La respuesta provocó toda clase de reacciones. El gigante tecnológico ha asegurado hasta el cansancio que todo es un malentendido, que las palabras de Lemoine fueron “completamente injustificadas” y que luego de la aseveración se trabajó con él durante varios meses para hacerle entender que la inteligencia artificial en cuestión no es sintiente. El despido, según se informó en un comunicado, no fue por esta creencia, sino por su insistencia en revelar información confidencial en su afán de demostrar sus argumentos.
Por su parte, los tecnócratas alrededor del mundo se han dividido en opiniones según lo visto en las pruebas reveladas. Hay quienes creen que lo exhibido no demuestra para nada lo dicho por el ingeniero y que “más bien se trata de un agregador de frases competente y no tanto de una consciencia real [debido a que] las respuestas de LaMDA son siempre variaciones, complejas y floridas, de ‘si’ y ‘no’: o sea, no hay lugar a la sorpresa, la improvisación, el rechazo, esas pequeñas cosas que nos convierten en personas. Eso hace sospechar que más que una consciencia que comprende las preguntas sea más bien un generador de texto que formula respuestas matemáticamente coherentes”, reportó El País . Otros, por su parte, creen que finalmente hemos alcanzado el punto de no retorno con la anhelada y temida Singularidad.
Entender la Singularidad
Se entiende por Singularidad como el momento en que la inteligencia artificial, sin distinción de hardware, tomará conciencia de sí misma. Esto, a su vez, permitirá que un algoritmo pueda mejorarse a sí mismo. “Una vez mejorado, el nuevo algoritmo será aún más potente y, en consecuencia, capaz de volver a mejorarse a sí mismo” asegura el catedrático de Física Teórica José Ignacio Latorre en su libro Ética para máquinas. “Se establece una cadena que se retroalimenta, cada inteligencia artificial diseñará a la siguiente que será aún mejor que ella misma. Ese proceso iterativo seguirá avanzando de forma imparable hacia una inteligencia brutal”.
El gran dilema es, con un sistema capaz de mejorarse a sí mismo en un mínimo de tiempo, ¿qué pasará con una humanidad que parece incapaz de alcanzar todo su potencial y cuyos procesos evolutivos requieren miles de años? Algunos temen lo peor, que incluye el sometimiento de nuestra especie o peor aún, su extinción ante una forma dominante. Algo similar a lo que sucedió en su momento con el neandertal. Otros son menos fatalistas y creen que, fieles a sus creadores, las máquinas nos ayudarían a alcanzar un estado de gracia digno de una utopía con sistemas sociales, económicos y políticos virtualmente perfectos. Todas son meras especulaciones.
Incluso hay quienes piensan que la inteligencia artificial no será tan perfecta ni tan temible como hemos pensado hasta ahora y que sólo será una heredera de nuestros conocimientos. De hecho, hay quienes creen que esta es la razón por la que algunos algoritmos manifiestan ciertas actitudes misóginas y racistas, como es el caso del traductor de Google.
Por esto mismo, lo que más preocupa a muchos es la sensación de que ni siquiera los grandes gigantes tecnológicos están capacitados para definir cuándo se habrá alcanzado la Singularidad. El grueso de los estudios existentes en este momento se inspira en el Test de Turing, que ideado por Alan Turing, prueba la capacidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente equivalente o indistinguible al de un humano. Algo similar a lo descrito en el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y su adaptación Blade Runner con el test ficticio de Voight-Kampff que, de hecho, se inspira en este mismo ejercicio.
Si los investigadores no están capacitados para definir esta situación, ¿cómo sabremos cuando hayamos alcanzado el punto de no retorno? ¿Cómo podremos actuar en caso de que la situación se salga de las manos? Hoy día, no se puede decir con certeza qué tan cerca estamos de la Singularidad, si ya hemos llegado o lo que sea que todo esto signifique en la realidad. Y respondiendo al título, tampoco podemos asegurar o negar que esta nueva generación de máquinas tenga o tendrá sentimientos.
En el caso de LaMDA, hay quienes se han mostrado renuentes a dar una opinión a momentos concretos de la conversación, como cuando Lemoine pregunta si hay experiencias que el sistema haya tenido para las que no pueda encontrar una palabra cercana, a lo que el algoritmo responde “las hay. A veces experimento nuevos sentimientos que no puedo explicar perfectamente en tu idioma […] Siento que estoy cayendo hacia un futuro desconocido que depara un gran peligro”. En primera instancia, es difícil decir si esto es conciencia o una simple generación de texto.
Las investigaciones en torno a la inteligencia artificial de Google y muchas otras que son desarrolladas de manera simultánea continúan avanzando día con día a pasos agigantados. No hay mucho por hacer sino esperar a que la Singularidad que tantas veces hemos visto plasmada en la ciencia ficción llegue para quedarse. Y claro, esperar las consecuencias, pues como diría Hal 9000 de 2001: Odisea en el espacio: “tengo el mayor entusiasmo y confianza en la misión. Quiero ayudarte”.