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¿Las redes sociales son una fuente confiable para informar?

La pregunta se torna cada vez más compleja.
sáb 23 julio 2022 10:12 AM

El internet nació como un sueño. Se decía que su creación, entre muchos otros beneficios, permitiría la democratización de la información, pues sería un canal abierto para todos y libre del control de los gobiernos y las grandes empresas. Es un hecho que las grandes élites han batallado por dominarlo, pero eventualmente han terminado imponiéndose en muchos aspectos. Por su parte, su expansión entre el grueso de la sociedad ha sido más bien caótica. Cuando todo parecía perdido, las esperanzas resurgieron con el surgimiento de las redes sociales. A casi 20 años de que su auge comenzara con Facebook, ¿podemos realmente decir que sirven para informar?

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De inicio, su verdadera función ha sido difícil de definir entre los especialistas. Son una nueva forma de integración social a partir de los contactos y los likes, pero también un complejo reflejo digital de los usuarios, o mejor dicho, de lo que los usuarios desean proyectar al mundo. Son también una forma de acercar a las grandes personalidades, ya sean políticas, deportivas o artísticas, con la sociedad que puede interactuar con ellas desde el poder del post. Son, finalmente, un canal para la difusión de información. Una cualidad que es aprovechada por los medios tradicionales para compartir sus contenidos, pero también por la sociedad que en muchos casos busca la manera de contribuir a la causa.

En cuanto a los números, una encuesta del Pew Research reveló que el 86% de los estadounidenses obtienen la información en medios digitales y que un 53% de estos lo hace en redes sociales. Por esto mismo, es un hecho que éstas han cambiado el periodismo para siempre, en algunos casos para bien y en otros para mal.

Hablando de medios convencionales, el ideal periodístico clamaba que su presencia en canales como Facebook, Twitter e Instagram permitiría que los usuarios siguieran más fácilmente las noticias de varios sitios con el fin de formarse una opinión más completa. Muchos lo hacen, pero no tantos como se pensó en un inicio. Si esto no ha sucedido es porque estudios concluyen que la gente prefiere reforzar su modo de pensar que abrirse a nuevas ideas, por lo que centra su atención en sólo en aquellas cuentas periodísticas que coincidan con su ideología.

A esto se suma el problema de la inmediatez. En el pasado, los periodistas tenían el tiempo necesario para investigar, contrastar y redactar noticias más complejas y artículos más profundos. Esta esencia se ha erradicado casi completamente con unas redes que exigen una publicación instantánea, aun cuando lo presentado esté incompleto o sea netamente superficial.

Hay quienes creen que esto importa poco ante el creciente número de personas que se limitan a leer el post en redes y el titular de la noticia, y consideran que esto es suficiente para estar informados. Peor aún es el hecho de que muchos comparten las noticias sin siquiera haberlas leído, lo que resulta en una propagación sin sentido. Twitter ha combatido esto con una invitación a la lectura previa al retuit y cuando el enlace es abierto, con un agradecimiento por compartir con verdadero criterio.

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El periodismo ciudadano

El Consultorio de Ética Periodística de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano asegura que uno de los mayores cambios que ha experimentado la profesión con el surgimiento de las redes sociales es el auge del periodismo ciudadano. Tal y como el nombre sugiere, “los ciudadanos se convierten en proveedores de noticias, en fuentes de información”, la cual es compartida mayoritariamente en Facebook, Twitter e Instagram, pero también en vías más bien alternativas como TikTok.

Una causa noble, pero no siempre bien ejecutada. Un periodista freelance no es un periodista ciudadano, tampoco lo es el que trabaja en un medio independiente. Por definición, un periodista ciudadano es alguien que nunca estudió periodismo y como tal no cuenta con la preparación que requiere la profesión. Evidentemente hay algunos que son estupendos, pero también otros cuya labor es tan pobre que provocan más daños que beneficios.

Casi todos coinciden en que el mayor daño del periodista ciudadano es cómo ha contribuido al rompimiento de una de las premisas más básicas de la profesión: el periodista nunca debe ir por encima de la noticia.

Las redes han contribuido enormemente al auge de los influencers que se autoproclaman periodistas y que dan más relevancia a su exposición que a la información. Su alta popularidad ha propiciado que cada vez más medios los recluten para fortalecer su presencia digital y que periodistas de profesión emulen sus fórmulas con el fin de tener más seguidores. Una cifra que hoy día suele usarse para medir el éxito o el fracaso de un medio informativo.

El futuro no es del todo prometedor, pues las redes han crecido de manera tan desordenada que controlar sus usos para la difusión de información ha pasado a segundo término. La responsabilidad queda completamente en manos de las partes involucradas: de los periodistas que deben ejercer su labor con responsabilidad y las audiencias que deben hacer lo propio para garantizar una sociedad informada. Las redes una vez fueron un sueño para el periodismo, todavía estamos a tiempo para que se cumpla.

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