Terror. Dícese de un “miedo muy intenso”, o al menos así es como lo define la Real Academia de la Lengua. Sin embargo, todos aquellos que lo han experimentado saben que estas palabras son insuficientes para describir las sensaciones. Sudor frío, ansiedad, insomnio, fobias e incluso traumas de por vida son sólo algunas de sus consecuencias. Y aun así son muchas las personas que lo disfrutan…
¿Por qué nos apasiona el terror? La ciencia responde
Todos conocemos a un aficionado de las emociones fuertes, las cuales pueden experimentarse de distintas formas. De las moderadas como sería un libro o una película de terror, las de intensidad media como son las casas embrujadas, montañas rusas o torres de caída en los parques de diversiones, a las extremas como el salto en paracaídas. Un gusto que para nada es casualidad.
Cuando tenemos miedo nuestros cuerpos liberan sustancias químicas que pueden hacernos sentir bien en las circunstancias adecuadas
Así lo explica la socióloga y autora de Scream: Chilling Adventures in the Science of Fear, Margee Kerr . “Cuando tenemos miedo nuestros cuerpos liberan sustancias químicas que pueden hacernos sentir bien en las circunstancias adecuadas”. ¿Pero cuáles son éstas? Aquellas en las que nuestro cerebro sabe que no hay peligro.
“Nuestro cuerpo es una máquina refinada y bien engrasada que continuamente se prepara para luchar o huir”, asegura la especialista. “Entonces, si estamos en una situación en la que sabemos que estamos a salvo, hay que verlo como una manipulación de nuestras respuestas y disfrutarlo. Es similar a un estado de alta excitación, no sexual, pero como cuando estamos felices, riendo, emocionados o sorprendidos. Esas firmas químicas se parecen a cuando tenemos miedo; es solo un contexto diferente”.
Los beneficios del terror
Podría pensarse que el terror es estresante por naturaleza, pero hay personas para las que es catártico. Un estudio realizado por la Universidad de California concluye que esto se debe a que la amígdala y el hipocampo se encargan de controlar tanto los recuerdos como las emociones. Es por esto que un acercamiento al terror activa estas zonas para rememorar experiencias similares para recordar la manera en que se escapó del peligro. Pero al no haber ningún riesgo, sólo queda una sensación de seguridad y alivio ante la certeza de que nuestra preocupación era infundada.
Estas situaciones se manifiestan especialmente con las películas de terror, que invariablemente nos hacen ponernos en los zapatos de los protagonistas, cuestionar sus decisiones hasta el cansancio y sobre todo sufrir con ellos. Al final esta serie de comparaciones entre la realidad y la ficción alcanzan un punto climático cuando nos percatamos que nuestros problemas difícilmente superarán los vistos en pantalla.
El Dr. Mathias Clasen , quien ha estudiado los efectos del género en la salud mental por más de 20 años, lo atribuye a que “hay una distancia psicológica cuando vemos una película de terror. Sabemos que no es real –o al menos, algunas partes de nuestro cerebro saben que no es real. El género nos permite acercarnos a emociones negativas de manera voluntaria y bajo circunstancias controladas”.
Esta misma experiencia puede ser de gran ayuda cuando las tensiones se tornan reales. Tal fue el caso de la pandemia, pues recientes estudios han demostrado que los amantes del cine de terror lidiaron mejor con la crisis debido a que “la experiencia con estas simulaciones puede beneficiar al usuario a través de la preparación y práctica tanto de habilidades particulares relevantes para situaciones específicas como habilidades más generales asociadas con la regulación de las emociones. También encontramos que la curiosidad mórbida, un rasgo de personalidad que se ha asociado previamente con el interés por el horror, se asoció con una mayor resiliencia positiva durante la pandemia de COVID-19”, detalla el artículo .
Eso sí, ni siquiera esta pasión por las emociones fuertes puede evitar que nuestro cuerpo reaccione ante un buen susto. Ni siquiera ante el más convencional, como la típica broma en la que alguien se oculta en la oscuridad para sorprendernos. “No hay tiempo para que el lóbulo frontal piense ‘espera, déjame analizar y buscar más evidencia [para medir el peligro]’, explica la psiquiatra Katherine Browlowe . “Es una situación en la que no sabes si estás seguro o no, seguramente gritarías y correrías”.
Un temor peligroso
El gusto por el terror está bien e incluso puede ser benéfico, pero como casi todo, su exceso puede resultar dañino. Y es que así como se habla del tabaco, el alcohol y las drogas, cada vez más especialistas de la salud mental insisten en la necesidad de profundizar en las adicciones a las distintas emociones y que son atribuidas a las sensaciones producidas por sus respectivas reacciones químicas .
Una de las más comunes es la generada por el miedo. Esto se debe al estado eufórico que generado por la adrenalina, seguido de la liberación de dopamina que es la misma hormona del valor y el placer. Sus sintomatología va más allá de una afición por las emociones fuertes y más bien incluyen una vida dominada por el miedo que se manifiesta en la exaltación de las experiencias negativas, decisiones que deliberadamente ayudan a reforzar el temor a que todo saldrá mal y un círculo de personas que refuerce este sistema de creencias. Las sensaciones placenteras se dan cuando las cosas salen bien, pero el temor al fracaso es tan fuerte que eventualmente termina por ensombrecerlo todo.
Más grave aún es que esta adicción se ha disparado con la pandemia, motivada por la gran cantidad de información relacionada con la enfermedad que circula en medios, redes y sistemas de mensajería, así como por el aburrimiento suscitado durante los confinamientos alrededor del mundo. Un mal tan común que algunos especialistas temen que pueda generar más daños que el propio coronavirus al largo plazo .
No llevemos nuestros miedos tan lejos y mejor aprendamos de ellos. Pues como bien dice el maestro del terror Stephen King, la mejor historia de terror siempre será aquella que “funciona en un nivel simbólico [y] nos ayuda a entender nuestros temores más profundos”.