Por esto se refiere a que el ser artificial será capaz de realizar toda clase de tareas en fábricas, pero también al interior del hogar. De hecho, el video introductorio lo mostró regando plantas, cargando cajas y realizando distintas labores cotidianas. Se informó además que su producción será en masa, lo que reducirá su costo a un precio inicial menor de 20 mil dólares. “Es realmente una transformación fundamental de la civilización tal y como la conocemos”, declaró tajante.
¡Así parece! Las expectativas iniciales indican que estos seres artificiales estarán disponibles en un lapso de tres a cinco años. Para garantizar su óptimo funcionamiento antes de salir al mercado, serán sometidos a un periodo de prueba en las fábricas automovilísticas del sudafricano. Parece un paso lógico en la evolución tecnológica, pero la jugada no ha sido vista con buenos ojos por los tecnócratas ni por el grueso de la sociedad.
Otras prioridades
Elon Musk siempre ha sido un individuo controvertido, pero si hay algo que se le ha aplaudido son sus contribuciones al desarrollo del vehículo eléctrico. Se estima que el transporte es responsable del 30% de las emisiones de carbono a nivel global y que el 70% de éstas proviene de los automóviles. Por esto mismo y ante la renuencia de las autoridades por buscar fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles, muchos confiaban en que la popularización de los coches híbridos y eléctricos sería la solución para nuestra subsistencia.
La situación podría cambiar ahora que Tesla parece haber encontrado un nuevo enfoque. Para ser justos, en la presentación de Optimus no se habló sobre la nueva distribución de la fuerza de trabajo de la compañía automovilística, pero son muchos los que temen lo peor. Queda claro que el desarrollo robótico, más novedoso y mediático, se ha convertido en una nueva prioridad para el empresario, al grado que algunos se cuestionan si eventualmente terminará por abandonar esta carrera.
Y si un empresario con el peso de Elon Musk lo hace, ¿cuánto habría que esperar para que otros competidores hicieran lo propio? Algo verdaderamente inquietante si consideramos que nuestro futuro es el que está en juego.
Funcionalidad o espectacularidad
Hagamos a un lado los miedos suscitados por la ciencia ficción, muchos de los cuales son protagonizados por robots de corte humanoide. En la vida real, las máquinas deben ser construidas pensando en su funcionalidad, lo que no necesariamente implica miembros ni rasgos humanos. Así lo consideran incontables tecnócratas en el mundo, quienes están convencidos que la obsesión por los androides no hace sino entorpecer el desarrollo tecnológico al poner obstáculos innecesarios en el camino.
Los brazos no son un problema ya que por décadas estos han operado como pinzas, no es el caso de las piernas que limitan la movilidad y el equilibrio. Esto podría ser resuelto con ruedas o cintas, pero a costa de una apariencia más cercana a la nuestra. El gran dilema es, ¿realmente hay necesidad de que las máquinas se parezcan a nosotros?
Si de juegos de espejos se trata, ninguno como la imitación del rostro. El prototipo inicial Optimus no es el mejor exponente de ello, pero no descartemos que esto cambie en un futuro cercano, siendo la ginoide Sophia el gran rival a vencer. Los responsables de estas invenciones han reiterado que el objetivo es garantizar que las personas se sientas cómodas ante las máquinas, lo que termina complicándose por un Valle Inquietante que invariablemente genera sensaciones de rechazo. ¿Cambiará este sentir con el tiempo? Tal vez algún día, pero por mera psicología, parece difícil que estas sensaciones de desconcierto logren erradicarse del todo.
Optimus es, indudablemente, un paso importante hacia un futuro más tecnológico. ¿Pero es realmente el avance que necesitamos en este momento? El tiempo dirá si Elon Musk tenía la razón.