Pero no fue simplemente una figura silenciosa, sino una sensible observadora del bullicioso mundo bohemio de Montmartre, que plasmó en un primer libro de recuerdos, "Picasso y sus amigos" publicado en 1933.
"Viví con ellos, más cerca de ellos que nadie, puesto que la casa de Picasso era también su casa", explicó Fernande Olivier en esa obra, repleta de reflexiones sobre esos pintores, y elogiada por los críticos.
Esos recuerdos, en forma de cuadernos escritos, junto a varias telas que atestiguan de su destreza pictórica, forman parte de la exposición que se abre en el Museo Montmartre el viernes, y que permanecerá abierta hasta el 19 de febrero. Los objetos de Fernande Olivier se alternan con pinturas y esculturas de Picasso y de los mayores artistas de la época.
El contexto de la separación de Picasso y Fernande Olivier es complejo e ilustra los claroscuros del genial autor de “Guernica". "Por una especie de celos mórbidos, me mantenía recluida. Pero con té, libros, un diván, y poco trabajo doméstico. Yo era feliz, muy feliz", recordará Olivier en su libro de recuerdos.
Picasso es un amante posesivo, y un artista desconocido y sin dinero. Olivier es una mujer frágil y sin recursos, pero inteligente. Él la pinta de forma obsesiva, y Fernande Olivier será capital para su búsqueda artística, como atestigua "Busto de mujer", una tela de 1907 que preludia "Las mujeres de Aviñón”.
Picasso será "el único amante de este tipo que tendrá Fernande Olivier, lo que representa un contrapeso respecto a la figura del Minotauro" que el propio pintor divulgó de si mismo, estima Cécile Debray, presidenta del Museo Picasso de Paris.
Pero Picasso, conocido por su avasalladora personalidad, encontrará el amor en brazos de otra mujer, Eva Gouel, esposa del pintor Louis Marcoussis, en 1912.
Fernande confesará años más tarde al escritor Paul Léautad que también fue infiel. "¡El aburrimiento!", exclama para justificarse.