Pedro Rodríguez, el piloto mexicano que fue el mejor del mundo
Tres años antes de su muerte, Pedro Rodríguez de la Vega tuvo un inicio de campaña poco alentador. Con retiros consecutivos en los Grandes Premios de Fórmula 1 de Sudáfrica, España y Mónaco, y un abandono en las 24 Horas de Daytona, el piloto mexicano trataría de refugiarse en las series alternas para saciar su hambre de triunfo y enmendar el camino.
El mayo francés golpearía su temporada europea. Las calles de París se abarrotaron con miles de estudiantes que protestaban contra el capitalismo, las instituciones y el orden social. Con el apoyo de los obreros, se registró la mayor huelga general en la historia del país, calculada en nueve millones de personas.
Ante la creciente tensión, el presidente Charles de Gaulle se vio obligado a convocar a elecciones anticipadas en julio, el mes de las 24 Horas de Le Mans. Los organizadores dijeron que no había condiciones para que la carrera se disputara en la fecha original y la aplazaron para septiembre.
“Pedro era conocido por ser un piloto de pago, uno de los primeros profesionales del deporte. Su calidad le avalaba y era raro que tuviera un fin de semana sin competencia. Viajaba de Europa a América como si fuera ir de Coyoacán a Cuernavaca”, recuerda Ignacio Galván, decano de la crónica de automovilismo en México y en aquella época director de Revista Meta , fundada por Ricardo, el hermano menor de Pedro.
Rodríguez parecía intuir que la victoria se acercaba. Junto con su gorra de cuadros al estilo Sherlock Holmes y una botella de salsa Tabasco, empacaba una bandera de México y un disco “de acetato, de los de antes” con el himno nacional, “porque cuando ganó en Sudáfrica (en 1967), la gente de Fórmula 1 no tenía el himno”.
“Los organizadores tocaron ‘South of the Border’ en lugar del himno”, recuerda Jo Ramírez , quien fue ingeniero de los Rodríguez y uno de los hombres más exitosos de la categoría, al dirigir el equipo McLaren en el aspecto técnico por varios años.
Jo recuerda a Pedro como un hombre solitario, a quien nunca le gustó hacer amistad con sus competidores.
La soledad le sirvió para encauzarse y dar los primeros pasos hacia esa temporada de ensueño en 1968. El 4 de julio, Rodríguez volvió a Brands Hatch, ahora en un Ferrari 250 LM, para las 6 Horas del Campeonato Mundial BOAC International 500.
Con ese Ferrari y con Roy Pierpoint como coequipero, cerró quinto en la carrera de resistencia. Ese resultado lo mantenía en la ruta correcta para enfrentar el segundo semestre de la temporada.
Pedro regresó a la Fórmula 1 para encarar los Grandes Premios de Francia , Gran Bretaña, Alemania, Italia y Canadá; en este último, realizado el 22 de septiembre, obtuvo otro tercer puesto. El mexicano no tuvo descanso y voló directamente a Francia, a cumplir la aplazada cita en Le Mans, la competencia que tanto había deseado ganar al lado de su hermano Ricardo, quien había muerto seis años antes en las prácticas del Gran Premio de México.
Le Mans les había negado la posibilidad de correr juntos en 1958, ya que Ricardo sólo tenía 16 años y le prohibieron arrancar. Para 1968 todo era distinto. Pedro llegaba como parte del J. W. Automotive Gulf Oil Team, a bordo de un auto que distaba mucho de ser el favorito, el Ford GT 40 con el número nueve.
Sin embargo, el destino estaba de su lado. En julio, cuando estaba prevista la carrera, el sol en esa parte de Francia se oculta a las 10 pm, mientras que en septiembre lo hace a las 8 pm. Fueron cinco horas más de oscuridad para un hombre al que apodaban “Ojos de gato”.
La organización sabía que la noche sería un problema y adelantó la partida de las 4 pm a las 3 pm. No obstante, se presentó otro factor, la lluvia, porque siempre llueve en las 24 Horas de Le Mans.
Pedro lució en su mejor versión durante la noche más larga de esa legendaria competencia. Las 13 horas de negrura fueron territorio del mexicano, quien tenía turnos sólidos, largos y heroicos.
Eran las 3 pm del domingo 29 de septiembre cuando el Ford GT40 con el número nueve terminaba en primer lugar. Pedro alcanzaba la gloria y coronaba una de las mejores temporadas que se recuerden en el automovilismo, la campaña que lo convirtió en leyenda.