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Estambul: el "privilegio" de nadar entre dos continentes

Pocas veces se piensa en la metrópoli turca como un destino con acceso a playas.
vie 05 agosto 2022 12:02 PM
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Pensar en nadar entre dos continentes pocas veces cruza por tu mente, Estambul te lo puede dar.

Cada mañana, el jubilado Metin Cakmakci, con la piel dorada por el sol, corre a buscar una silla y una sombrilla en "su" playa, en el lado asiático de Estambul, antes de que los bañistas lleguen en tropel.

"Un mar como este para una ciudad gigantesca como Estambul, no está mal", dice sonriendo el hombre de 74 años, señalando las aguas cristalinas del mar de Mármara.

Estambul, una megalópolis de 16 millones de habitantes situada entre dos continentes y dos mares, no suele ser asimilada a un balneario de playa.

Pero al igual que los habitantes de Nueva York, Beirut y otras capitales, los habitantes de Estambul pueden nadar en el mar y volver a casa en el metro con arena en sus sandalias.

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"En otros tiempos, podías llegar al agua desde cualquier sitio", recuerda Cakmakci. "Ahora, claro, hay construcciones por todas partes, las costas han cambiado. Ahora vivimos unos encima de otros".

Las autoridades de Estambul agregaron otras 100 a esta playa, que cuenta ahora con unas 300, además de 170 sombrillas, detalla Sezgin Kocak, encargado de mantenimiento, y que ha pasado su infancia en esta arena, cada vez más concurrida.

Ello es consecuencia de las crisis económica, que golpea con dureza a Turquía, con una inflación cercana al 80%.

Burkini y bikini

"Mucha gente ya no puede salir de Estambul", asegura Canan Civan, una teñida sexagenaria que luce bikini. "Pero incluso si tuviera dinero, yo no iría a otra parte", afirma. "En lugar de gastar para diez días de vacaciones, prefiero venir aquí cada día durante tres meses"·.

"Me siento libre, llego, me instalo, me pongo al sol. Es ideal. Incluso puedo traerme mi comida", cuenta.

Estambul tiene 85 playas o accesos al mar entre el mar Negro, al norte, y el mar de Mármara, al sur, con el corredor del Bósforo entre ambos.

Públicas o privadas, algunas de estas playas atraen a una clientela tradicional, que mantiene el velo para bañarse, y en otras se usan más bien bikinis, algunos de ellos minúsculos.

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Pero a imagen de lo que es la sociedad turca, ambos suelen coexistir, aunque a veces se sitúan a un lado y otro de una demarcación invisible.

Del lado de los bikinis, Eren Bizmi alienta a sus amigos, que disputan un partido de voleibol.

"Cuando se habla de mar, la gente piensa más bien en Bodrum", en el mar Egeo (oeste). "Pero los habitantes de Estambul lo saben bien: aquí estamos a 35, 40 minutos del centro", destaca este agente inmobiliario de 32 años. Este es el mar "más bello, menos salado", asegura.

"Y puedo trabajar al mismo tiempo: si llama un cliente, voy a hacerle visitar una casa, y luego regreso", explica.

Pero nadie menciona las dos minas marinas descubiertas en la zona en la primavera boreal, reflejo de una guerra que se libra un poco más al norte, entre Rusia y Ucrania.

El "privilegio" del Bósforo

Luego, están los bañistas del Bósforo, y éstos no cambiarían su lugar por nada en el mundo. Tal es el caso de Eren Tör y de su grupo, que se encuentran todas las mañanas en Bebek, barrio de la ribera europea.

Este jubilado de 64 años nada "todos los días del año, incluso en invierno, incluso bajo la nieve", según afirma mientras enseña imágenes en su teléfono.

"Para mí, es un privilegio bañarme en Estambul, entre dos mares, entre dos continentes", en un agua de 23 grados de promedio en verano y de 11 en invierno.

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Casi todos han aprendido a nadar aquí, en las aguas del Bósforo, cuyas traicioneras corrientes conocen, así como sus cambios de humor.

Para mí, es un privilegio bañarme en Estambul, entre dos mares, entre dos continentes

Es el caso de Levent Aksut que, a sus 92 años, viene a nadar "tres a cuatro veces por semana".

Sin embargo, "al gobierno no le gusta ver a gente en traje de baño", se lamenta su hijo Caner, aludiendo al partido AKP islamoconservador en el poder y que, según él, reduce los sitios de acceso al baño.

Pero ellos mantienen su ritual: tras el baño, se secan al sol y luego van a compartir un café. Y así, día tras día.

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