En muchos sentidos, Jorge Mario Bergoglio rompió el molde de lo que se esperaba de un Pontificado. Desde hacer llamados constantes a la transparencia en las finanzas del Vaticano o que su último discurso público fue dedicado al pueblo palestino, hasta lo más visible, pero también lo menos comentado: cambiar el lujo de la vestimenta para continuar con su filosofía de vida y el mandato de pobreza tanto de la orden Jesuita, a la que él pertenecía, como de San Francisco de Asís, santo católico de quien tomó su nombre.
La historia de los icónicos zapatos rojos a los que el papa Francisco renunció

Desde marzo de 2013 —cuando fue elegido Sumo Pontífice—, el papa Francisco, quien murió este 21 de abril a los 88 años, se deshizo de símbolos de lujo y poder. Por ejemplo, no usó los zapatos rojos de piel hechos a la medida que sus antecesores vistieron, tampoco cambió su cruz de metal por una de oro y abandonó la lujosa casa papal de 12 habitaciones por una suite más pequeña de dos cuartos que le hacía más sencillo escabullirse para evitar formalidades.
Y es que en la vestimenta de los patriarcas de la Iglesia Católica hay historia: historia de poder y de conquista.

La historia de los zapatos rojos del papa que Francisco no quiso usar
Benedicto XVI, el antecesor de Francisco quien claudicó en 2013, se caracterizó por recuperar las antiguas vestimentas de los papas y los zapatos rojos que tanto llamaban la atención fue uno de esos elementos (además de la esclavina —la capa corta que cubre los hombros y se lleva sobre la sotana—).
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El uso de este calzado tiene su origen en la antigua Roma, época en la que el color rojo era un símbolo de poder y autoridad. De hecho, los emperadores romanos y altos funcionarios utilizaban el calzado rojo para distinguirse del resto de las personas y poco a poco fue adoptado también por la Iglesia, explica en un informe la organización católica europea, Catholicus EU.
Fue en la Edad Media que utilizar este color en el calzado se volvió todavía más relevante y adquirió un nuevo significado: se transformó en el color del martirio de los santos que murieron asesinados por dar su testimonio de fe. Además, en la teología católica, el rojo también está relacionado al Espíritu Santo.

A lo largo de los siglos, el diseño de estos zapatos se ha transformado. Solían tener una cruz bordada en oro y el papa Juan XXIII agregó herraduras doradas a finales de los años 50. Después, Pablo VI -quien estuvo al frente de la Iglesia Católica de 1963 a 1978- pidió que se quitarán todos los ornatos (la cruz y las hebillas).
Sus sucesores, Juan Pablo I y Juan Pablo II también usaron este calzado, aunque en un tono borgoña. Fue Benedicto XVI quien retomó el rojo brillante.
ADRIANO STEFANNELLI, ‘EL ZAPATERO DEL PAPA’
Al contrario de lo que se pensó en un inicio, no fue Prada quien fabricó el calzado del papa, sino el zapatero Adriana Stefanelli , quien tiene su taller en Novara, Italia.
Stefanelli era el responsable de hacer el calzado de Benedicto XVI y de Juan Pablo II a la medida, y no fueron los únicos hombres poderosos para quienes trabajó. Entre su lista de clientes están Silvio Berlusconi y George Bush, además de que creó una colección para Ferrari, entre otras marcas de lujo.

Francisco, el papa fiel a sus votos de pobreza
En contraste a sus antecesores, el papa Francisco eligió la modestia y continuó su voto de pobreza y austeridad que lo caracterizaba desde que en Buenos Aires lo apodaron el Obispo de los barrios bajos, pues insistía que tanto él como los sacerdotes que los acompañaban debían salir a las calles y, sobre todo, a las zonas más marginadas.
De hecho, el 13 de marzo de 2013, día que fue nombrado papa de la Iglesia Católica, decidió dejar fuera el atuendo tradicional y únicamente vistió una sotana blanca con sus zapatos negros de siempre. Otro detalle que llamó la atención en ese momento es que antes de la primera bendición llamada urbi et orbi, pidió a las personas que lo bendijeran.

Las únicas ocasiones en las que el Sumo Pontífice utilizó zapatos rojos fue durante Misa de Pascua, para reforzar el significado espiritual católico.
Entre otros elementos que conservó desde su trabajo como arzobispo de Buenos Aires fue la cruz pectoral de hierro y decidió no usar una nueva de oro, como sus antecesores.