3 periodistas de automovilismo recuerdan lo mejor de Ayrton Senna
Tres autoridades del periodismo deportivo en México hablan fuerte y claro sobre el mejor piloto que han visto las pistas de la Fórmula 1 en toda su historia.
Marco Tolama, ‘Chacho’ López y Antonio Rosique tienen clara su postura: Ayrton Senna es una leyenda y con las siguientes líneas lo dejan claro previo al GP de México en la CDMX.
Marco Tolama
¿Es el mejor de la historia? ¿Es tan grande como cuenta su leyenda? Como con todos los ídolos, siempre habrá controversia y con Ayrton no parece haber término medio: se le ama o se le odia.
Las estadísticas y los récords dicen mucho, pero no cuentan toda la historia. No dan detalle justo de su desempeño sobre la pista y de su maestría para manejar bajo la lluvia, por ejemplo. Sin embargo, con Ayrton Senna el tema no se queda en lo deportivo, ya que su bagaje personal incluía una personalidad avasalladora, una especial filosofía de la vida y una auténtica vocación por ayudar a los menos afortunados.
Senna tenía una particular animadversión por la injusticia. Esto provocaba que aquellos que no entendían la forma en que separaba lo que sucedía dentro y fuera de la pista lo criticaran. Esto lo llevó a enfrentamientos serios con las autoridades del deporte, convirtiéndose en un hombre incómodo que declaraba “quien termina en segundo, es el primero de los perdedores”. Y es que Senna no aceptaba otra cosa que no fuera la victoria.
Ayrton Senna fue un gran campeón. Y, para mí, sin dudarlo, es el mejor de todos los tiempos.
‘Chacho’ López
A veces, pienso: “Moriría por leer el mejor tuit de Senna”. En el entendido de que, si viviera, Ayrton utilizaría Twitter u otras redes sociales. O tal vez no. Yo creo que sí, porque era un hombre al que le gustaba conversar, era un tipo de ideas.
A la distancia, sería absurdo dejar de pensar que Senna trascendió más allá del deporte para ser una figura social emblemática, que sigue inspirando a nuevas generaciones. Incluso, para aquellos que no pudieron verlo correr, se ha convertido en un símbolo de éxito, determinación y superación.
Tuve la fortuna de conocerlo y de vivir con él algunos episodios inolvidables, buenos y malos.
Mi primer contacto con Senna fue el 16 de octubre de 1987, en el garaje de Lotus, en el autódromo Hermanos Rodríguez durante el GP de México. Él estaba sentado en posición de flor de loto, descalzo, con unos aviador de Ray-Ban. Era difícil escapar a su carisma: se trataba del piloto más relampagueante de una época en Fórmula 1 que no se dedicaba a ocultar, ni a los medios ni a los aficionados, a sus grandes figuras.
Le tachaban de irreverente y alocado, y le auguraban un camino difícil. Pero la determinación de Senna descansaba en su visión mística del ser y en su relación profunda con Dios.
Me atrevo a decir que quien más lo conoció fue el mexicano Jo Ramírez, director de logística de McLaren en la gloriosa época de la escudería. Fue su amigo, confidente y una de las contadas personas a las que el brasileño permitió entrar en su círculo privado.
Antonio Rosique
Sería fabuloso que en esta época de tantos medios de comunicación, y de tantas redes sociales, Ayrton Senna estuviera corriendo. Tendríamos a un Usain Bolt o a un Michael Phelps en la Fórmula 1. De ese tamaño es Ayrton, sólo comparable con gigantes del deporte, como Muhammad Ali o Michael Jordan... de esos atletas electrizantes.
Senna está en ese grupo de prodigios del deporte. De esos genios y revolucionarios, capaces de cautivar a la afición como lo hizo Diego Armando Maradona. De esos tipos irreverentes, que van a contracorriente. Él es parte de esa colección de héroes, pues era dueño de un carisma muy especial y como figura era algo global.
Era un tipo calculador, serio y cerebral. Un iluminado, un genio al volante; de esos tipos geniales que aparecen cada 30 ó 40 años en el mundo, era una cosa de prodigios y un adelantado a su generación.
Así como la penetración mediática de Cristiano Ronaldo, Ayrton era un tipo que no pasaba inadvertido, sin ser elocuente ni estrafalario, pero su personalidad era arrolladora. Tenía un talento natural, unas manos prodigiosas. Era un piloto capaz de ir más rápido que los demás sin importar el coche que tuviera, era un tipo realmente hábil e inteligente, un fenómeno que entendía la velocidad mejor que cualquiera.