para jugar. La responsabilidad recayó en Valenzuela, quien novato y con 20 años blanqueó a los Astros de Houston y encaminó al equipo a ganar 2-0. El Toro no bajó el ritmo.
Aquella, su primera temporada, es una de las más ilustres del beisbol. Valenzuela cerró con un récord de 13 victorias y 7 derrotas, permitió apenas 11 cuadrangulares rivales, ponchó a 180 bateadores y ganó el premio a Novato del Año, Pitcher del Año (Cy Young de la Liga Nacional) y se coronó con los Dodgers en la Serie Mundial.
En junio de ese año, camino a los éxitos deportivos, Valenzuela fue catalizador de un logro aún más duradero y que ilumina su legado más allá del deporte.
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La Fernandomanía era demasiado grande para limitarse a un diamante. Ronald Reagan, con apenas unos meses en la presidencia, invitó al mandatario mexicano José López Portillo a una comida en la Casa Blanca, a la que invitó a varias figuras mexicanas en EU, entre ellas al joven sensación de las Grandes Ligas. Reagan, republicano de California, mantenía una línea dura en materia migratoria e incluso en su administración se hablaba de un muro fronterizo. Valenzuela, sentado por un momento entre ambos presidentes contó su historia y dimensionó el impacto de los hispanos en Estados Unidos.
Al terminar la comida, Reagan observó cómo su vicepresidente, George H. W. Bush, y el duro secretario de Estado, Alexander Haig, se abalanzaron sobre el Toro para pedirle una foto y un autógrafo. Unos meses más tarde, Reagan encargó la elaboración de un primer esbozo de reforma migratoria, la primera de gran calado desde por lo menos 1965. En 1986, durante su segundo mandato y tras ganar la elección con la última gran “marea republicana electoral” de la era moderna, Reagan impulsó y logró aprobar la Ley de Control e Inmigración que, entre otras cosas, le dio amnistía a por lo menos 3 millones de hispanos residentes en EU.
Ningún año en el diamante volvió a ser como aquel 1981. Valenzuela se mantuvo la primera parte de la década como uno de los más grandes ases de las ligas mayores, pero hacia los noventa los resultados comenzaron a ser mixtos. No obstante, la Fernandomanía se mantuvo mucho más allá de su retiro y el deporte, hablar de él en Los Ángeles es hacerlo de una figura legendaria que dio voz y rostro a los millones de mexicoamericanos que viven en la ciudad y su zona metropolitana, la segunda más grande en la Unión Americana. En la tienda del estadio de los Dodgers los fans se abalanzan sobre los jerseys de la sensación del momento, el japonés Shohei Ohtani , pero también hay quien aún pide el suyo con el número 34 de Valenzuela, que el equipo retiró oficialmente en 2023.
Como en las calles de Los Ángeles mismo, en las gradas del estadio, que este viernes recibe a los Yankees de Nueva York en el primer partido de la Serie Mundial, se escucha hablar español constantemente. Se habla de Ohtani, de Mookie Betts, de Clayton Kershaw y Walker Buehler. A veces se habla de Valenzuela, con nostalgia y con el recuerdo de su dominio en varias tardes de sol californiano. Su mayor legado, quizá, es que se hable de beisbol en español con la mirada tan alta como sus lanzamientos.
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