Cuestión de clase
La mayoría de las semillas que usan los productores mexicanos para los cempasúchiles de maceta u ornamentales son importadas, según Miguel Ángel Serrato, ingeniero agrónomo e investigador del departamento de Fitotecnia de la Universidad Autónoma de Chapingo.
Son adquiridas principalmente a empresas holandesas, estadounidenses o japonesas, y solo podrían diferenciarse por la marca comercial, pero no por su apariencia.
En su puesto de frutas de un mercado de Ciudad de México, donde vende la flor desde hace 15 años, Ernesto Cortés afirma sin embargo haber descubierto características distintivas.
"La de semilla china se ve más bonita, pero en aroma es mejor la nacional", comenta a la AFP el comerciante de 60 años, apuntando que en todo caso "el cliente no se preocupa de eso".
Sin mayores pretensiones, Cortés ha detectado una diferencia adicional entre materas y ramilletes de cempsúchil. "Acá la gente es más fifí (presumida) y prefiere la maceta. Pero en la orilla de la ciudad se vende por ramos", afirma, refiriéndose al sector acomodado donde comercializa variedades anaranjadas y rojas.
Producción limitada
México produjo 19 mil 442 toneladas de cempasúchil y sembró 2 mil 27 hectáreas en 2021, lo que equivaldría a menos del 1% del terreno que India destina al cultivo de esa flor (255 mil 20 hectáreas), según el Multidisciplinary Digital Publishing Institute.
Los especialistas advierten que satanizar la planta por su origen solo afecta a los más de 2 mil campesinos que se dedican al negocio.
"El mexicano produce con lo que tiene, y si en México no hemos resuelto la fuente de variedades de ornato o uso industrial, él tiene que ver dónde las consigue", justifica Sánchez Millán. Además de símbolo, la flor es usada como alimento para aves y en la medicina natural y herbolaria.