De acuerdo, suena bien, pero quizá esto no sea suficiente para entender su popularidad. Después de todo, hablamos de un juego que en sus primeros días no contaba con un centenar de jugadores y que ahora tiene más de tres millones en todo el mundo. Que ha inspirado tantas réplicas no oficiales que Apple debió tomar cartas en el asunto y eliminarlas de su app store. Al que Google ha creado un doodle animado cuando haces una búsqueda relacionado. Y que recientemente fue adquirido por The New York Times por una cifra sin revelar de siete cifras.
El primer aspecto es su sencillez. Está sustentado en las bases de juegos clásicos como el crucigrama, el Jotto y el programa de concursos Lingo, las cuales se ven potenciadas por el uso de tecnología y redes sociales. Esto se debe en buena parte a que su creador Josh Wardle, un ingeniero de software, lo ideó cuando “mi pareja y yo nos adentramos mucho en los crucigramas y los juegos de palabras, y quería algo que pudiéramos jugar cada mañana como parte de nuestra rutina”, reportó BBC . Una simpleza que va más allá de las reglas y trasciende hasta la interfaz, tan modesta que resulta una auténtica bocanada de tranquilidad en un mundo digital cada vez más sobresaturado.
A esto sumemos que se trata de un juego individual pero que no tardó en ser dotado de tintes colectivos. Cada persona lo disfruta en su equipo, ya sea en sus celulares o computadoras, pero puede compartir los resultados en sus redes sociales gracias a que su programación permite que los jugadores copien sus resultados diarios en sus cuentas de Twitter, aunque eso sí, libres de spoilers. A esto sumemos el diálogo suscitado entre usuarios de todo el mundo que comparten pistas, la alegría de haber adivinado la palabra en cuestión o caso contrario, sus frustraciones por haber fallado.
No nos olvidemos de las expectativas. A diferencia de muchos otros juegos a los que puedes dedicar varias horas por su programación aleatoria, Wordle sólo libera una palabra cada 24 horas, lo que invariablemente obliga a sus usuarios a esperar una vez que han terminado su partida diaria. Tal y como los jugadores de la vieja escuela hacían con los juegos incluidos en los periódicos.
Y finalmente su carácter gratuito. Aunque sólo parecía cuestión de tiempo para Wardle convirtiera su creación en una app de pago, el ingeniero siempre se decantó por la diversión libre para todos. Esta situación, sin embargo, podría cambiar en un futuro cercano ahora que el juego fue comprado por The New York Times.